miércoles, 8 de agosto de 2018

Dos bocas.


Escuché que ella me hablaba mientras la besaba en la boca.

Entonces me asusté y la observé mejor.

Di dos pasos atrás e hice una especie de inventario.

Casi todo estaba bien, pero ella tenía dos bocas.

Una al lado de la otra.

Las dos me parecían lindas, pero de todas formas no era algo que pudiese pasar por alto.

Le pregunté qué ocurría.

Por una de las bocas dijo que nada, que todo estaba bien.

Por la otra me dijo aquello era un problema.

Una de nosotras dice la verdad y la otra miente, dijo una.

Eso es cierto, dijo la otra,  a veces se transforma en un problema.

Yo analicé las palabras y me costaba llegar a una conclusión clara.

Además, yo no quería pensar y deseaba seguir besándola.

Tras verme así, acongojado, de pronto la expresión de ella reveló cierta compasión.

Y sus bocas, entonces, se movieron al unísono.

Te quiero, dijeron ambas, no te compliques.

No me complico, le dije yo, por mi única boca.

Y no sabía si era cierto.

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