miércoles, 20 de agosto de 2025

Todas las otras lunas.



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Hablemos de eso, me dijo. No de las cosas de siempre, que ya cansan. Hablemos mejor de todas las otras lunas. Sí… Hablemos de ellas. De esas lunas que ni nombre tienen. De esas que viajan siempre por el otro lado del mundo y parecen esconderse para no ser vistas. Hablemos de ellas, mejor, me dijo. Para que alguien al menos hable de ellas. Para que de esa forma, al menos, sean vistas.


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Si quieres piensa que son cuatro las otras lunas. Yo, en todo caso, elijo pensar que son dos. Una más grande que la otra, pero ambas siempre a la misma distancia. A la misma distancia de nosotros, me refiero... Invisibles hasta cierto punto. Lejanas. Invisibles hasta que de pronto te sorprenden y las descubres de alguna forma. Como el niño que no sabe qué palpita, y descubre de pronto que tiene un corazón.


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Sí, hablemos de eso, repitió. Hablemos de ellas, pero no vayamos a verlas ni les demos nombres, que luego no querremos cargarlas. Hablemos de ellas, pero dejémoslas ahí y veamos mejor si son ellas o nosotros quienes terminamos alejándonos. Nada de traerlas puestas, por lo mismo. Nada de arrastrarlas como si fuesen una cruz. Acá nosotros y allá todas las otras lunas, me dijo. Tú sabes que es así.

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