domingo, 8 de julio de 2018

Hipo.


Dos personas.

Una calle.

Una pausa frente a un kiosco.

-Yo puedo hacer que le dé hipo.

-Perdón, ¿qué me dijo?

-Dije que yo puedo hacer que le dé hipo.

-¿Es una broma o algo así?

-No.

-¿Quiere dinero?

-No.

-¿Y entonces?

-No quiero nada. Solo quiero que usted sepa que yo puedo hacer que le dé hipo.

-Usted está loco.

-No. O no importa. Pero es verdad lo del hipo.

-Pues entonces hágalo y listo.

-¿Y para qué lo haría?

-Pues no sé… usted empezó con esto…

-Yo solo le dije que podía hacer…

-¡Ya sé lo que dijo…! Haga que me dé hipo, para creerle y entonces se va.

-Esa no es forma de creer.

-¿Cómo?

-Usted quiere pruebas para creer. Eso no es creer. Eso es saber. Además igual lo negaría.

-¿Y cómo podría negarlo, si me diera?

-Pues no sé. La gente se arregla. Luego dicen que de tanto conversar los puse nerviosos y les vino el hipo. Lo cuentan como una anécdota. La verdad la cuentan como una anécdota. Esa no es forma de creer.

-¿Y entonces?

-Entonces nada. Puedo hacer que le dé el hipo y eso es todo.

-¡Espere…! ¿Se va así…?

-Claro... ¿Qué más quiere?

-Pues no sé… ¿el hipo?

-Eso no es lo que quiere. No sea insensato.

-Pero…

-Hasta luego. Que tenga un buen día.

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