miércoles, 30 de enero de 2019

Una dictadura profundamente humana.


Dentro de los muchos apuntes que han surgido del estudio de los cuadernos y bitácoras de Wingarden, cedidos a su fundación y liberados –algunos de ellos, al menos-, recientemente, extraigo y reproduzco ciertas ideas contenidas en la hoja treinta y ocho del cuaderno número nueve, que entregan cierta luz sobre lo que el autor hubiese considerado pertinente para la implementación de una “dictadura profundamente humana”, tal como lo señala la frase que aparentemente titula aquellas notas, en la parte superior de la misma hoja.

“Abolir la propiedad privada. Nada puede poseerse. Dictar leyes rígidas. Pero leyes que no le pertenezcan a nadie. Abolir el concepto de propiedad, entonces. Obligarlos a ser únicamente ellos mismos. Poseerse únicamente ellos mismos. Luego implementar nuevas leyes. Que el cuerpo tampoco les pertenezca. Que las acciones generadas al menos, no les pertenezcan. La energía, en cierta medida. El fruto de esas acciones. Acorralarlos hasta que se pregunten qué más poseen además de sí mismos. Que profundicen en ese sí mismo más allá de la superficie. Surgirán nuevas religiones, claro, pero debemos prohibirlas también. Drásticamente prohibirlas. Acabar con los nombres, incluso. Que cada individuo señale quién es únicamente señalando su peso. Entonces, ante la variabilidad de sus nuevos nombres, que duden de esta forma y se acerquen a lo permanente. Que duden con dolor, por supuesto, para que la búsqueda sea verdadera. Solo entonces, seguramente, vendrán los frutos. No antes. Ya les pasó a los esclavos. Crearon el blues.”

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