sábado, 7 de marzo de 2015

Esas cosas que empacas por error.


Siempre es así aunque intentes evitarlo. Me refiero a que siempre hay cosas que empacas por error. Ocurre incluso si no viajas. A veces te percatas y crees solucionarlo. A veces, no tienes ni la más ligera sospecha. Puedes hacer listas. Puedes averiguar sobre el clima. Puedes calcular en detalle los días y las supuestas necesidades... Nada de esto sirve finalmente. Siempre hay cosas que empacas por error. El punto pasa a ser entonces qué hacer –y qué sentir- con esas cosas. Porque tampoco se trata de desechar, simplemente. No es tan simple. Y es que puedes desechar siempre algo más… y hasta terminar con nada... Pero claro: eso no otorga solución alguna. Yo mismo, por ejemplo, digamos que he aprendido a sospechar de los errores. A sospechar que tal vez no son plenamente errores, me refiero. Y es que algo deben decirnos esas cosas que empacamos por error. Algo están comunicando. Así, me gusta observar esas cosas que empacas por error. Igual que mirar a gente con la que no sabes si llegarás a formar lazos importantes. Ponerlas en fila, por ejemplo, sobre la cama. Jugar a observarnos, mutuamente. Y claro... enternecernos incluso con esas cosas. Y es que no se trata solo de una frase. Siempre es así aunque intentes evitarlo. No importa -decía-, si no viajas.

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