Para desaparecer de escena, función a función, el mago debe meterse en una
caja.
La caja es pequeña, incómoda, y el mago debe adoptar una postura que lo
tiene hace años con un dolor punzante en las costillas.
Se introduce siempre hacia el final de la función, luego de haber sido
arañado por un mono que esconde en su traje, y de ser cortado en dos, por una
gran sierra.
A veces, mientras come, poco antes de la función, el mago piensa en las dificultades
de su trabajo.
Siempre que lo piensa, sin embargo, termina avergonzado, pues le han enseñado que el trabajo es algo que hay que
agradecer, ante todo.
Además siempre hay gente que se esfuerza más que uno, le han dicho
Así, mientras se mete en la caja, hacia el final de cada función, el mago
resiste pensando en estas cosas, que desde siempre le han dicho.
Debo agradecer el trabajo, se dice, mientras intenta
acomodar su hombro izquierdo.
Esto al menos, es algo que
tu eliges,
se repite mientras ubicaa sus rodillas bajo el mentón.
De esta forma, ya a punto de volver a escena, luego del sonido de tambores,
el mago sale de la caja casi convencido que esta es simplemente una forma más
de ganarse la vida.
Así me gano la vida, dice el mago.
Así me gano la vida, repite.
No sabe sin embargo -o lo ha olvidado, después de todo-, qué significan realmente
aquellas palabras.
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