jueves, 26 de marzo de 2015

Dos millones uno.


I.

-Todas las mujeres a las que besó mi bisabuelo están muertas…

-¿Tenía una maldición?

-No, era viejo el hueón, no más...


II.

-¿Te acuerdas del reloj de arena que usábamos en la cocina?

-¿Uno con arena de colores?

-Sí, ese.

-¿Qué pasó con él?

-Lo encontré el otro día, pero estaba húmedo…

-¿Y?

-Que se queda pegado. La arena se apelotona y no avanza… como que se tapa la pasada…

-¿Y…?

-Qué se quemó la carne…

-No importa…

-Pero también se quemó lo demás…

-De verdad no importa…

-¿No tienes hambre?

-No… además también falló el otro reloj, así que todavía no es hora…

-Uf… qué alivio…

-Tú lo has dicho.


III.

-Mira, ¿ves esos tipos de allá?

-¿El colorín…?

-No… ese otro… el de corbata

-¿Qué pasa con él?

-Pasa que finge ver la hora cada dos minutos…

-¿Y?

-Pasa que es constante…  pasa que no falla y pasa que finge…

-¿Por qué dices que finge?

-Porque no hay nada.

-¿Nada qué?

-Nada que ver cada dos minutos.


IV.

-Nadie me cree, pero una vez conté hasta 42 mil para poder quedarme dormido…

-¿Contase de mil en mil?

-No, de verdad… conté todo eso como en 12 horas.

-¿Y?

-Nada especial, solo que se hizo de día y yo contando… A propósito, ¿sabes qué cuentan de la muerte de Wingarden?

-No…

-Dicen que cuando murió dijo un número gigante, de esos como de 15 cifras…

-¿Un número premiado o algo?

-No…

-¿Y entonces?

-Pasa que la mayoría cree que estaba contando.

-¿Y?

-Y se murió, po hueón.

-Sí po, si cacho.

-Eso po… murió el hueón, contando.

-Sí, ya te entendí…

-No po, hueón, no entendiste.

-…

-Dos millones. Exacto.

-¿Qué?

-Dos millones uno.

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