lunes, 6 de agosto de 2018

Llega una caja y yo firmo.


I.

 Llega una caja y yo firmo.

No pregunto.

Está sellada, por el viaje.

No dice de dónde viene, ni quien la envía.

Pero alguien escribió mi nombre, en aquella caja.


II.

No veía mi nombre hace mucho.

Está escrito en la caja, que por lo demás apenas pesa.

Tal vez lo que traiga la caja sea justamente eso.

Eso que apenas pesa.

El recuerdo de quién soy.

O de quién era.

Y es que de cierta forma yo soy eso.

Yo soy eso que está escrito.


III.

Recibí y firmé.

Con eso basta.

No me interesa qué hay en la caja.

Me siento junto a ella, a tomar una cerveza.


IV.

Tal vez yo mismo la envié, ahora que lo pienso.

Y es que solía hacer eso, hace años.

Encargar cartas y encomiendas que llegasen con retraso.

Todo por el miedo de olvidar quién soy.

Todo por el miedo de no saber si mis manos recibirán lo que ellas mismas enviaron.


V.

No quiero esto.

No quiero abrir esto.

Tal vez si vuelvo a enviarlo.

Sí…

Tal vez esté listo para entonces.


VI.

Nuevamente mi nombre.

Esta vez se va con la caja.

Me quedó sin nombre hasta que regrese.

Hasta que sea tiempo.

Yo soy eso que pate.

Yo soy eso que está escrito.

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