martes, 26 de julio de 2011

La lluvia me aturdió, como si fuesen piedras.

.
"El amor del hueso,
por la tierra que lo descompuso, eso
es lo que permanece"


Estaba tan borracho
y tan solo,
que se me ocurrió
jugar a la locura.

Quebré botellas,
me enfrenté a golpes
y queriendo vomitar el mundo
terminé vomitándome encima
quizá demasiadas veces.

Maldije los caminos,
escupí rostros
y arañé la tierra
hasta que las piedras terminaron
arrancándome las uñas.

Entonces la lluvia cayó
y me aturdió
como si hubiesen sido piedras.

Y todo lo que en mí se había endurecido
terminó cayendo entonces
como cáscara.

Antes, sin embargo,
poco me faltó para hacerme fama:
me dieron premios,
me gritaban genio,
y decían que mis escritos
eran dictados por el demonio
que venía a quemar el mundo.

Pero claro,
uno en realidad no era un genio,
y los demonios se consumieron a sí mismos
como fósforos,
y la rabia no es
un combustible eterno
y hasta a veces ciega.

Una vez me contaron,
por ejemplo,
que estando ebrio abrí una jaula
porque quería liberar un pájaro,
pero por más que lo intentaba
el puto pájaro no volaba,
le movía incluso la jaula
para que saliese
y el ave no se iba…
entonces, desesperado,
agarré al pájaro en castigo
y lo apreté en mi mano,
y solo cuando el animal se quedó quieto
me di cuenta que en mi mano
tenía una rata muerta,
y que aún estaban sus dientes enterrados
en mi carne.

Pero claro,
esto fue antes que la lluvia
cayera sobre mí,
como si fuesen piedras…

Y el bautismo aquel me ablandó
y me dio un nuevo nombre,
aunque a diferencia de otros bautismos
esa vez
no se perdonaron mis actos.

Devolví los premios,
renuncié al amor
y quemé mis antiguos escritos
y mis pertenencias.

Con todo,
no creo ser mejor que antes,

pero me siento más honesto

y el pequeño peso que cargo
tiene ahora, al menos,
un sentido claro.

Un día quizá,
Incluso,
escriba una palabra pequeñita,
y será el momento entonces
de un nuevo bautizo…

Hasta entonces,
sin embargo,
simplemente soy Vian,
y aunque las piedras sigan cayendo sobre mí
¡y sobre tantos!
yo las agradezco,
y las recibo como si fuesen
el gesto de un dios que también
juega a la locura,
profundamente solo
y vomitado también
sobre sí mismo.

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