lunes, 2 de julio de 2018

Treinta y seis moluscos.


I.

El profesor fue con sus alumnos a acampar.

Cerca de un lago, en un recinto cerrado, sin riesgos.

Él y sus treinta y seis alumnos.

Preparaban la comida entre todos y trataban de hacer grupos.

Como eran alumnos de diez u once años no parecía haber riesgo de alcohol u otros excesos.

Además solo pasarían una noche y luego irían de vuelta con sus padres.

Dos días enteros y una noche.

Y claro, lo que me interesa contarles pasa justamente en esa noche.


II.

Todo ocurrió según lo planeado.

El viaje.

Armar las carpas.

Los primeros juegos.

La cena.

Luego de esto el profesor hizo una fogata.

Esa noche había luna llena así que todo estaba relativamente iluminado.

Fue entonces, luego de entonar un par de canciones, que sacó los treinta y seis moluscos.

Estaban vivos, en sus conchas, la mayoría de ellos totalmente cerrados.

-Vengan por su molusco –le dijo a los niños-. Cada uno de ustedes. Son treinta seis moluscos. Nadie puede negarse.


III.

Los niños recibieron su molusco.

Unos con asco, otros con miedo y algunos con simple indiferencia.

Luego el profesor puso una parrilla sobre la fogata.

Y le pidió a los niños que le acercaran unas piedras grandes, para darle cierta altura.

Quiero que miren bien al molusco.

Cada molusco tiene el nombre de ustedes.

Pueden hablarle si quieren.

Pueden contarle de la vida y luego despedirse.

Por último, van a ponerlo sobre la parrilla y vamos a observar cómo mueren.

-¿Va a haber prueba de esto? –preguntó uno de los niños.

El profesor no respondió.


IV.

Algunos moluscos se abrieron de inmediato.

La mayoría botó líquidos y algunos hasta metieron ruido.

El profesor vigiló que cada niño mirase su molusco.

Una niña lloró y dos chicos rieron, mientras sucedía.

A varios el humo se les metió en los ojos y no los dejaba mirar bien.

Una hora después el profesor hizo que cada niño tomase el suyo con cuidado.

-Están muertos –dijo el profesor.

No tienen que comerlos si no quieren, pero no pueden botarlos.

Cada uno lo observará y verá que de cierta forma se parece a ustedes.

Muerto y todo se parece a ustedes.

A algo muerto que hay en todos ustedes.

Ahora pueden ir a acostarse.

Con su molusco.

Esta noche van a dormir al lado de un muerto.

O con un muerto en su interior.

Van a dormir al lado de un muerto que tiene su mismo nombre.

Pueden ir a acostarse.


V.

En las carpas los niños estaban de a dos.

El profesor había escogido las parejas con cuidado.

Buscó que se tratase de alumnos distantes entre sí.

Treinta y seis niños.

Dieciocho carpas.

Treinta y seis moluscos.

Él los observó acostarse.

La niña que lloraba no hacía un gran escándalo.

Mañana, lo quieran o no, se dijo el profesor, nada volverá a ser como antes.

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