Para hacer la vida más ardua
pido monstruos,
y batallo contra ellos
día y noche.
Quien no los ve piensa que danzo
o que estoy loco,
y que peleo a golpes contra el aire
o contra el viento.
Por eso,
debo parecerles un espectáculo gracioso
y hasta escaso,
lo que los lleva a fotografiarme
cuando estoy inmerso en mis batallas.
Sin embargo,
yo que sé es real
todo esto,
los dejo hacer sin preocuparme,
y ni siquiera intento argumentar
mostrando mis heridas,
lo que transformaría mis batallas
en algo tanto o más certero
que sus erróneas fotografías.
Ellos, mientras tanto,
acumulan imágenes,
de la misma forma como guardan
un sinnúmero de objetos
que utilizan luego como anclas
para asirse a un mundo
del que solo ven la superficie.
Así,
mientras yo peleo con monstruos,
ellos van acumulando objetos…
acercándonos ambos, entonces,
aunque de una manera distinta,
hasta algo que bien podría ser considerado
una derrota
si no fuese porque algo de todo aquello
aún nos sobrevive.
A mí, por ejemplo,
de aquellas batallas,
me sobreviven siempre
un gran número de heridas,
y hasta podría decirse
que algunos monstruos quedan vivos,
pues no alcanzo aunque me esfuerce
a darles muerte a todos.
Ellos, en cambio,
van rodeándose de una gran variedad
de sus objetos,
llegando incluso a confundirse,
en ocasiones,
con sus propias pertenencias,
pero claro,
al final,
siempre es fácil diferenciar
pues los que sobreviven
son siempre los objetos.
Quizá por esto,
aquellos que cuestionan mis batallas
suelen preguntarme
qué es lo que al final diferencia mis acciones…
y por qué yo hablo de ellas
como si fuesen menos absurdas
que las distintas acumulaciones de objetos
de los otros…
“Ellos mueren y su despensa queda llena”
les digo entonces,
pero ellos no entienden...
además, en el fondo están aquí
solo por el espectáculo.
Por eso,
y para que crean que los complazco,
apenas veo venir
al último de los monstruos
de esta noche,
me pongo en buena posición
para luchar…
Pueden fotografiar si lo desean,
les digo,
pero traten de no distraerme,
pues cualquier descuido
puede hacerme fracasar…
y luego ya no hay caso que duerma
y me desvelo.
pido monstruos,
y batallo contra ellos
día y noche.
Quien no los ve piensa que danzo
o que estoy loco,
y que peleo a golpes contra el aire
o contra el viento.
Por eso,
debo parecerles un espectáculo gracioso
y hasta escaso,
lo que los lleva a fotografiarme
cuando estoy inmerso en mis batallas.
Sin embargo,
yo que sé es real
todo esto,
los dejo hacer sin preocuparme,
y ni siquiera intento argumentar
mostrando mis heridas,
lo que transformaría mis batallas
en algo tanto o más certero
que sus erróneas fotografías.
Ellos, mientras tanto,
acumulan imágenes,
de la misma forma como guardan
un sinnúmero de objetos
que utilizan luego como anclas
para asirse a un mundo
del que solo ven la superficie.
Así,
mientras yo peleo con monstruos,
ellos van acumulando objetos…
acercándonos ambos, entonces,
aunque de una manera distinta,
hasta algo que bien podría ser considerado
una derrota
si no fuese porque algo de todo aquello
aún nos sobrevive.
A mí, por ejemplo,
de aquellas batallas,
me sobreviven siempre
un gran número de heridas,
y hasta podría decirse
que algunos monstruos quedan vivos,
pues no alcanzo aunque me esfuerce
a darles muerte a todos.
Ellos, en cambio,
van rodeándose de una gran variedad
de sus objetos,
llegando incluso a confundirse,
en ocasiones,
con sus propias pertenencias,
pero claro,
al final,
siempre es fácil diferenciar
pues los que sobreviven
son siempre los objetos.
Quizá por esto,
aquellos que cuestionan mis batallas
suelen preguntarme
qué es lo que al final diferencia mis acciones…
y por qué yo hablo de ellas
como si fuesen menos absurdas
que las distintas acumulaciones de objetos
de los otros…
“Ellos mueren y su despensa queda llena”
les digo entonces,
pero ellos no entienden...
además, en el fondo están aquí
solo por el espectáculo.
Por eso,
y para que crean que los complazco,
apenas veo venir
al último de los monstruos
de esta noche,
me pongo en buena posición
para luchar…
Pueden fotografiar si lo desean,
les digo,
pero traten de no distraerme,
pues cualquier descuido
puede hacerme fracasar…
y luego ya no hay caso que duerma
y me desvelo.
Solemos confundir las grandes batallas interiores con el más evidente delirio de los locos...¿o será que todos somos locos intentando liberarnos de nuestros propios monstruos??????
ResponderEliminarMe quedo delirando...
Un abrazo