martes, 5 de julio de 2011

Entre fierros retorcidos.

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No debe ser fácil sacar a un hombre de entre fierros retorcidos, aunque claro… debe ser todavía menos fácil ser el hombre que está entre los fierros retorcidos.

Pienso en un choque por ejemplo, en las personas que salen despedidas y atraviesan el vidrio, y en aquella a la que hacen referencia siempre en las noticias, acompañándola con una toma poco clara:

“El otro ocupante del vehículo, el señor X.X., fue retirado por personal de bomberos, de entre los fierros retorcidos…”

Y como esa es por lo general la última descripción, la frase final de la notica queda en uno como un eco, y uno hace relaciones inconscientes y puede que luego terminemos pensando en el hombre como un recién nacido tras el trabajo de parto, y nos olvidamos por completo del accidente y nuestras sensaciones cambian. Y claro, a veces no nos damos cuenta, de ese cambio.

Yo mismo, por ejemplo, acostumbrado a escuchar la descripción en las noticias, no supe qué hacer tras encontrarme con un grave accidente donde había, sin duda, un hombre –en vivo y en directo-, entre fierros retorcidos.

Y es que venía yo de vuelta de una reunión de apoderados cuando me encontré con un auto volcado junto un camión que había impactado a un tercer vehículo, y en medio de todo eso, por supuesto, un hombre en las condiciones ya descritas.

-Si no va a ayudar retírese- me dijeron entonces, tras haberme acercado mucho al accidentado.

Y yo, razonablemente –y hasta en silencio-, me retiré.

Sin embargo, ahora que he tenido algo más de tiempo para pensarlo, he llegado a la conclusión que nadie realmente, puede ayudar a un hombre que se encuentra entre fierros retorcidos.

Y es que claro, quizá pueden sacarlo de ahí, cortar fierros, mover estructuras, y hasta en una de esas decir que han logrado “salvarle la vida”… ¿pero saben? Con el tiempo he aprendido que salvarle la vida a alguien es mucho más que liberarlo de unos cuántos fierros retorcidos.

Ahora bien, no digo con esto que tenga totalmente claro en qué consiste o cuál es la forma correcta de “salvarle la vida a alguien” –sobre todo teniendo en cuenta que esos alguien tienen todos una vida distinta-, pero podría apostar lo que fuese a que no es cortando fierros, como decía antes, ni de ninguna otra forma así de concreta.

Por otro lado, creo que no he dejado claro que, al menos para mí, salvarle la vida a alguien es simplemente una insensatez, o hasta un abuso de confianza, según se mire.

Y es que a veces me cuestiono: ¿le pregunta alguien al hombre que está entre los fierros retorcidos si quiere ser salvado…?

Y ya que estamos en eso, nosotros mismos… ¿queremos ser salvados…? ¿Queremos que venga alguien o un grupo de” álguienes” y determine que estamos viviendo en medio de otros fierros retorcidos, y decida entonces, liberarnos?

Pues bien, voy a responder por mí:

“No quiero ser salvado”

Y no me importa si estoy entre fierros, o entre astillas o entre confortables almohadones… simplemente quiero que me dejen en mi sitio, y hasta pagaría por tener una especie de aviso luminoso que diga algo así como “si me ve en peligro, no me salve” o “lo que pase entre esos fierros retorcidos y yo es simplemente cosa mía”…

Y sí, lo mismo vale si me atrapo un día entre mis libros, o mis palabras, o entre botellas, o entre recuerdos: No quiero que me vengan a sacar.

Tómenlo si quieren como una aclaración, o un pequeño alcance, pero ténganlo en cuenta…

Ahora quiero descansar.

Eso es todo lo que hoy tenía que decirles.

1 comentario:

  1. Nunca he visto morir a un hombre. Sí a un perro. Hoy. Esperaba al semáforo parra cruzar. Mienten quienes dicen que no hay experiencia de la nada:¿miraba la calle? Con un golpe seco despertó la realidad. Un perro blanco frente a mí, quebrado por un auto. Pregunté a una conocida qué sucedió. Me explicó, vuelta la cara, que había pasado y que no era agradable de ver. Un hombre cogió el animal, lo dejó en la vereda. Se movía un poco, gemía. Me reí, nervioso. No hay diferencias entre un hombre distraído y un animal distraído, en lo tocante a accidentes. Pero hay otra especie que sólo sucede a los hombres. A los perros, pienso, no hay que rescatarlos de sí mismos. Hay animales que agonizan sin emitir quejidos entre fierros retocidos, como una mano que abre un libro con el gesto de la que se cierra sobre un vidrio.

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