martes, 17 de julio de 2018

La muerte del padre.


No pensaba llorar, pero cuando vio a su padre en el ataúd lo encontró más chico. Y eso, extrañamente, lo hizo volcarse en llanto. Así se lo explicó a quienes se acercaron a él y trataron de consolarlo. No es pena, explicó, es que está más chico. Quienes lo escucharon no entendieron, pero no pidieron explicaciones. Y es que era una experiencia fuerte, comentaban, eso de perder un padre. Él en cambio pareció molestarse con su propio llanto. O con las razones de su llanto, más bien, si queremos ser exactos. Estoy seguro de que está más chico, insistía. Recordó entonces una película donde unas tribus reducían cabezas… y hasta calculaba que el cuerpo de su padre podía levantarlo sin mayor dificultad… o hasta el ataúd completo. Como si las proporciones del mundo estuviesen alteradas. Tal vez es un sueño, se dijo, mientras lloraba. Tal vez mi padre no ha muerto y puedo yo tomarlo en brazos, continuó, y entonces él se reduzca cada vez más hasta que vuelva a despertar y mis manos estén vacías. ¿Es eso?, le preguntó a los otros. ¿Eso es lo que pasa?, insistió. Dos amigos del trabajo se acercaron a él entonces y lo tomaron por los hombros. Todo está bien, le dijeron. Tranquilízate. Lo que pasa es que tu padre ha muerto.

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