sábado, 11 de abril de 2020

Ella, con un vestido rojo.


-Hoy estoy alegre, pero puede que mañana esté triste, -me dijo-. Debieses aprovechar.

-¿Aprovecharme de tu alegría? -pregunté.

-No. Aprovecharte de mí, que estoy alegre. Ya sabes como soy cuando estoy triste. Nunca es algo bueno…

-Pues a mí me gustas triste… -la interrumpí-. O no sé si triste, ahora que lo pienso… supongo que no sé distinguirlo bien…

-Pero, ¿te das cuenta que ahora estoy alegre? -preguntó-. ¿Se nota mi alegría…?

-Claro… O sea, se nota porque la dices, porque la llevas contigo y la anuncias, como algo que no te perteneciera del todo, o que no usas muy a menudo…

-¿Cómo qué…? No te entiendo.

-No sé bien… -intenté explicar-, como una prenda, tal vez… como si dijeras: mira, hoy me puse el vestido rojo… ese que no uso casi nunca…

-¿Y eso está mal?

-No. No está mal… es solo que muestras la alegría como un accesorio, mientras que la tristeza no la distingues…

-¿Cuando estoy triste estoy desnuda…? -dijo riendo.

-Puede ser… -dije yo, riendo también.

Ella se acercó y volvió a recostarse junto a mí, en la cama.

-Entonces por lo mismo debieses aprovecharte… -dijo entonces.

-¿Aprovecharme de ti cuando estás vestida en vez de cuando estás desnuda?

-Claro… es la oportunidad para desnudarme… y se esa forma, además, me quedo un poco más aquí…

-¿Un poco más en casa…?

-Por supuesto: con mi vestido rojo me puedo ir a cualquier sitio… desnuda casi nadie sale de casa, ¿no crees?

-No sé que creer -dije entonces, mientras desabrochaba su ropa-. Supongo que todos estamos de paso…

-Así es… -dijo ella, riendo-. Todos de paso y la vida en otra parte…

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