domingo, 24 de julio de 2011

Arrendé por dos años un departamento al lado de una gran avenida.

.
"Una habitación llena de humo al margen, siempre
ha sido una habitación llena de humo al
margen.
el margen nunca desaparece,
aunque a veces,
lo entiendes mejor."
Charles Bukowski


Arrendé por dos años
un departamento
al lado de una gran avenida.

Era apenas un tercer piso
según recuerdo
o a lo más un cuarto,
por lo que yo calculaba que si caía desde él
era muy probable
que permaneciese vivo.

Desde la ventana podía ver la avenida
y si tenía suerte hasta algún choque
u otras de esas cosas
que la gente suele contar
una y otra vez
cuando no tienen nada propio
de qué hablar
o simplemente se avergüenzan
de hablar de sí mismos.

El departamento estaba algo viejo,
es cierto,
pero no estaba mal
y salvo una vez que se filtró agua
desde los pisos superiores
nunca tuvimos mayores problemas
con aquel lugar.

Y es que los problemas por aquel tiempo
fueron otros…
aunque no sé realmente
si quiero hablar de ellos
ahora mismo.

Además uno tenía cosas
para entretenerse
en aquel lugar…

Por ejemplo,
cada cierto tiempo llegaban cartas
a un japonés
que había vivido ahí,
y como los signos me eran incoherentes
bien podía yo imaginar cualquier cosa
y reescribir en mi mente esas cartas
día tras día,
cambiándolas a mi antojo.

Por otra parte,
como había un gran bar a un costado,
era muy común encontrar de madrugada
chicas abandonadas,
borrachas y con el maquillaje algo corrido
dispuestas a desquitarse con cualquiera
por haber sido olvidadas…
o por tener una última aventura
antes de iniciar una nueva vida,
que por lo general no llegaba.

Con todo,
uno pasaba por el lado de esas chicas
abandonado también a su manera,
y dándole vueltas a qué hacer
para que tu propia chica
terminara de contarte que te había engañado
también unas cuantas veces,
y pudiesen cambiar las cosas
y la confianza
desde entonces.

Eso era lo que pensaba uno, claro,
y es que solemos sobreestimarnos,
y solo cuando te cuentan que sí
que lo que tú pensabas era cierto,
y peor aún de lo que imaginabas,
te das cuenta que tú también tienes grietas
y daños estructurales
por donde se filtraba mucho más que agua,
y el amor que sentías no resulta suficiente
y el mundo entero parece entonces aplastarte
como caído desde una altura mucho mayor
que la de tres o cuatro pisos.

Y fue entonces que comenzaron a secarse las plantas,
y a llenarse de polvo los lugares
y hasta las comidas que preparabas antes
delicadamente
comenzaban a quedar ahora con un gusto agrio
y permanecían a veces intactas
en las ollas
o en los platos que se juntaban
en la cocina.
Olvidados.

Y así, sin darte cuenta,
llega un día el momento en que no aguantas
y te das cuenta que vendiste el corazón
a un precio tan bajo
que avergüenza…
y que nuevamente algo salió mal
y que nuevamente el amor resultaba insuficiente
y los libros te mentían.

Y sí,
fue un lugar lindo un tiempo…
y hasta hubo una vez que nevó
y todo pareció volverse puro…
pero lo cierto es que no supimos
responder a ese regalo,
y la nieve se volvió agua sucia,
y perdimos esa oportunidad.

Hoy, en tanto,
tampoco queda agua sucia,
y mientras los autos siguen pasando
por esa avenida,
yo invierto la posición
y puedo ahora mirar
hacia el interior del departamento.

Desconozco quién vive ahí
o si siguen enviando cartas a ese japonés
cuyo nombre he olvidado…

A un costado, sin embargo,
si pasas a la hora correcta,
puedes aún encontrarte con esas chicas abandonadas,
y uno hasta quisiera acercarse a ellas
para abrazarlas y decirles que todo va a cambiar…
pero lo cierto es que estamos hechos para equivocarnos
y el roce de la carne con la carne
terminaría sin duda confundiéndonos
también a nosotros,
y llamando amor nuevamente
a algo que sin duda
no lo era.

3 comentarios:

  1. m... me pasa algo similar cuando veo personas demacradas, chicas mapaches con el maquillaje de ojos corrido. Solo que claro, en vez de un abrazo, que puede confundir no tan solo de esa manera, sino que de muchas, he tenido muchas veces las ganas de comprar caramelos para no se, algún día poder regalárselo a alguien que en realidad necesite distraerse aunque sea un minuto y perderse en el rico sabor de un chocolate o un caramelo que es regalado en el preciso momento en que todo parece ir mal.

    Me pregunto si esa persona que escribía las cartas, sufrirá por no recibir nunca una respuesta. Quizá sea algo mafioso, y luego de su estadía mandaron a matar a alguien por no responder a las demandantes cartas.

    Saludos Vian.

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