domingo, 15 de marzo de 2015

¿Por qué no te callas?



Porque me descubren. Por eso no me callo. Y es que hablando no te encuentran. Es como ropa. Como vegetación. Como camuflarse incluso si sigues lo que dice el otro. En cambio, cuando estoy en silencio siento que me van a descubrir. Tirito. Transpiro. Como cuando actúas y se te olvida una frase y quedas en blanco. Pues bien, yo prefiero tapar ese blanco. Cualquier palabra es mejor que ese blanco. El blanco te saca del rol. Me refiero a que te aleja del personaje. Y no eres nada si no tienes al personaje. Quedarse en silencio es como quedarse desnudo. Me avergüenza al menos de la misa forma. Te lo digo en serio: hablando no se nota. A veces sueño que estoy callado, es cierto, pero en seguida descubro que estoy muerto. Yo creo que eso va a pasar cuando me calle. Entonces, en el sueño, un doctor realiza mi autopsia y dice que mis órganos son como los de un niño. El corazón, los pulmones, el hígado, indica. Parece que nunca los usó, comenta una enfermera. Entonces, vienen otras personas y hablan sobre lo mismo. Tal vez hablando no se gasta la vida, quiero decir yo, pero estoy muerto, en el sueño. Entonces, como si me escuchara, el primer doctor dice que no se puede no gastarla. Que incluso lo que guardamos, se desgasta. Que lo que queda atrás de las palabras igual resulta tocado. Cosas así dice. Luego, van indagando más y descubren otros órganos dentro de los órganos. Era solo una capa, dice alguien. Parecen tranquilos. Ahora sí todo corresponde, comentan. Entonces, vuelven a coser mi cuerpo y me meten en un lugar frío. Ahí me quedo siempre un rato, a solas. Poco después, yo despierto. Cuento el sueño y sigo hablando. Y es que es como ropa. Como protección. Como estar actuando. Además, abajo ni yo sé. Abajo ni quiero saber. Abajo es el silencio, claro. Eso pienso, mientras hablo. ¿Te conté lo que hice ayer…? Pues mira…

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