sábado, 23 de julio de 2011

Sobre la teoría de un viejo sabio y la forma correcta de comprender la vida.

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Me hablan de un viejo sabio que dio una charla el otro día y que tiene unas horas para conversar antes de volver al sur, donde vive… y que todo está preparado para que tomemos algo y yo saque material para una entrevista, o un posible reportaje.

Una hora y media después estoy sentado frente a él. Y él habla.

-Como a los 25 años me enteré que remataban unos terrenos en el sur, en una zona increíble, y además a precios que parecían mentira –me dice-. Yo era entonces relativamente pobre, me había casado joven, y ya tenía hijos, pero definitivamente esa vida no me convencía… así que cuando me hablaron de un terreno de cuatro mil metros cuadrados a un precio que para mí era accesible, no lo pensé más tiempo y decidí cambiar de vida… dejando atrás todo…

-¿Cómo todo?

-Todo. Mi trabajo, mi mujer, mis hijos… y me fui allá, sin volver la vista…

-¿A qué se refiere con “sin volver la vista”? –le pregunto.

-A no volver nunca más a todo aquello… nunca más vi a mi familia, ni volví a realizar jamás trabajo alguno para un otro que no fuese un individuo...

-Pero incluso ahora vino a dar una charla… para una Universidad…

-Pero es por promover opciones distintas de vida, esas son mis intenciones… ¿te interesa que siga con mi historia?

-Muchísimo –mentí.

-Ocurrió que llegando a mi nueva propiedad, me di cuenta que me habían estafado, y que el terreno de 4000 metros cuadrados no era en realidad como yo creía…

-¿Era más pequeño?

-No exactamente, es decir, medía los 4000 metros cuadrados que decían los documentos, pero era un terreno que estaba en medio de dos grandes parcelas, cercado por ambos lados, y era en realidad como un gran pasillo, de 4 metros por 1000 metros, y con una sola entrada en uno de sus extremos…

Yo finjo una expresión de asombro, mientras él continúa.

-Por un momento pensé en devolver todo… -dice-, es decir, intentar anular la compra, volver con mi familia… pero de pronto comprendí que eso era una revelación, y que la vida… el secreto de la vida en el fondo… tenía esa forma…

-¿Como un pasillo?

-Claro… una especie de pasillo por donde solo era posible avanzar, nada más… -dice él, enfatizando cada una de sus palabras.

-¿Y qué hizo luego?

-Lo primero fue construir un par de pequeñas piezas al fondo del terreno –me cuenta-, recuerdo que fueron dos piezas de tres por tres metros, al fondo del terreno, y yo tenía que caminar todo un kilómetro desde la entrada de mi propiedad hasta llegar a esas piezas…

-…

-Hice también unos jardines, planté vegetales y poco a poco fui elaborando mi teoría de comprensión humana…

-¿Teoría de comprensión humana?

-Bueno, no es ese el nombre oficial, sino el que se auspiciaba en las charlas… pero es una manera de llamarlas… ¿Me dejas seguir con la historia, para que comprendas…?

-Ok., siga.

-Imagínate que yo lo único que veía era un pasillo largo… como si mi vida entera fuera prácticamente eso… es decir, mi vida entera estaba ahí, en ese espacio, y yo debía adaptarme a su forma…

-¿Y cómo logró adaptarse?

-Construyendo nuevas piezas, siempre en hilera…

-¿Cómo?

-Mira, con el paso de tiempo, comencé a construir nuevas piezas, siempre de la misma medida, tres por tres metros –me explica, mostrándome un dibujo que hizo en una servilleta-, y así, a medida que hacía nuevas piezas, comprendí que ese terreno marcaba verdaderamente el tamaño de mi vida, su forma… la manera incluso en que tenía que vivirse… dejando atrás lo que ya no constituía parte de nosotros…

-¿Y entonces usted fue construyendo nuevas piezas acercándose cada vez más a la entrada de su terreno?

-Sí, desde hace 40 años… dejaba un espacio entre unas y otras y comenzaba la construcción de las nuevas… no he parado desde entonces…

-Disculpe que lo interrumpa –le digo-, ¿pero cómo lo hacía para vivir?

-Para vivir solo hay que avanzar –me respondió de inmediato, como memorizando una frase.

-No me refiero a lo abstracto, sino al dinero, las cuentas, los materiales para construir esas piezas…

-Ah, te refieres al residuo…

-¿Residuo?

-Sí, así lo llamo en mi teoría.

-Pues sí, me refiero al residuo… ¿cómo se las arreglaba?

-La verdad es que tuve la suerte de recibir una herencia bastante amplia –me dice con un tono distinto-, lo que me permitió dedicarme a elaborar mi teoría y poder prepararla de mejor forma para los otros.

-Mmm…

-¿No te convence…? -me pregunta entonces, algo molesto-. Lo que pasa es que aún no te explico los esquemas de comprensión, los diagramas cósmicos…

-¿Es que sabe…? Acá no importa si creo su teoría, yo debo hacer una entrevista y un pequeño texto sobre esto, nada más…

-Pues me gustaría invitarte a entender que no estás aquí de casualidad, sino para aprender…

-¿Y si fuese al revés? –le dije, perdiendo un poco el control que había tenido hasta entonces.

-¿Cómo al revés?

-¿Qué pasa si soy yo el que tengo que enseñarle algo para que se dé cuenta que esa no era realmente la forma de la vida, como usted la llama?

Él me miro entonces como evaluándome y se echó para atrás, en su silla.

-Lo que pasa es que tú debes ser de esos que no se adaptan, o que no saben aceptar la forma real de los acontecimientos, o el alejamiento de los otros… -dijo.

-Pero los otros no se alejaron de usted, sino que fue usted el que se alejó y los terminó abandonando…

-¿Hablas de la familia que tuve hace más de 40 años?

-Hablo de todo… de las piezas que deja atrás, de los espacios clausurados…

-Un espacio clausurado deja de existir -alega-, si no hay quien vea la pieza ese lugar no existe… eso es todo…

-Pero esas piezas existen…

-Sí… desde tu punto de vista sí, pero a esta altura, incluso, deben estar moliéndose, llenas de termitas…

-¿Y qué pasa con el sol y el resto del mundo…? ¿Acaso la luz no busca entrar a esas piezas?

-Quizá, pero no puede, yo incluso bloquee las ventanas al irlas dejando atrás. Las sellé enteras…

-Usted convirtió cosas vivas en cosas muertas, eso fue lo que hizo, -le digo, ya sin guardarme palabras-, ¡dejó de ver situaciones y seres que estaban vivos por creer que la vida se le había revelado de una forma, que para mí es equivocada y egoísta…!

-Para ti es equivocada porque tú estás equivocado…

-Quizá, pero usted enterró cosas vivas, y le dio la espalda a una vida que quizá tenía una forma distinta…

-La forma que descubrí es la forma correcta… -me dice con seguridad-, con el tiempo me acerco al final y volveré a la entrada, con mi última pieza, y mi vida estará concluida y solo habrá que bloquear ese camino.

-¿O sea que usted cree que incluso físicamente ese espacio marca el tiempo que tiene usted de vida…?

-Exacto. Solo que los demás no han encontrado necesariamente su espacio, su corredor…

-Quizá porque esa no es la forma.

-O quizá porque todos tienen miedo de dejar atrás lo que son, y lo que poseen, y a quienes dicen amar.

-…

-Lo que pasa es que a todos les cuesta entender que no pueden estar en más de un cuarto a la vez y acumulan habitaciones, o historias, o seres, que parecen estar vivos… ¡pero están muertos, en el fondo…! y yo sé que están muertos, y no los miro, para que no me engañen…

-¿Pero si se equivoca…?

-No me equivoco.

Yo hago una pausa, mientras lo miro.

-¿Sabe qué creo? –le digo al fin.

-Que estoy equivocado, y que tú estás en lo correcto…

-No, no es eso… yo claramente no estoy en lo correcto y desconozco la forma de la vida si es que tiene una determinada -le digo-, pero lo que creo es que usted dejó gente viva encerrada en esas piezas tapiadas… y si un día se acerca a ellas los va a escuchar, y hasta va a ver que usted también es aún parte de aquello que creyó dejar atrás…

-Lo único vivo que hay en esos cuartos son termitas, eso es todo… y están ahí justamente para renovar eso que ya está muerto… el sol del que me hablabas, por ejemplo… y que buscaba entrar… ese sol está afuera… y lejísimos de nosotros…

-Pero llega hasta acá por algo, por alguna razón… va hasta el interior de las casas y hasta nosotros para dar algo, supongo… y a buscar algo… Eso hace, yo creo…

-¿Y según ese punto de vista qué es lo que yo habría hecho? –me pregunta con un tono soberbio.

-Usted habría hecho algo así como un pacto… firmó un contrato que le permitió darle una forma a su vida… Y claro, esa forma le fue fácil y le acomodó, porque no tuvo que tener responsabilidades… porque todo parecía así desligado del mundo… cada acción estaba separada de sus consecuencias…

-¿Y?

-Y eligió una vida larga y vacía donde no puede llevar nada con usted ni voltear hacia atrás, ni asumir un compromiso con los otros… ni con usted mismo…

El tipo entonces me muestra nuevamente el dibujo que había hecho de su terreno, exaltado.

-¡Compré esto porque quería, porque lo elegí… yo me quedé con lo que quería y lo entendí así…!

-Pero intenta enseñarle a los otros que la vida tiene esa forma para todos…

-Pero es que todos están equivocados, ¿no te das cuenta…? Pasan por su vida abriendo el refrigerador a cada rato para ver que hay dentro, sin siquiera tener hambre… y miran a los otros de la misma forma…

-Pues yo hablo de intrusear por necesidad, por hambre real, no porque sí…

-Tú debes meterte hasta en los refrigeradores malos –me dijo entonces comenzando a ponerse de pie-, y la vida no está hecha para andar hurgando en lo que dejamos atrás…

-Pero tampoco está para ir dejando todo lejos de nosotros… incluso lo vivo… o lo que nos necesita…

-Nada está vivo, salvo tú y tu pasillo que tiene un largo establecido, no hay nada más… ¡y es lo último que te voy a decir!

-¿Sabe que es lo peor? –le decía mientras él comenzaba a caminar y me daba la espalda, igual que a todo-, lo peor es que usted le enseña eso a los otros, y los demás le creen… y se ha transformado usted mismo en una termita que socava el material con el que se sostienen los otros… y hay pilares que nos llevan a ser con los otros, y a ser responsables y que son necesarios…

Pero entonces me callé, pues era estúpido seguir habándole a alguien que ya se había ido. Además, según lo que él mismo había dicho, era impensable que volviese atrás.

Con todo, me sentí mal de haberle hablado así… pues lo cierto es que yo no puedo decir que entienda correctamente la forma de nada… y puede incluso que al contar esto, no haga sino poner en evidencia mi orgullo, y mi ignorancia.

-¡Pero este blog es suyo, sea usted el héroe! –me exige entonces un lector ideal.

Y es por eso que yo, lo cuento de esta forma.

3 comentarios:

  1. Quieres sinceridad? no entendí nada.

    Más sinceridad aún? Ese hombre "sabio" me cae mal por abandonar a su familia.

    jejeje... ya me explicarás..espero.
    Un besote!!!

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  2. gracias por la lectura... pero explicar me está difícil porque entiendo bien poco yo mismo, (salvo el cuestionamiento en la forma en que elijo vivir y que queda dando vueltas)
    un abrazo

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