martes, 14 de agosto de 2018

Estupideces.


Ocurrió en el colegio, pocos días antes del final de mis estudios.

Lo que ocurrió fue que me designaron para evitar que dos de mis compañeros peleasen.

Habían tenido dificultades durante largo tiempo y casi todos esperaban que la situación explotara por esos días, antes de dejar el colegio.

Yo no entendía por qué me asignaban aquello, pero supongo que creían que podía, al menos, hacerlos reír.

Y es que si bien no era lo suficientemente fuerte para separarlos o controlarlos a ambos, deben haber pensado que podía generar un buen clima, manteniéndolos activos a base de chistes o cosas de ese estilo.

Tú sabes, me dijo un profesor, los mantienes entretenidos siendo quién eres, nada más.

Y claro, recién en ese entonces calculé que eso es lo que debían ver de mí, los demás.

Aquello me complico un poco pues yo estaba seguro de ser un tipo bastante más profundo.

Más profundo y menos superficial de lo que mi mismas acciones invitaban a pensar.

Ta vez fue por eso que decidí hacer lo contraria a lo que se me pedía.

Y terminé creando una situación para que mis compañeros se peleasen –a morir si querían-, sin nadie que los interrumpiese.

Yo mismo se los comuniqué de esa forma, tras una especie de arenga que lancé contra el mundo y contra todo aquello que creímos una vez que fue valioso, y luego lo olvidamos y ya está,

Lamentablemente, tras escucharme, ellos se rieron y pensaron que se trataba de un truco ingenioso, que me había inventado para que no se pelearan entre sí.

Traté de hacerles ver que no era cierto, pero no lo logré.

En la desesperación, incluso lancé golpes contra ellos, que ter minaron uniéndose para golpearme a mí, mientras seguían pensando que se trataba de un plan.

Terminé con un corte en la cabeza.

Sangrando, pero con mi curso riendo y hablando de lo ingenioso que era y alabando lo que había logrado a base de mis estupideces.

De hecho, así decía un reconocimiento que me e regaron hacia el final de aquel año.

“Por sus geniales estupideces”, decía.

Nunca volví a comunicarme con ellos, por cierto, luego que salimos de la escuela.

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