miércoles, 23 de abril de 2014

Quemar Fuenteovejuna.


Tras la línea amarilla en el tren subterráneo, intento separarme de la multitud.

Así, dejo pasar uno a uno los trenes en los que no cabe ya nadie y me alejo hasta una esquina, desde donde se observa la escena.

Intento leer, mientras tanto.

Juro que pasan dos horas.

Es entonces que pienso en quemar Fuenteovejuna.

Encenderle fuego a uno, nada más, y empujarlo hacia el vagón.

Tal vez lo hago.

Algunos me desmienten, pero  casi estoy seguro que lo hago.

Elijo al más viejo para no sentirme culpable.

De hecho, intento imaginar que se trata de Coehlo o Pinochet.

Juro que lo intento.

Entonces, lo empujo hacia el interior y escucho el cierre de puertas.

Eso es todo, me digo.

Mientras avanza el tren, desde la estación, ya observo que todo comienza a arder.

Vuelvo a mi esquina.

Igualito que un boxeador vuelvo a mi esquina.

Feliz de haber lanzado unos golpes al aire, incluso.

Así, todo parece bien por unos minutos.

Casi justo, si quieren.

Pero claro… juro que pasa media hora.

Media hora y la gente sigue pasando en las mismas proporciones.

Solo entonces se me ocurre repetir la escena.

Una y otra vez, si es necesario.

Quemar Fuenteovejuna, me digo.

No existen inocentes.

1 comentario:

  1. ¡¡Qué buena imagen, quemar fuente ovejuna!!

    (mencion honrosa a; de coelho a pinochet ajjajaja)

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