jueves, 19 de marzo de 2015

Tic.

  
Ella va al doctor porque tiene un tic.

Le cuenta que todo está bien salvo el tic.

Explica que es permanente, casi instantáneo, el tic ese.

El doctor toma nota.

Mientras escucha, busca algo en el historial clínico.

No encuentra nada.

Ella sigue hablando sobre su tic.

El doctor la observa, con atención.

La observa, pero no distingue nada, por supuesto.

El doctor piensa que tal vez un sicólogo…

El doctor piensa que tal vez un siquiatra…

Tras unos minutos, le pregunta finalmente cuál es su tic.

Ella entonces explica que no es muy visible, pero que es demostrable fácilmente.

No ocurre en el rostro.

No ocurre en las manos.

Tampoco afecta ninguna de sus extremidades.

El doctor toma nota.

Entonces elle es un poco más específica y le habla de su pecho.

Justo aquí, le dice.

Algo salta, prácticamente a cada instante, agrega.

El doctor pregunta si ella habla seriamente.

La situación es extraña.

Ella afirma que sí, y hasta parece ofendida.

Entonces el doctor acerca el estetoscopio hasta su pecho.

Y claro, comprueba qué es lo que ocurre.

Ese no es un tic, dice el doctor, observando con cuidado la reacción de la paciente.

Ella parece sorprendida.

Claro que es un tic, insiste ella.

El doctor la observa.

Es algo involuntario, después de todo, dice ella.

Reiterado, involuntario y genera contracciones musculares…

Además el cuerpo desconoce el sentido último de aquella reacción, agrega.

¿Eso no es un tic?

El doctor no sabe qué decirle.

Vuelve a tomar nota y la deriva a otro especialista.

Afortunadamente, ella parece conforme con esa decisión.

Se despiden cordialmente.

Entonces, el doctor observa con atención el reloj de la consulta.

Dos minutos después, hace pasar al próximo paciente.

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