sábado, 9 de mayo de 2020

Un problema irresoluble.


I.

-Qué penoso es tener un problema irresoluble, -dijo ella.

-¿Un problema irresoluble? -preguntó él.

-Sí, ya sabes… un problema sin solución…

-Entiendo lo que significa -aclaró él-, preguntaba más bien de qué problema irresoluble hablabas.

-Pues no sé bien… hay muchos, pero estaba pensando en abstracto esta vez…

-¿Pensando en abstracto?

-Sí… pensando en abstracto -dijo ella-. Mejor dejémoslo así.


II.

-¿Te acuerdas de L., mi compañero de trabajo…? -preguntó él.

-¿Ese que dices que se toma todo muy en serio? -dijo ella

-Sí, ese… -señaló él-. Pues hoy llegó incluso más serio… Nos contó que su esposa, conversando, le había dicho que si se moría el gato, pensaba que sufriría más, incluso, que si se moría él…

-¿De verdad le dijo eso?

-Supongo que sí… De hecho, él lo contó triste, como una gran tragedia, durante el almuerzo…

-¿Y ustedes qué le dijeron? -preguntó ella.

-Lo escuchamos callados al inicio, pero después alguien dijo algo chistoso y nos dio risa… supongo que terminamos bromeando y molestándolo un poco…

-¿Y me lo cuentas por eso…? ¿porque es chistoso? -volvió a preguntar ella, con un tono extraño.

-Sí, un poco por eso -dijo él-, aunque podría de paso preguntarte a ti.

-¿Qué cosa?

-Pues eso mismo -intentó explicar- ¿Tú estarías más triste si me muero yo, cierto?

-Claro -contestó ella, con naturalidad-. Además, ni siquiera conozco a ese gato…


III.

-¿Otra vez? -preguntó él, mientras la observaba.

-¿Otra vez…?-preguntó ella-, ¿a qué te refieres?

-Preguntaba si otra vez estás pensando en problemas irresolubles…

-Ah… Pues sí… Un poco -admitió ella, como despertando-. Pero mejor hablemos de otra cosa.

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