jueves, 16 de enero de 2020

Escribí y borré.


I.

Escribí y borré.

Luego escribí esto.

Sobre lo anterior, de cierta forma, escribí esto.

No es novedad, en todo caso.

Me refiero a que siempre lo hago.

O casi siempre.

Escribo y borro.

Escribo y borro y luego escribo.

Y no sé por qué.


II.

No se trata de corregir o de buscar cierta calidad.

Eso puede notarse al leer esto.

El texto anterior, de hecho, sonaba bastante mejor.

Y además era honesto, aunque de otra forma.

Toda forma resta honestidad, sin embargo.

Eso es lo que pienso.

Es como poner agua al interior de un cuenco.


III.

De eso trataba la historia que estaba en el texto que borré.

De alguien que demoraba años en crear un cuenco.

Ensayaba a solas y con distintos materiales hasta que un día decidió que lo había conseguido.

Y cuando terminó y vio el cuenco final, observó que también los otros cuencos eran, de cierta forma, apropiados.

Llenaba entonces el último cuenco con agua y lo ponía frente a sí.

Y lo observaba atentamente mientras pensaba qué de especial tenía aquel cuenco, además de ser el último.

De esta forma, la escena final del texto que borré hubiese podido representarse más o menos así:

La persona, el cuenco con agua y el mundo al otro lado del cuenco.

Si hubiese sido un cuadro habría escrito la palabra sed y luego hubiese ocultado la palabra, bajo los dibujos.

Y entonces llega el fin.

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