martes, 1 de enero de 2019

En la montaña.


Me encuentro en la montaña con un grupo musical coreano.

Han subido para realizar una sesión de fotografías y han cercado un sector, para que trabajen tranquilos.

Además del grupo han venido con ellos al menos veinte personas que realizan diferentes labores.

Todos al parecer son coreanos, aunque también va con ellos alguien de esta zona, para guiarlos en la ascensión.

Poco rato después llega otro grupo de coreanos que lleva con ellos dos caballos.

Uno blanco y otro negro.

Llevan los caballos de las riendas, y no los montan en ningún momento.

Entonces es cuando comienzan a maquillar a los integrantes del grupo y a peinar a los caballos.

Ya preparados comienzan las fotografías.

Una chica con una guitarra es, al parecer, la líder del grupo.

Es la más fotografiada y la ubican por lo general al frente de los otros.

Los caballos, en tanto, solo parecen parte del decorado y no parecen tener un rol protagónico.

Tras un par de horas de trabajo parecen haber terminado.

Aplauden tras la última foto y se sientan en torno a una mesa, para comer.

Es entonces cuando una de las chicas del grupo me divisa a lo lejos y me hace un gesto para que vaya.

Y claro, yo voy y me siento entre ellos.

Me ofrecen fruta picada, un café con un sabor extraño, pastel y algo que parecía cereal.

Nadie me dice nada y parecen haberse olvidado de mí.

Aunque en realidad sucede lo mismo entre todos.

Minutos después todos comienzan a guardar las cosas y se disponen a bajar.

Yo busco a alguien que me sostenga la mirada para poder agradecer, pero no me resulta posible.

-Gracias –les digo finalmente, sin mirar a nadie en particular-. Y feliz año nuevo.

Nadie me devuelve el saludo aunque el caballo negro me mira por un momento.

Luego me alejo del lugar.

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