domingo, 1 de julio de 2018

Mi tío Pedro apareció en tv.


I.

Un día mi tío Pedro salió en tv.

Y no fue por robo, asesinato ni ninguna de esas cosas.

Salió en un programa extranjero, junto a un alemán y a un japonés, que (sin llegar a tocarlas, por supuesto) podían doblar cucharas.

En esa oportunidad, le hicieron  preguntas al tía Pedro, quien respondía brevemente cada una.

Luego contaban cosas de su vida y le pedían, finalmente, que doblara unas cucharas.

Entonces, ponían un contador para saber cuántas cucharas podía doblar en una hora, al igual que a los otros invitados al programa.

Finalmente –si bien recalcaban que no se trataba de un concurso-, comparaban sus resultados con los del alemán y el japonés, que también habían sido mostrados de la misma forma.


II.

Mi tío Pedro dobló veintiséis cucharas en una hora.

Las dobló totalmente, por supuesto.

Empató con el japonés y superó al alemán que dobló catorce.

El japonés, por cierto, había nacido el mismo año que mi tío Pedro (1970), medían lo mismo, y hasta tenían ambos una cicatriz en una mano, desde pequeños, que no recordaban a qué se debía.

El japonés se llamaba Jun.


III.

Jun visitó a mi abuelo meses después del programa.

Nunca se juntaron directamente durante la grabación, pero luego intentaron conversar por teléfono y al parecer el japonés entendió que podía visitarlo, en el sur.

Vivieron juntos tres meses, por lo que sé, sin doblar ninguna cuchara.

Mi tía Eugenia, esposa del tío Pedro, fue quien lo obligó a echar al japonés de la casa.

Es él o yo, cuentan que ella dijo.

Y tras pensarlo un par de días, el tío Pedro habria optado por pedirle al señor Jun que se fuera.


IV.

Cuando murió, hace algunas semanas, vi en el funeral del tío Pedro una foto de él con el señor Jun, en el sur.

Pregunté, pero nadie me supo decir si se habían mantenido en contacto.

Sí supe en cambio que, amenazado por mi tía, no volvió a doblar ninguna cuchara.

Poco después del entierro, en mi casa, quise averiguar si yo podía doblar cucharas.

Logré apenas doblar una y sentí como si algo doliese dentro mío, cuando lo hacía.

Era un dolor extraño, como de pena y vacío, el que se sentía cuando lo hacía.

Por lo mismo, nunca quise volver a intentarlo.

Si mi tío y el japonés lo sintieron puedo entender por qué se hicieron amigos.

Por lo que averigüé, el señor  Jun murió de un paro cardiaco poco antes de la muerte de mi tío.

Nada de eso, por cierto, salió en tv.

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