jueves, 14 de julio de 2011

Vian, exhibicionista sin abrigo.

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I.

Se me acerca una chica en la calle. Como de mi edad. Con una expresión simpática y apurada porque está lloviendo y anda sin paraguas y a lo mejor porque intuyó que me desaparezco en estos casos.

-¿Te acuerdas de mí? –me dice.

Yo la miro e intento recordar, pero al final hago un gesto negativo con la cabeza. Ella explica.

-Íbamos juntos a un taller literario en la Sociedad de Escritores, con P. D., uno de cuento y de crónica… ¿te acuerdas?

-Mmm… no… Y no recuerdo haber ido a un taller literario, y menos con P.D., que escribe una mierda…

-Sí sé… se lo dijiste la única clase que fuiste, cuando intentábamos describir una gallina y tú llegaste borracho y hablaste hasta que te tuvieron que sacar y hasta imitaste la gallina…

-¿Yo imité una gallina?

-Sí, dijiste que ibas por una porque describirla en ausencia era como ir a la iglesia a escuchar de Dios… y entraste después y cacareaste y hasta te subiste arriba de la mesa… Ja, ja… y le picoteaste la cabeza a P.D…

-¿Le picoteé la cabeza a P.D.?

-Sí… o sea no fue picotear derechamente, pero hubo golpes pequeños y papeles rotos… ¿de verdad no te acuerdas?

-Mmm… ahora que lo dices tengo como un flash… pero puede que me lo invente…

-Es que estabas muy borracho… creo que te interesaba quedar en dramaturgia para conocer a Radrigán, y hubo una confusión… ¿te acuerdas de lo que decías de la gallina?

-Nada. De hecho no sé qué se puede decir de una gallina.

-Yo me acuerdo muy bien. La definías como un animal que se compone de lo exterior y de lo interior… “Si quitamos el exterior” dijiste, “queda el interior… y si quitamos el interior queda el alma”… y lo repetías mil veces…

-Parece que te quedó grabado…

-Sí… Mi cuento de finalización de taller fue de aquello…

-¿Y salía yo?

-Claro… eras el protagonista…

-Mmm… capaz que hasta haya robado esas frases… a veces me pasa citar libros o películas cuando estoy borracho y luego viene el desencanto de recordar que no tenía nada propio qué decir…

-Yo creo que sí lo tenías… De hecho fuiste mi ídolo en ese tiempo… o desde ese tiempo…

-¿Eres una admiradora, entonces?

-Quizá, pero no pienses mal de esto… no es que yo quiera –aquí ella hizo un gesto repetitivo moviendo los brazos hacia atrás y adelante- contigo…

-¿Esquiar conmigo?

-No… Ja, ja… Tener sexo, me refería… no pienses que me acerco por eso… Además, y esto va como secreto, me gustan las mujeres…

-Pues mi secreto es que soy la mujer barbuda…

-Ja, ja… de todas formas las prefiero sin barba…

-¿Y prefieres también seguir bajo la lluvia o entramos a ese local y pedimos unas cervezas?

-Ok., pero yo preferiría un café…

-Con razón fuiste al taller con P.D.

-No entiendo…

-No importa.


II.

Tras la primera cerveza y el primer café comienzo a pensar que fue un error entrar ahí, y que realmente no tenía nada que hablar con esa chica. Ella, sin embargo, seguía hablando sin parar sobre distintas cosas, que ahora no recuerdo.

-¿Te has dado cuenta de algo? –me dijo entonces.

-¿De qué?

-De que mientras más hablamos menos significan las palabras.

-Pero yo casi no he hablado…

-No me refiero a esta conversación en particular, sino a todas… ¿te has dado cuenta que mientras más se usan las palabras estas terminan gastándose y perdiendo el sentido…?

-¿Como un chicle?

-Puede ser, solo que las palabras se desgastan aún más rápido y no hay cómo pegarlas debajo de las mesas…

-Mmm…

-Una vez me pasó eso con mi novio…

-Creí que dijiste que te gustaban las chicas…

-Sí, pero igual tuve uno hace muchos años… El punto es que él hablaba mucho… más que yo incluso, pero lo malo es que nunca sabías cuánto de cierto había en lo que estaba diciendo. Por ejemplo, muchas veces que debíamos juntarnos él llegaba acompañado de alguna chica, y cuándo yo le preguntaba quién era ella, él me decía que era una hermana…

-¿Y nunca comprobaste si lo eran realmente?

-No hubo necesidad, me di cuenta cuando llegó como a la número 20 y todas de edades similares…

-¿Y?

-Y nada… él seguía hablando… pero el punto aquí es la cantidad de verdad que posee aquello que hablamos… es decir, hay cosas que las palabras no pueden enmascarar, pero en todo lo demás…

-Espera un poco, ¿qué cosas no pueden enmascarar las palabras? No entiendo eso…

-Me refiero a las cosas que son lo que son.

-¿Por ejemplo…?

-Por ejemplo… no sé… un plato… Un plato siempre será un plato, o un hombre siempre será un hombre… y hasta la vida incluso… siempre será la vida… ¿no te parece?

-No. Me parece que eso es hablar con el eco. Además bastaría con quebrar este plato para demostrarte que un plato no siempre es un plato, o con matar a un hombre…

-Pero es que entonces el plato ya no sería un plato y el hombre sería el cadáver de un hombre… pero yo me refiero a su estado concreto…

-Mmm…

-¿No me crees?

-¿Es que sabes? Yo una vez trabajé de garzón para el tipo más enervantemente ahorrativo que he conocido…un hueón que mandaba recoger los restos de vino que quedaban hasta en las copas, para volver a embotellarlos… y que incluso estuvo cerca de pedir que recogiésemos las migas del pan, para armar otros nuevos, con las sobras…

-Como Jesús cuando daba de comer y recogía los restos en canastas…

-Mmm… no sé… quizá… Pero lo que ocurrió en este caso fue que al final me hastié de escucharlo todo el tiempo, y me di el trabajo de reunir las migas (fue el día que renuncié, de hecho) y las junté todas y se las llevé al dueño… y sabes… ¡eran una miseria! Aquello era un pequeño montón de suciedad que ni siquiera hacía el bulto de un pan pequeño… si tenía hasta pelusas dentro y estaba asqueroso… Y al final era como si aquello, siguiese simplemente siendo un montón de fragmentos, reunidos quizá, pero fragmentos al fin y a cabo…

-¿Y eso tendría que ver con las palabras?

-Claro… ¡no se puede armar un pan con migajas…!

-¿Por qué no?

-¡Porque son ínfimas…!

-¿Son pocas?

-No... No es cuestión de cantidad, sino de significado, de pureza incluso…

-¿Y si buscásemos la miga más bella?

-¿Cómo…?

-¿Qué pasa con el amor, por ejemplo, tiene que ver algo con eso?

-No lo sé… tendría que tratarse de eso que llaman un amor verdadero… y no sé bien qué es eso…

-¿Pero qué crees?

-Yo creo que a veces confundimos una imagen con una persona viviente… y a la persona viviente con algo más… y llegamos así a hablar de niveles de desnudez, o de existencia si prefieres, para que no te espantes…

-¿Notaste que me espanté…? Es que a veces me complica eso de la desnudez… es como con lo que decías de la gallina, esa vez… disculpa…

-No importa, simplemente quería decir que es posible que todos contengamos en el fondo los mismos niveles, y la explicación sea siempre así de básica…

-Sí… lamentablemente en mi caso, no creo poder hablar de forma certera, como para tener acceso a esos niveles… es como si no supiera caminar y me tropezara a cada rato…

-Lo que pasa es que se aprende a hablar bien solo cuando se ha renunciado antes a la vida, en algún momento… y no tienes pinta de haberlo hecho...

-¿A la vida de todos los días?

-No… a esa es fácil renunciar, hablo de la otra, esa que no entendemos, pero de la que no abdicamos…

-¿Y habría que renunciar para que contenga verdad aquello que queremos decir?

-Puede que sí… Es decir, si así fuese, hablar sería casi una resurrección con respecto a la vida… o, en otras palabras, al hablar existiría una vida que no existe cuando no se habla…

-¿Estás citando algo…?

-No sé realmente… supongo que hablar es citar siempre, pero lo importante es que sea desde uno… y que exista una búsqueda en eso… Y claro, en ese sentido, quizá habría que aceptar incluso la mentira como una forma más que adopta el pensar, aunque esto no la alejaría de la verdad, aunque suene contradictorio…

-¿Entonces habría más de una mentira?

-Claro… Mira, supongamos que tú buscas la palabra precisa, para expresar algo, pero no la encuentras… pues bien, entonces aparece cierto tipo de mentira que no es más que una forma de acercarnos a la verdad, y mentimos luego para acercarnos a nombrarla… Esa es la mentira buena, por llamarla de alguna forma… la mentira verdadera…

-¿Y la otra?

-De la otra no vale la pena explicar nada… es la mentira clásica simplemente… “Nos volveremos a ver”, “No me he acostado con él, o con ella” o “te devolveré el dinero mañana”…

-O sea que de nuevo estás hablando de los niveles…

-Sí, siempre la gallina…

-¿No podrías cambiar la imagen, por esta vez?

-Piensa entonces en un hombre, un hombre con un abrigo… un exhibicionista, tal vez… y distingue niveles de exterioridad e interioridad en sus manifestaciones, y trasládalo al orden que quieras del pensamiento, y podrás sacar conclusiones universales…

-Pero si quisiese situarte a ti, lo que tú me dices, por ejemplo… ¿qué serías?

-¿Qué sería yo a partir de ese ejemplo?

-Sí, ¿qué serías tú?

-Pues yo sería un exhibicionista sin abrigo, sin duda.

-¿Y qué te sacas entonces cuando te desnudas?

-¿Qué me sacaría? ¿De verdad quieres saber…?

-Sí…

-¡Esto…! ¡Mira…!

-¡Aaaaaa….! Perverso…! –Gritó ella, mientras salía corriendo.

Yo, en tanto, pedí una última cerveza. Y luego, me puse a cacarear.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Que buen final de la historia! Entendí super bien la idea (:!
    Me gusta tu blog Vian!

    Saludos

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