miércoles, 25 de julio de 2018

Abandonar el proyecto.


Ella aseguraba que los gatos hablan. Que manejan nuestro idioma. Que pueden comunicarse con nosotros, cuando lo desean. Yo no le creía, por supuesto, pero le seguía el juego. Eran varias las razones que tenía, pero tal vez la más fuerte era que quería acostarme con ella. Por eso la ayudé y estuve presente en la búsqueda de pruebas, sobre su hipótesis, durante unas cuántas semanas. Pasado ese tiempo, ocurrió que ella no temía pruebas sobre su ex y yo no había conseguido acercarme a ella en lo más mínimo. Un poco aburrido del asunto nos juntamos en casa de un familiar de ella que tenía como catorce gatos. Ella no me lo dijo, pero le habían encargado cuidar del lugar un par de días y había querido que la acompañara. Hicimos pruebas con unos gatos y luego bebimos unas pocas cervezas. Tuvimos sexo esa noche y también al día siguiente. Luego seguimos con el asunto de los gatos. Aguanté una hora más de eso y le comuniqué mi decisión de abandonar el proyecto. No ha valido la pena, le dije. Lo de que los gatos hablen es una mierda absurda y enferma. Ella no discutió mi observación. Pensé que se molestaría, pero lo cierto es que volvimos a acostarnos y accedió a todo sin problemas. No fue nada del otro mundo. Luego de eso no volví a verla. No la busqué y ella tampoco me buscó. De vez en cuando al observar un gato, me acuerdo de ese entonces. Ni ellos ni yo tenemos nada que decirnos, así que guardamos silencio. Tal vez por eso, también, el mundo no nos habla.

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