viernes, 6 de mayo de 2011

Apuntar con el dedo.

.
.
Me enseñaron que era de mala educación
apuntar con el dedo.

Mucho más si la observación que uno iba a realizar
estaba relacionada con la singularidad de alguien,
o la minusvalía,
o cualquier tipo de limitante,
o anomalía física.

Recuerdo por ejemplo que una vez
mi madre me pegó una cachetada
porque yo había preguntado,
mientras apuntaba con el dedo,
“¿por qué él es así?”.

Y claro, al otro lado de la calle
iba un niño con el rostro quemado,
mientras un adulto lo empujaba por la espalda
para que fuese más rápido.

Lo malo, sin embargo,
es que sinceramente,
recuerdo que esa vez yo preguntaba por el adulto,
-que estaba demasiado apurado
y caminaba sin mirar a nadie-,
y ni siquiera me había fijado en el rostro quemado
de aquel niño.

Cómo sea,
el asunto es que apuntar con el dedo
pasó a ser una de esas cosas necesarias,
pero proscritas,
que complican la vida
sólo por no saber qué hacer con el temor
de encontrarse con un otro
lo suficientemente distinto
como para ser objeto de interés.

Y es que debemos reconocer
que resulta extraño apuntar
aquello que es similar a nosotros,
y más aún cuando intentamos señalar
algo en ellos
que no se ve a simple vista.

Es decir,
nadie anda por ahí apuntando sensaciones,
ni mucho menos dirigiendo su dedo
en dirección de sí mismo…

Además,
acostumbramos señalar
aquello que en primera instancia
no sabemos cómo nombrar,
eso que el lenguaje no atrapa porque su singularidad
le permite escapar de nuestras palabras
y refugiarse en la lejanía,
o en la masa,
donde sólo podríamos ir a buscarlo
con ayuda de nuestro dedo,
cosa que, como decíamos,
no debe realizarse,
por razones de buena educación,
y apego a las conductas aceptadas.

Existe, sin embargo,
otra razón para no apuntar a un otro
con un dedo.

Una razón que se origina
en las cercanías del deseo que tenemos
por no dejar nunca de ser un yo
y no convertirnos en un otro,
para un otro…

Es decir,
algo hay de resguardo en aquella norma
que nos protege también
de ser apuntados
y excluidos,
y ser considerados extraños
o singulares,
para todos aquellos que extienden sus dedos
hacia nosotros
como si nos estuviesen condenando.

Y es que nadie quiere ser especial
por estos días…
o no al menos cuando el costo
es convertirte en alguien
que puede ser señalado culpable
en algo así como un juicio abreviado
donde no es posible defenderte.

Por último,
me quedo con la carta de Van Gogh
donde le cuenta a Theo que,
cuando pequeño,
encontró la lápida en memoria de un hermano
que nunca hasta ese entonces
se había enterado que existió
ni que había llevado
su mismo nombre:

-¡Miren! –habría dicho-,
esa lápida tiene mi mismo nombre…
tal vez yo estoy enterrado
y no lo sepa…

Pero claro,
lejos de aclararle la situación,
lo que sucedió fue que lo castigaron
por haber apuntado aquello
con un dedo,
y Vincent comprendió entonces
(según le cuenta a Theo)
que la verdad no está ahí
para ser vista,
y que hasta Dios, quizá,
permanezca así,
entre los hombres,
sin que nadie se atreva
a indicarnos nunca
su presencia.

5 comentarios:

  1. huy a mi me castigaron por esta razón tmb, me encanto! :xd

    ResponderEliminar
  2. nadie sabe donde está la puta verdad...

    ResponderEliminar
  3. Y que pasará con los niños sordomudos? Aquellos que están en la edad del Por qué... y que no pueden hablar?
    Les dará un permiso especial el Vaticano como para poder apuntar?
    Me pasa que muchas veces olvido que es de mala educación,y claro, apunto aquello que me parece relevante comentar con alguien.
    La verdad es que los dedos no tienen superpoderes para destruir el orgullo de nadie, no entiendo cual es la molestia. Si cuando miro a alguien, no es lo mismo que apuntar con el dedo a alguien, pero con los ojos?

    A veces difiero demasiado de estas leyes sociales éticas sin sentido.

    Saludos Vian, si alguna vez me reconoces en la calle...APÚNTAME CON EL DEDO!

    ResponderEliminar
  4. Mentira, no preguntaste por el adulto, porque si no no habrías preguntado "¿Por qué él es así?", sino "¿por qué va tan rápido?" o algo similar...

    ResponderEliminar
  5. Ves? quizá tú también habrías pegado, o cuestionado, sin saber. Así es como se tuerce el interior de las personas. Así es como se deja de creer en los otros y comienzas a cuestionarte hasta aquello que sabes hiciste a partir de otras razones.
    Así nos ensuciamos.
    Así es como podemos llegar a ser alguien equivocado asumiendo culpas que no nos pertenecen.

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales