“Darwin señaló a menudo
que nadie podía ser un buen observador
si no era además un teórico activo”
Veía desde mi lugar
al cura, en el confesionario.
No era un ángulo muy bueno,
pero lo cierto
es que podía ver al sacerdote
moviendo la cabeza
y aparentemente
hablar con alguien.
Así,
de puro intruso,
me acerqué unos pasos
hasta que descubrí
que el cura estaba solo.
Por un momento
pensé que era como esos oficinistas
que fingen trabajar, tras el computador,
mientras juegan solitario
o conversan con algún conocido.
Cómo sea…
al ver solo al sacerdote
me acerqué un poco más
y descubrí entonces,
para mi sorpresa,
para mi sorpresa,
que no se trataba de un confesionario.
Todo es cuestión de perspectiva,
pensé,
mientras buscaba explicaciones lógicas.
Fue entonces que,
me percaté de paso,
que incluso el sacerdote
no era realmente
un sacerdote.
Fue extraño,
lo reconozco,
y hasta un poco triste…
pero no más que esa tristeza
que le viene a los adolescentes
cuando terminan una serie de animé
y deben despedirse
de sus personajes.
Y es que igualito
a esas despedidas,
se sentía el descubrir, de golpe,
que habías comprendido
erróneamente.
Así,
forzando claridad,
miré mejor el entorno
y comprendí de esta forma
que ni siquiera estaba
en una iglesia.
Y claro:
no habían bancos,
ni altar,
ni confesionario,
ni cura
y ni siquiera iglesia…
Y por extraño que parezca,
quise por un momento
encontrarme al interior de una,
y ver a un sacerdote
moviendo la cabeza
junto a un confesionario…
y etc.
Así,
tras comulgar con una especie
de desolación extraña,
me alejé del lugar…
No sin antes,
por cierto,
rezar dos padrenuestros,
por si acaso.
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