sábado, 14 de marzo de 2015

Casi.


-Escucha. Estás frente al televisor, con una cerveza. Tu mujer está en la cocina y tu hijo debe jugar en el dormitorio, aunque en realidad no sabes. Digamos que es la típica escena machista de la publicidad de hace unos veinte años, solo que esta vez agregas un concurso de lotería y un boleto en una de tus manos. Así, de paso, vas revisando tus números a medida que avanza el programa... ¿se entiende?

-Sí, se entiende.

-Bueno, el punto ahora es que comienzas a sacar las primeras cifras y te sorprendes porque tienes el primer número… el segundo… y el tercero… Y claro, es entonces cuando llamas a tu esposa y hasta tu hijo se acerca –quién sabe si desde el dormitorio-, pues ha escuchado que ya llevas 3 y solo faltan 3 aciertos más…

-¿Eso fue lo que te ocurrió?

-No… o sea, no tan así, porque en realidad mi esposa no vino desde la cocina y mi hijo ni siquiera sé si me habrá escuchado…

-¿Y entonces?

-Ocurrió entonces que también acerté al cuarto número… y al quinto… Me refiero a que ya se trataba simplemente de esperar que apareciese la última cifra… y comenzar a festejar.

-Hablas como si no hubieses hecho eso…

-Bueno… la verdad es que no… Y es eso lo que te quería contar…

-¿Me quieres contar que no te salió el último número y que estuviste a punto de ganar…?

-No, no es eso… De hecho aún no sé si me salió el último número…

-¿Cómo?

-Eso… que nunca vi si salió o no el último número, porque apagué la tele antes…

-¿En serio…?

-Sí… de verdad… la apagué antes, me acuerdo, mientras miraba a mi esposa que seguía en la cocina y pensaba dónde podía estar mi hijo…

-¿Y qué hiciste?

-Varias cosas: apagué la tele, rompí el boleto, esperé…

-¿Podrías decir por qué?

-¿Por qué esperé?

-No, por qué no quisiste ver si tenías el premio…

-Pues no lo sé bien, si soy sincero… Pero supongo que se mezclaron varias sensaciones…

-¿Miedo?

-Tal vez, un poco… pero debo reconocer que mientras el programa se empezó a alargar antes de dar el último número, comenzó también una especie de desidia… un profundo desgano mezclado con cierta molestia…

-¿Y fue entonces que apagaste la tele y rompiste el boleto?

-Sí, fue en ese instante. Todo lo hice lento, en todo caso… sin tanta desesperación…

-¿Y qué te dijo después tu esposa, o tu hijo?

-Nada.

-¿Nada?

-Nunca lo supieron. Además me fui de casa.

-¿Ese mismo día?

-Sí, aunque lo decidí durante la tarde… supongo que no lo tenía tan claro, después de todo…

-¿Me estás diciendo que estando a un número del premio mayor… decides de pronto no averiguar si ganabas y abandonar a tu familia?

-No solo la familia. Dejé el trabajo. La ciudad… Te vas de todo…

-¿Para siempre?

-En el momento pensé que sí… pero claro, regresé a las dos semanas.

-¿Por tu familia…?

-Y por el boleto, si soy sincero… es que no recordaba qué número había marcado y de pronto me entraron ganas de saber si habría ganado…

-¿Y lo encontraste?

-No. Yo pensé que podrían haber guardado los restos, pero no fue así…

-¿Y cómo le explicaste el regreso, a tu familia…?

-Pues no expliqué nada, si soy sincero. Llegué, fue serio y silencioso los primeros días… después de una semana, sin embargo, todo estaba bien…

-¿Bien?

-Sí, bien… no completamente tal vez, pero bastante bien…

-¿A un número también, podría decirse, de estar bien completamente?

-Tal vez, si lo ves así… Tal vez. Pero a veces es mejor renunciar a ese último número.

-Pues yo elegí mejor renunciar al otro lado…

-…

-No te preocupes: no te voy a explicar.

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