lunes, 21 de enero de 2019

Tres sillas del comedor están cojas.


Tres sillas del comedor están cojas.

Y una sola se equilibra perfectamente.

Es, por cierto, un pequeño comedor.

Yo mismo armé las sillas e intenté equilibrarlas todas.

Eso fue hace mucho, sin duda.

Luego –de esto hace menos tiempo-, intenté desequilibrar la silla equilibrada, pero no lo conseguí.

Así que la mesa y las cuatro sillas quedaron así, desde entonces.

Nunca me he sentado en la silla equilibrada.

La dejé, de hecho, en el lado de la mesa que nadie ocupa.

Como vivo solo con mi hijo, solemos solo ocupar dos.

Dos desequilibradas, se entiende.

La mía se inclina hacia un costado y la de él hacia otro.

De todas formas, no muchas veces usamos el comedor.

Generalmente cocinamos algo y lo comemos mientras vemos alguna serie, sentados frente a la tv.

Si hubiese tenido otro hijo -o hija-, tal vez se hubiese sentado en la silla equilibrada.

No sé por qué, pero lo pienso así.

Por el momento, sin embargo, la silla equilibrada tiene sobre sí un cuadro con ideograma japonés que nunca colgué.

Y un lote de libros que aún no incorporo a la biblioteca.

Cuando los miro, hoy en día, no sé bien por qué, pero me angustio un poco.

No sé si es por el kanji, o por los libros, o por la silla equilibrada…

Aunque también puede ser por el hijo –o hija- que no tuve.

Tres sillas de mi comedor están cojas, digo entonces.

Y de una forma extraña –y un poco triste, lo reconozco-, todo vuelve a estar en orden.

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