viernes, 15 de mayo de 2020

Estúpidos y honestos.


I.

Yo no tengo la culpa, me dijo.

Intento, por supuesto,
pero no lo entiendo.

De todas formas,
creo sobrevivir bien
con esa ausencia.

De hecho,
pienso en ocasiones,
que ni siquiera era necesario entender
aquellas cosas.

A veces, incluso,
sospecho que nadie
puede entenderlo realmente.

No digo que usted mienta,
tal vez usted sí lo haga,
pero eso es lo que yo siento,
al menos.

De todas formas, si quiere,
puedo envolver esto en una teoría
o en palabras más específicas,
pero a fin de cuentas será lo mismo.

Además,
tanto si soy estúpido,
como si nadie comprende
no tendría en caso alguno
ni la menor culpa.


II.

Tal vez lo que ocurrió
simplemente
es que me educaron por encima
de mi propia inteligencia.

Comprendí menos de lo que dije,
es cierto,
aunque sin duda lo intenté
lo más que pude.

No mentí cuando hablé
ni intenté engañar a nadie
mostrándome como un sabio.

Extrañamente,
los aplausos llegaron de igual forma
cuando menos los esperaba.

Ahora bien,
si usted me culpa por no rechazar
esos aplausos,
sin duda puede hacerlo.

Pero tal vez lo que ocurre,
en el fondo,
es que todos somos estúpidos
y honestos.

Sé que no es una conclusión
de las que le agradan a usted,
pero déjeme cerrar a mí esta vez
y aproveche mejor
de descansar un poco.

Todos somos estúpidos
y honestos.

Déjelo así,
por esta vez.

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