miércoles, 29 de agosto de 2018

Limones.


I.

Un jardinero podó el árbol de limones.

Cortó ramas gruesas y trató de darle cierta forma al árbol.

Como las ramas cortadas tenían limones resultó que llenamos, con ellos, un par de bolsas.

Él se llevó una y yo me quedé con otra.

Y con el árbol, por supuesto.


II.

Saqué los limones de la bolsa y los puse sobre una mesa.

La mesa tenía una cubierta de vidrio.

Mientras los miraba, intentaba decidir qué hacer con ellos.

Años atrás habría hecho limonada, pero hoy no me gusta esa lógica.

Los seguí mirando largamente hasta que se hizo de noche.


III.

Hice un espacio entre los limones y apoyé mi cabeza sobre la mesa.

No dormí la noche anterior así que el sueño llegó rápido.

Soñé que los limones me rodeaban y organizaban algo entre ellos, esperando a que despertara.

Así, medio dormido, creí escuchar a uno hablándole a los otros sobre algo que no comprendí bien.

-No vale la pena –le escuché decir.

Entonces desperté.


IV.

Estaba algo mareado.

Con sensación de vértigo.

Sin pensarlo muy bien tomé un cuchillo y empecé a cortar los limones, como si buscase encontrar algo dentro.

No sabía bien qué, pero tras cortar cada limón, iba arrojándolos a un lado, sintiéndome defraudado.

Cuando solo quedó el último sin cortar, recordé la frase que creí escuchar, minutos antes.

-No vale la pena –me dije.

Extrañamente, en ese instante, todavía confundido, me sentí seguro de que aquel limón tenía aquello que buscaba dentro.

Entonces boté las otras mitades, limpié la mesa y puse con cuidado el limón en medio.

No sé bien cómo explicarlo, pero me pareció sentir que aquel limón era el corazón de algo.

-No hay necesidad de cortarlo –me dije entonces-. Sé que es el limón correcto.

Tras esto, volví a apoyar mi cabeza y me quedé dormido nuevamente.

Esta vez, soñé con aquello que tenía dentro.

-No hace falta nada más –me dije.

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