“Se consumió en llamas mientras dormía”
Ch. B.
El doctor me explicó que había mejores remedios que
las pastillas de carbón.
Pero el doctor estaba más enfermo que yo.
Lo miraba a los ojos mientras hablaba y brillaba en
ellos la mentira.
Entonces, anotó unos nombres extraños en un papel y
me dijo que volviera si algo andaba mal.
Aún no sé qué quiso decir con eso.
Por la tarde, boté el papel con la receta y me
dirigí al almacén donde vendían las pastillas de carbón.
Compré una tira de diez que estaba cubierta de
inscripciones chinas.
Me entretuve viendo las inscripciones chinas.
Era como mirar un paisaje al interior de un sueño.
En otro almacén, poco después, compré un agua
mineral y me tomé una de esas pastillas.
Caminé unas cuadras.
Como hacía calor, llegué a mi casa con la ropa
pegada al cuerpo.
Me di una ducha y puse un disco de los Beastie
Boys.
Cuando el disco se acabó me tomé otra pastilla de
carbón.
No tenía malestar alguno, si soy sincero, pero debo
reconocer que me atraen, de cierta forma, esas pastillas.
Tras tragarla, sentí que su sabor, al menos, se
quedó en el pecho.
Pensé entonces que cuando muriera me gustaría que
me llenasen de esas pastillas.
Que me las hicieran tragar de alguna forma, me
refiero.
Así, en el futuro, es posible que me encuentre
lleno de diamantes, pensaba.
Finalmente, me tomé un par más de esas pastillas antes
de dormir.
Por si acaso.
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