martes, 24 de mayo de 2011

Escapar de la epistemología.

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“La única manera
de escapar a la epistemología
es reafirmar que cada discurso
especifica sus propios objetos”
.

I.

Analizando distintas vías de escape que permitan crear un “corredor” entre la realidad discursiva y la realidad extradiscursiva, y con la esperanza de que a través de él podamos llegar a esa región que debe existir como destino final de dicho escape, es que me encuentro de pronto leyendo unos escritos postestructuralistas que plantean de cierta forma el fin de la epistemología a partir de la total independencia –o dependencia exclusiva a sí mismo- que tendría el discurso, entendido casi como forma viva.

-¿Por qué casi? –me pregunta entonces Hirst.

-¿Por qué forma viva y no sistema vivo independiente? –me pregunta Hindess.

Pero yo, claro, no les respondo de inmediato.

Me doy un tiempo, en cambio, para contarles a ustedes que Hirst e Hindess son dos conejos blancos. Parecidos a esos que antaño sacaban los magos de sus sombreros y que causaban el asombro de esos mismos que hoy en día ya son incapaces de sorprenderse ante cualquier cosa.

-¿Acaso plantea usted que ya no causamos asombro alguno? –interrumpe Hindess.

-¿Qué es eso de que somos dos conejos? –agrega Hirst.

- ¿Dos conejos cada uno o que ambos somos un conejo? – (Hindess, otra vez).

Yo los miro un rato y trato de dilucidar si vale la pena o no contestarles en serio, o si sus preguntas buscan solamente molestar, o hacerme perder tiempo… pero al final, son ellos mismos los que continúan hablando:

-Además eres contradictorio en tus expresiones –me dice Hirst.

-Sí –afirma Hindess-, planteas por ejemplo la necesidad de un escape y luego hablas de un “corredor” a través del cual podamos llegar hasta el mismo escape.

-O sea un corredor/escape que conduzca hacia sí mismo… – (Hirst otra vez).

Así, mientras van planteando sus preguntas, y sus críticas, yo busco las palabras precisas para hacer desaparecer estos conejos, pues sin duda se están entrometiendo al interior de la idea de escape que me había propuesto buscar en un inicio.

-¿Qué idea de escape? –dicen entonces Hindess y Hirst, al mismo tiempo.

Y yo trato entonces de explicar un poco aquel asunto.


II.

-Verán –les digo-, ante todo no quiero complicarme. Demasiado complejo ya es el mundo como para que creamos que la división y el análisis pueden ayudarnos de alguna forma a la comprensión de todo esto… o apelar a nuevas distinciones, o jugar a los acertijos sobre qué no es el mundo… Además, ¿para qué escapar de la epistemología? ¿Cuál es la necesidad de plantear un discurso que existe como objeto de sí mismo y no hace referencia más que a sus propios elementos y significados?

-Creo que no nos entiendes –dice entonces Hirst.

-Incluso estás juzgando mal nuestra existencia –complementa Hindess.

-No puedo entender mal nada –digo yo, cerrando el asunto-. Todo es cierto en el discurso a partir de su consistencia interna y eso es justamente lo que lo hace independiente del sistema de las cosas reales -como lo llaman en ocasiones, ustedes mismos-… Por otro lado, el escape es simplemente eso, la condición del escape… el “momento” que existe entre el mundo real que podríamos llamar “tradicional”, y el mundo discursivo…

-¿Pero entonces…? –intentan interrumpir Hindess y Hirst.

-Entonces nada –digo yo-. Entonces el asunto llega hasta acá y yo decido sacarlos del discurso, sin contemplaciones…

-¿Pero no podrías…? – (Hirst y Hindess otra vez)

-No, no podría – (Yo. Vian).

Y ambos conejos desaparecen.


III.

No sé cómo explicarlo, pero créanme que ocurre algo en extremo extraño cuando intento contar lo que sucedió a continuación.

Y es que cada vez que expulso a Hindess y Hirst de mi discurso, ellos aparecen en mi cuarto, a un costado de la cama.

Sin embargo, apenas quiero hacer referencia a ellos –decir “¡mírenlos!”, por ejemplo-, ambos seres desaparecen, sin dejar rastro alguno, y hasta haciéndome dudar, en reiteradas ocasiones, sobre si estuvieron aquí o no realmente…

En este sentido, me parece percibir que aquel escape que en un principio creí posible a partir del reconocimiento de los “espacios libres” que quedarían entre estos dos mundos, me parece ahora un poco más esquivo e imposible, a no ser que lo situemos necesariamente en algo que podría ser la “intersección de ambos mundos” –“espacios llenos” entonces-, pero que debemos situar, necesariamente, al interior de uno de los espacios antes mencionados (mundo extradiscursivo o mundo intradiscursivo).

Así, para terminar, podríamos decir que es probable que exista en ambos mundos un sombrero desde el cual sea posible hacer aparecer estos conejos –o realizar el truco mejor dicho, pues ellos estarían agazapados ahí, en el fondo falso del mismo sombrero-.

Luego, y solo a partir de la elección realizada –es decir, a partir de qué sombrero uno elija-, habrá que asumir entonces la responsabilidad de nuestra elección, y comprender al mismo tiempo que el “escape” tan ansiado, correspondía simplemente al viaje que realizamos hacia aquello que decidimos por nosotros mismos, y, en definitiva, aquello que nuestras acciones están llamadas a transformar, dando forma de paso, a nuestra propia existencia (nuestro propio “espacio de existencia”).

1 comentario:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=1H-qTWw94gE
    adiós paradigma economicista.

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