I.
-¿Te has dado cuenta…? –me preguntó—. No soñamos con lo efímero sino con lo permanente.
Iba a preguntarle si lo que decía era una metáfora, pero me di cuenta que no.
Tal vez por eso, me lo pensé un poco antes de contestar.
-Nunca lo había pensado –contesté-. Aunque creo que a mí me pasa de otra forma.
-¿Tú sí sueñas con lo efímero? –me dijo.
Volví a pensarlo.
Un buen rato, lo pensé.
Ahora, sin embargo, no contesté.
II.
-Lo que yo creo es que lo efímero apenas sobrevive la vigilia –me dijo-. Me refiero a que, aunque no lo pensemos sabemos qué es frágil, y en alguna parte de nuestra consciencia reconocemos aquello que no está destinado a permanecer…
Yo lo observé.
-El sueño entonces va construyendo poco a poco algo que sea sólido, duradero… -siguió-, y escoge mejor otros materiales. Incluso si son sensaciones son sensaciones permanentes… enraizadas, quiero decir… que sabemos vamos a volver a sentir…
III.
Me di cuenta que habíamos dejado de hablar.
Tal vez había sido mi turno de decir algo y yo me lo había saltado.
Así que ahora, simplemente, me observaba.
No era tan incómodo, pero debo reconocer que percibí cierta tensión.
-Permanente y efímero –dije entonces, en voz alta.
Me miró, con extrañamiento.
-Permanente y efímero –repetí-. Una sola cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario