domingo, 5 de abril de 2020

¿Escribir es siempre escribir algo?


Escribir es siempre escribir algo,
me dijeron.

Pero yo no creí en esas palabras.

Me burlé, incluso,
de aquellos que las decían.

Vivir es vivir algo,
amar es amar algo,
repetían,
como si con eso bastase
para tener razón
o como sin con eso,
finalmente,
argumentaran algo.

Yo los escuché,
por supuesto,
pero esquivé la discusión
y escribí simplemente
y viví simplemente
y hasta amé simplemente
evitando siempre
ser consciente de ese algo.

Volvieron, sin embargo,
a acusarme de insensato
y arremetieron nuevamente
con sus débiles y difusas razones:
¡no se puede partir la naturaleza humana…!
¡las huellas son hijas del pie, pero no son el pie…!
¡el cuerpo no se despega de su sombra…!

Con palabras de esa índole
me persiguieron
hasta que me vi obligado
a refugiarme en la montaña.

Y una vez en ella,
por supuesto,
volví a escribir, simplemente,
y viví, simplemente,
y hasta amé, simplemente,
y pasaron así los años
o el tiempo más bien pasó,
sin que dejase mi labor.

Fue entonces que,
sin esperarlo en lo absoluto,
las piedras comenzaron a murmurar
y aunque no quise
tuve que escucharlas.

Años, incluso,
demoré en escucharlas.

La nieve baja como agua 
y llega al mar,
dijeron,
pero tus palabras,
si es que bajan,
no llegan a sitio alguno.

Parecen libres,
continuaron,
pero tú mismo
desconoces la fuente,
y nada es libre
si desconoce su fuente.

Por último,
como no atinaba a moverme
varias de esas piedras
se lanzaron contra mí
y golpearon mi frente.

Este es sitio para nadie,
decían esos golpes,
que paso a paso
me obligaron a bajar.

Ahora,
de nuevo entre los hombres,
he dejado de burlarme.

No busco sus oídos
ni sus ojos
ni sus aplausos.

Busco en cambio
una fuente.

Si incluso el corazón del hombre,
(he aprendido)
no debe ser tocado.

Y escribir es siempre,
tal vez,
escribir algo.

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