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Nadie me lo cree cuando lo cuento, pero una vez, de pequeño, vi como un tragasables se moría en medio del escenario de un circo.
Él estaba vestido con un traje negro, reflectante, y junto a él había una ayudante con una especie de traje de baño y una humita roja, en su cuello.
Recuerdo lo de su humita porque esa vez descubrí que en otros lugares le dicen pajarita, y yo estaba almacenando ese conocimiento nuevo cuando ocurrió el accidente.
Fue algo simple, en todo caso, ahora que lo recuerdo, pues era apenas el comienzo del acto y ocurrió con la primera o segunda de las espadas que metía por su garganta…
El hombre, según recuerdo, tuvo algo así como un espasmo y se dobló y cayó al suelo, sin sacarse la espada y tomándola del mango con las dos manos, mientras unos payasos se acercaron a ayudarlo e intentaban moverlo lo menos posible, siguiendo los movimientos del tragasables que les hacía señas desde el suelo, como para que lo dejasen ahí.
Luego hubo un receso.
Yo había ido con una tía y un primo. Mi tía comentó algo del accidente, pero dijo que esas espadas no tenían filos y que se acortaban, por lo que no debía ser algo tan grave. Luego nos ofreció dulces o algo así y finalmente se fue con mi primo al baño, quedándome yo cuidando los asientos.
Y claro, fue entonces que comprendí.
El circo no es, recuerdo que pensé. No como algo como poético, sin embargo, a pesar de la apariencia de la frase, sino como una verdad que revelaba algo que se había desnudado, como si lográsemos de pronto ver el esqueleto de un ser vivo.
Y es que el circo, hasta ese momento, había sido un espectáculo… un todo lleno de luces y payasos y piezas que encajaban unas en otras; igual que las risas y el aplauso del público, igual que el mago, igual que el trapecista… igual que las familias que veían aquello, y parecían felices… Pero de pronto… lo que le había ocurrido a ese tragasables había hecho que todas las piezas se soltaran, y nada ya parecía corresponder, y eso que parecía un todo, reveló ser de pronto un montón de cosas aleatoriamente reunidas, sin necesidad de un significado, o un sentido que los uniera…
-¿Todavía no empieza? –preguntó mi tía, al volver.
Yo negué con la cabeza, aunque era innecesario.
Luego se sentó a mi lado. Mi primo traía una maquinita de plástico donde se proyectaba una foto que habían tomado en un inicio y mi tía me entregó una bebida.
Recuerdo que era una bebida más pequeña que la de mi primo y además estaba el asunto de que yo no tenía maquinita. Entonces empecé a recordar que siempre había sido así… mi madre nunca salía, mi padre estaba cesante, y mi tía me llevaba de vez en cuando con mi primo, a quien le ayudaba a estudiar de vez en cuando, como compensación.
Todo era normal, sin embargo… todo estaba hecho para ser aceptado y debo reconocer que las cosas no me “dolían”… no al menos como en esas películas lloronas del niño pobre, sino que eran algo más de esos elementos que se habían reunido ahí aleatoriamente, por casualidad… donde hasta la luz que se proyectaba sobre el escenario descubrí esa vez que era una mezcla de distintas luces, y hasta las palabras revelaron ser un conjunto de sonidos pequeños, que se articulaban extrañamente…
Daban lo mismo las circunstancias, todo respondía a la casualidad, todo estaba formado por fragmentos unidos malamente unos con otros, y que podían romperse en cualquier momento…
Fue entonces que el presentador salió y les contó a todos sobre el fallecimiento del tragasables, y junto con pedirle disculpas y un aplauso para esa última presentación, salieron distintas personas que trabajaban en el lugar, incluida la chica de la pajarita, que resultó ser una de sus hijas, según recuerdo.
Aplaudimos, y ellos se fueron, y luego cambiaron las luces.
Mi tío nos iba a ir a buscar, pero como salimos antes debimos esperar un poco.
Mientras, toda la gente se iba en silencio, como si el mundo hubiese fallado y no se supiese qué rol interpretar, pues nadie tenía un guión alternativo preparado para esa circunstancia.
Yo, en cambio, desde entonces -para esas veces en que nos falla el mundo-, siempre tengo algo que podría denominarse un guión alternativo.
De hecho -debo confesar-, que éste es uno de ellos.
Nadie me lo cree cuando lo cuento, pero una vez, de pequeño, vi como un tragasables se moría en medio del escenario de un circo.
Él estaba vestido con un traje negro, reflectante, y junto a él había una ayudante con una especie de traje de baño y una humita roja, en su cuello.
Recuerdo lo de su humita porque esa vez descubrí que en otros lugares le dicen pajarita, y yo estaba almacenando ese conocimiento nuevo cuando ocurrió el accidente.
Fue algo simple, en todo caso, ahora que lo recuerdo, pues era apenas el comienzo del acto y ocurrió con la primera o segunda de las espadas que metía por su garganta…
El hombre, según recuerdo, tuvo algo así como un espasmo y se dobló y cayó al suelo, sin sacarse la espada y tomándola del mango con las dos manos, mientras unos payasos se acercaron a ayudarlo e intentaban moverlo lo menos posible, siguiendo los movimientos del tragasables que les hacía señas desde el suelo, como para que lo dejasen ahí.
Luego hubo un receso.
Yo había ido con una tía y un primo. Mi tía comentó algo del accidente, pero dijo que esas espadas no tenían filos y que se acortaban, por lo que no debía ser algo tan grave. Luego nos ofreció dulces o algo así y finalmente se fue con mi primo al baño, quedándome yo cuidando los asientos.
Y claro, fue entonces que comprendí.
El circo no es, recuerdo que pensé. No como algo como poético, sin embargo, a pesar de la apariencia de la frase, sino como una verdad que revelaba algo que se había desnudado, como si lográsemos de pronto ver el esqueleto de un ser vivo.
Y es que el circo, hasta ese momento, había sido un espectáculo… un todo lleno de luces y payasos y piezas que encajaban unas en otras; igual que las risas y el aplauso del público, igual que el mago, igual que el trapecista… igual que las familias que veían aquello, y parecían felices… Pero de pronto… lo que le había ocurrido a ese tragasables había hecho que todas las piezas se soltaran, y nada ya parecía corresponder, y eso que parecía un todo, reveló ser de pronto un montón de cosas aleatoriamente reunidas, sin necesidad de un significado, o un sentido que los uniera…
-¿Todavía no empieza? –preguntó mi tía, al volver.
Yo negué con la cabeza, aunque era innecesario.
Luego se sentó a mi lado. Mi primo traía una maquinita de plástico donde se proyectaba una foto que habían tomado en un inicio y mi tía me entregó una bebida.
Recuerdo que era una bebida más pequeña que la de mi primo y además estaba el asunto de que yo no tenía maquinita. Entonces empecé a recordar que siempre había sido así… mi madre nunca salía, mi padre estaba cesante, y mi tía me llevaba de vez en cuando con mi primo, a quien le ayudaba a estudiar de vez en cuando, como compensación.
Todo era normal, sin embargo… todo estaba hecho para ser aceptado y debo reconocer que las cosas no me “dolían”… no al menos como en esas películas lloronas del niño pobre, sino que eran algo más de esos elementos que se habían reunido ahí aleatoriamente, por casualidad… donde hasta la luz que se proyectaba sobre el escenario descubrí esa vez que era una mezcla de distintas luces, y hasta las palabras revelaron ser un conjunto de sonidos pequeños, que se articulaban extrañamente…
Daban lo mismo las circunstancias, todo respondía a la casualidad, todo estaba formado por fragmentos unidos malamente unos con otros, y que podían romperse en cualquier momento…
Fue entonces que el presentador salió y les contó a todos sobre el fallecimiento del tragasables, y junto con pedirle disculpas y un aplauso para esa última presentación, salieron distintas personas que trabajaban en el lugar, incluida la chica de la pajarita, que resultó ser una de sus hijas, según recuerdo.
Aplaudimos, y ellos se fueron, y luego cambiaron las luces.
Mi tío nos iba a ir a buscar, pero como salimos antes debimos esperar un poco.
Mientras, toda la gente se iba en silencio, como si el mundo hubiese fallado y no se supiese qué rol interpretar, pues nadie tenía un guión alternativo preparado para esa circunstancia.
Yo, en cambio, desde entonces -para esas veces en que nos falla el mundo-, siempre tengo algo que podría denominarse un guión alternativo.
De hecho -debo confesar-, que éste es uno de ellos.
cada uno en su rol, en su personaje, pero cuando nos falla el mundo, cuando la realidad se agrieta y tenemos que improvisar a falta de un guión, llega el desconcierto,y no sabemos como actuar en aquel mundo que no posee la coherencia que debiese tener. Una coherencia que al romperse, rompe también con la realidad y por tanto en ese sentido hace que el circo no sea.
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