miércoles, 18 de marzo de 2015

Una jaula. Un viejo. Dos pájaros.


I.

Esto ocurre hace decenas de años en casa de una tía.

Yo me quedaba allá unos días, no recuerdo bien por qué.

Tampoco podría especificar la época exacta, pero sé que aún no iba a la escuela, por aquel entonces.

Yo no podía dormir en esa casa.

Esas son cosas que recuerdo.


II.

La casa de mi tía era extraña, como con piezas añadidas.

En una de esas piezas, dormía un viejo que parecía un muerto.

Siempre que lo veías, dormía.

Debe haber sido algún tipo de pariente, aunque no sé bien, hoy por hoy, quién era realmente.

En esa pieza había también una jaula con dos pájaros.


III.

Me gustaba ir hasta la pieza de aquel viejo.

A escondidas, siempre entraba y me acercaba poco a poco a la jaula con los pájaros.

La jaula estaba tapada siempre por una tela.

Demoré un poco en hacer el descubrimiento.

Los dos pájaros estaban vivos.


IV.

Un día, de amanecida, fui hasta la pieza y saqué a escondidas esa jaula.

La llevé hasta el patio y abrí la puerta de la jaula, para que salieran las aves.

Como los pájaros no salían incliné la jaula y hasta le di unos golpes.

Supongo que yo creía, que era un acto de bondad.

Justo entonces, vi al viejo parado junto a la puerta, mirándome.


V.

No recuerdo bien qué pasó, pero los pájaros no se fueron.

Yo mismo, de hecho, los llevé hasta el cuarto del viejo.

No cruzamos palabra, pero me fijé que dejaba alimento y agua, en la jaula, antes de volver a dormir.

La pieza del viejo era muy oscura.

Los pájaros, sin embargo, seguían siempre bajo la tela, cubriendo la jaula.


VI.

Pasaron los años.

Nunca más intenté liberar un pájaro.

Supongo que el viejo murió, con el tiempo.

Mi tía creo que también, pero no lo sé a ciencia cierta.

Y es que así podría resumirse todo.

Que cada uno vea, finalmente, qué es lo que le conviene.

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