domingo, 1 de marzo de 2015

El río.



I.

Siempre que miro el río
soy consciente que algo me mira a mí,
como a un río.


II.

No solo corta la tierra,
sino que también
la desgasta.

Podríamos decir incluso 
que el río hiere
bajo el agua.

Las piedras, sin embargo,
absorben el dolor de esta tierra.

Del dolor del río, nadie sabe.


III.

Hay quienes pescan
en el río.

Hay también
quienes arrojan piedras.

Yo arrojo palabras y extrañamente
me las devuelve secas.

No sé qué significa,
sinceramente,
todo aquello.


IV.

El sol no se refleja en el río.

Su fondo es irregular
y hiere los pies
como si fuesen huellas.


V.

Una vez se ahogó
una muchacha en el río.

Por lo mismo,
y como estoy solo,
podría culpar al río
de haberse llevado
una posible buena compañera.

A veces yo también siento que llevo en mi interior
el cadáver de una muchacha.


VI.

Cada cierto tiempo
el río se emborracha
y resuena su alegría.

Son corrientes profundas que se elevan
y lo hacen parecer más vivo.

Esto está más cerca de lo que es el río
de lo que vemos siempre,
me digo.

Dan ganas de saltar al río
cuando tiene esa alegría.


VII.

Las aguas del río
están siempre frescas
y limpias.

Por lo mismo,
a veces me atemoriza
entrar directamente
en esas aguas.

Y es que el río no lo dice,
pero conoce a todos
quienes lo observan...

No es simple.

El río sale de sí
solo para verse
con los ojos míos.

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