I.
Por meses fuimos a visitar al abuelo de un amigo que se había vuelto loco y estaba internado en un hospital en las afueras de Santiago.
Era un hospital "lindo" para tratarse de un siquiátrico y contaba con un doctor que organizaba reuniones, donde se les pedía a los paciente contar una serie de historias humorísticas que las familias visitantes escuchaban y aplaudían, sin preocuparse si las historias eran ciertas, verosímiles, o directamente incomprensibles, como ocurría en la mayoría de los casos.
Fue así que, ante el entusiasmo de los pacientes y lo bien que funcionaba la actividad, organizó finalmente el doctor una especie de concurso, financiado por un fondo otorgado por una ONG, donde se grabarían las historias y yo sería el encargado de reseñar algunas, así como de ser jurado para señalar los ganadores.
-¿Hay algún tipo de criterio para otorgar los lugares? –le consulté al doctor.
-Ninguno –me dijo-. Solo hay que estar atento para desviar estas historias cuando puedan tornarse un poco trágicas… aunque por lo general no ocurre, como te habrás dado cuenta.
-Es decir que yo debo recordarles que se trata de historias humorísticas…
-Sí –confirmó el doctor.
Y yo hasta tomé apuntes, para que me considerase una persona seria, y capacitada.
II.
Lo peor de todo es que nunca me he sentido a gusto con actividades donde hay de por medio dinero de fundaciones, o estatales… ni mucho menos cuando estamos utilizando para esto a una serie de personas supuestamente enfermas y drogadas, que intentan disfrazar sus tragedias de los colores que los demás necesitan para aplaudir, sin cuestionar nada de sus propias vidas.
-Pero tú también estás acá para sentirte bueno –me contestó mi amigo tras exponerle mis reticencias.
-¿Es decir que yo soy igual de sucio solo que me mancho con algo distinto al dinero? -Pregunte.
-Exacto –dijo mi amigo-. Solo te vendes a otro precio.
Y yo me quedé en silencio, dándole la razón.
III.
El primero que cuenta su historia es un viejo que venía con los ojos algo desorbitados, y muy nervioso. Lo primero que hizo fue ver a qué distancia se encontraba el doctor y luego contó su historia.
-Un hombre usaba guantes en los pies y calcetas en las manos –dice apresuradamente y se queda en silencio.
-¿Algo más? –pregunto yo.
-Sí, cuando iba al baño a hacer caca, en vez de eso botaba palabras y si había comido mucho gritaba, y tiraba la cadena… -termina de decir el hombre y sale corriendo del lugar, sin esperar los aplausos, que por cierto no llegaron.
El segundo en venir es un tipo gordo y bajo que toma el micrófono y se queda en silencio. Yo miro al doctor y él me dice que lo ayude. La gente le da un aplauso de ánimo.
Como no dice nada yo intento colaborar.
-¿Se trata de una jirafa? –le pregunto.
-Sí, pero sin cuello –me dice él velozmente, como si lo hubiésemos coordinado.
-Y entonces… ¿llega un león?
-Sí, pero sin dientes.
-¿Y qué más pasa?
-Nada.
-¿Y esa es toda la historia?
-Sí, pero sin final. –dice él, y hace una reverencia para recibir el aplauso.
El tercero en cambio se pone a contarnos de su familia. Hila un poco mejor las frases, pero parece algo resentido al contar la historia.
-Mi padre se casó con la mujer más fea porque era la única italiana que conocía y le gustaba Italia –nos dice-. Pero un día él se entera que su esposa era de Chile y la golpea y le bota los dientes, pero cuando los va a recoger y a ponérselos se da cuenta que en realidad era yo, y que su esposa no estaba.
Luego de eso sonríe y muestra sus dientes incompletos al público, que lo aplaude brevemente, algo inquieto.
Luego salen algunos más.
IV.
-No está funcionando bien –me dice entonces el doctor durante un receso.
-¿A qué se refiere?
-No sé, hay algo que no funciona… al menos si proyectamos esto como grabaciones que debemos editar y reseñar…
-¿Se refiere a que esto puede quedar mal como un producto?
-Sí… aunque quizá pueda corregirse. Es decir, la historia de la gallina y la del trapecista parecían ser más útiles…
-¿Cómo más útiles?
-Como de dejar una enseñanza, o una visión más positiva…
-Mmm…
V.
La presentación se termina y los parientes se alejan.
Y yo vuelvo a escuchar las historias, una y otra vez.
Quizá sea cierto lo que dice el doctor, sobre lo de la gallina, y la del trapecista, aunque la del canguro resfriado era realmente enternecedora…
¿Y saben…?
Hoy debía enviar las reseñas y esta semana juntarme a coordinar el producto final, para ser entregado el 1º de agosto… pero acabo de decidir que no haré nada.
O mejor dicho, lo único que haré será borrar esas grabaciones… sobre todo las de esas historias que aparentemente dejan enseñanzas, o parecen más alegres.
Y es que la gente no suele necesitar realmente esas enseñanzas. No tanto como para ir a buscarlas, al menos.
Por lo mismo, decidí no poner esas historias aquí. Y dejar esta entrada inconclusa, mal hecha y sin final.
Y claro, si alguien realmente quiere esas historias, mejor que se ensucie personalmente.
Después de todo, los locos están solos y pueden ir a visitarlos cuando quieran.
Por meses fuimos a visitar al abuelo de un amigo que se había vuelto loco y estaba internado en un hospital en las afueras de Santiago.
Era un hospital "lindo" para tratarse de un siquiátrico y contaba con un doctor que organizaba reuniones, donde se les pedía a los paciente contar una serie de historias humorísticas que las familias visitantes escuchaban y aplaudían, sin preocuparse si las historias eran ciertas, verosímiles, o directamente incomprensibles, como ocurría en la mayoría de los casos.
Fue así que, ante el entusiasmo de los pacientes y lo bien que funcionaba la actividad, organizó finalmente el doctor una especie de concurso, financiado por un fondo otorgado por una ONG, donde se grabarían las historias y yo sería el encargado de reseñar algunas, así como de ser jurado para señalar los ganadores.
-¿Hay algún tipo de criterio para otorgar los lugares? –le consulté al doctor.
-Ninguno –me dijo-. Solo hay que estar atento para desviar estas historias cuando puedan tornarse un poco trágicas… aunque por lo general no ocurre, como te habrás dado cuenta.
-Es decir que yo debo recordarles que se trata de historias humorísticas…
-Sí –confirmó el doctor.
Y yo hasta tomé apuntes, para que me considerase una persona seria, y capacitada.
II.
Lo peor de todo es que nunca me he sentido a gusto con actividades donde hay de por medio dinero de fundaciones, o estatales… ni mucho menos cuando estamos utilizando para esto a una serie de personas supuestamente enfermas y drogadas, que intentan disfrazar sus tragedias de los colores que los demás necesitan para aplaudir, sin cuestionar nada de sus propias vidas.
-Pero tú también estás acá para sentirte bueno –me contestó mi amigo tras exponerle mis reticencias.
-¿Es decir que yo soy igual de sucio solo que me mancho con algo distinto al dinero? -Pregunte.
-Exacto –dijo mi amigo-. Solo te vendes a otro precio.
Y yo me quedé en silencio, dándole la razón.
III.
El primero que cuenta su historia es un viejo que venía con los ojos algo desorbitados, y muy nervioso. Lo primero que hizo fue ver a qué distancia se encontraba el doctor y luego contó su historia.
-Un hombre usaba guantes en los pies y calcetas en las manos –dice apresuradamente y se queda en silencio.
-¿Algo más? –pregunto yo.
-Sí, cuando iba al baño a hacer caca, en vez de eso botaba palabras y si había comido mucho gritaba, y tiraba la cadena… -termina de decir el hombre y sale corriendo del lugar, sin esperar los aplausos, que por cierto no llegaron.
El segundo en venir es un tipo gordo y bajo que toma el micrófono y se queda en silencio. Yo miro al doctor y él me dice que lo ayude. La gente le da un aplauso de ánimo.
Como no dice nada yo intento colaborar.
-¿Se trata de una jirafa? –le pregunto.
-Sí, pero sin cuello –me dice él velozmente, como si lo hubiésemos coordinado.
-Y entonces… ¿llega un león?
-Sí, pero sin dientes.
-¿Y qué más pasa?
-Nada.
-¿Y esa es toda la historia?
-Sí, pero sin final. –dice él, y hace una reverencia para recibir el aplauso.
El tercero en cambio se pone a contarnos de su familia. Hila un poco mejor las frases, pero parece algo resentido al contar la historia.
-Mi padre se casó con la mujer más fea porque era la única italiana que conocía y le gustaba Italia –nos dice-. Pero un día él se entera que su esposa era de Chile y la golpea y le bota los dientes, pero cuando los va a recoger y a ponérselos se da cuenta que en realidad era yo, y que su esposa no estaba.
Luego de eso sonríe y muestra sus dientes incompletos al público, que lo aplaude brevemente, algo inquieto.
Luego salen algunos más.
IV.
-No está funcionando bien –me dice entonces el doctor durante un receso.
-¿A qué se refiere?
-No sé, hay algo que no funciona… al menos si proyectamos esto como grabaciones que debemos editar y reseñar…
-¿Se refiere a que esto puede quedar mal como un producto?
-Sí… aunque quizá pueda corregirse. Es decir, la historia de la gallina y la del trapecista parecían ser más útiles…
-¿Cómo más útiles?
-Como de dejar una enseñanza, o una visión más positiva…
-Mmm…
V.
La presentación se termina y los parientes se alejan.
Y yo vuelvo a escuchar las historias, una y otra vez.
Quizá sea cierto lo que dice el doctor, sobre lo de la gallina, y la del trapecista, aunque la del canguro resfriado era realmente enternecedora…
¿Y saben…?
Hoy debía enviar las reseñas y esta semana juntarme a coordinar el producto final, para ser entregado el 1º de agosto… pero acabo de decidir que no haré nada.
O mejor dicho, lo único que haré será borrar esas grabaciones… sobre todo las de esas historias que aparentemente dejan enseñanzas, o parecen más alegres.
Y es que la gente no suele necesitar realmente esas enseñanzas. No tanto como para ir a buscarlas, al menos.
Por lo mismo, decidí no poner esas historias aquí. Y dejar esta entrada inconclusa, mal hecha y sin final.
Y claro, si alguien realmente quiere esas historias, mejor que se ensucie personalmente.
Después de todo, los locos están solos y pueden ir a visitarlos cuando quieran.
Vian, me impactó muchísimo tu relato. Y tu honestidad me impacta aún más. Gracias por el comentario que dejaste en mi blog de poemas. Fue la forma de conocer tu blog y esta historia. Seguiré pasando por acá.
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