martes, 31 de julio de 2018

Trabajos (III)


Mi tío, el de la funeraria, me quiso contratar para que ayudara a lavar los muertos.

Intenté hacerlo, a modo de prueba, pero vomité tres veces en el intento.

Afortunadamente, mi tío se apiadó y me dejó de igual forma para hacer encargos y cosas menores.

Dos meses trabajé con él.

Por semana solían llegar 10 o 12 muertos.

Mi tío se encargaba de todo el proceso hasta que el ataúd era puesto bajo tierra, durante el funeral.

Un secreto que pocos sabían era que los muertos iban vestidos solo de cintura para arriba, cuando el modelo de ataúd así lo permitía.

Debido a esto, mi tío tenía una gran cantidad de pantalones y zapatos que solía anunciar en páginas de internet, para obtener algún dinero extra.

Yo, por lo general, me encargaba de llevar los pantalones hasta el lugar de encuentro.

No me daban dinero extra por esto, pero mi sueldo no era tan bajo.

Todo nos fue bien hasta que un cliente debió, por un asunto legal, exhumar un cuerpo.

Y claro, encontraron al cadáver sin pantalones,

Esa misma noche nos apedrearon la funeraria y rompieron un auto y unos cinco ataúdes.

También llegó la prensa, al lugar, pero mi tío ya había decidido vender el negocio.

Colaboré así en lavar al último muerto pues ya nadie iba hasta el lugar.

También conversé, con ese muerto, mientras lo lavaba.

Pero esa es otra historia.

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