Ella,
la del vestido verde,
no hizo caso
y alimentó al panda.
Preparó arroz
coció zanahorias
buscó bambú
y hasta picó pescado.
Ella,
la de vestido verde,
no hizo caso
y alimentó al panda.
Los niños la vieron y le dijeron:
todos nos han dicho
que no hay que alimentar al panda.
Pero ella,
la del vestido verde,
no los escuchó porque eran niños
y el mundo era cosa nueva,
se dijo, para ellos.
Entonces ella,
la del vestido verde,
no hizo caso
y alimentó al panda.
Le acercó incluso
la comida hasta el hocico
e intentó ponerle un pañuelo al cuello
como servilleta.
Los niños miraban, sorprendidos,
tal vez sí se pueda, lo que no se puede,
se dijeron,
y fueron a buscar a los ancianos.
Entonces ella,
la del vestido verde,
no hizo caso
y alimentó al panda.
Los ancianos la vieron y le dijeron:
ya le hemos dicho a todos
que no hay que alimentar al panda.
Pero ella,
la del vestido verde,
no los escuchó porque eran ancianos
y el mundo era cosa agonizante
para ellos.
Entonces ella,
la del vestido verde,
no hizo caso
y alimentó al panda.
Me dijeron que no bailara y bailé,
se decía.
,
Me dijeron que no amara y amé,
se decía.
Y ahora me han dicho
que no hay que alimentar al panda.
Que me parta un rayo la cabeza,
si me equivoco,
pensaba ella,
mientras alimentaba al panda.
Y algo entonces
(justo entonces)
(justo entonces)
le partió la cabeza,
a la del vestido verde,
pero no fue un rayo.
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