martes, 29 de enero de 2019

Puedo entender.


Puedo entender que existan infinitos números.

Pero no puedo aceptar que haya infinitos números entre el uno y el dos. 

Y es que de aceptar lo primero como verdad, difícilmente pueda aceptar otras cosas.

Supongo que es cuestión de profundidad, en el fondo.

O de creer en la profundidad, más bien.

Y es que me lo han explicado varias veces.

No es ese el punto.

Las diagonales de Cantor, por ejemplo, y otras cuántas teorías.

Y supuestamente me han demostrado que el infinito en que no creo es mayor que el infinito que me atrevo a aceptar.

¡Cuánta palabrería…!

¡Cuánta pérdida de tiempo…!

Horas y horas hablando y haciendo esquemas.

Entonces, para zanjar el asunto, a veces les demuestro que puedo entender sus cálculos.

Puedo repetirlos incluso.

Memorizar sus cifras, sus dibujos…

Todo eso puedo hacerlo…

Pero no me pidan creer en aquello.

La verdad a la que aspiro es otra cosa.

Algo más firme que la demostrabilidad.

Más permanente.

Algo con sentido propio, digamos.

Algo en lo que tiene sentido creer y que no es solo nomenclatura barata.

No quiero números, de hecho.

No los necesito.

Hoy, de hecho, ni palabras quiero.

Ni que me mire usted.

Ni que me escuche.

Supongo que eso podemos aceptarlo.

El problema es que quiero algo que no encuentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales