-¿Y bien, doctor?
-Mire Vian, para ser sincero, no sabría dar un diagnóstico preciso.
-¿Ayudaría si me hago exámenes… o radiografías?
-Mmm, quizá, pero es que el problema es otro…
-¿A qué se refiere, doctor?
-Mire, voy a ser franco…
-Gracias, doctor.
-Pues bien, escuche atentamente: yo ejerzo hace 25 años esta profesión, y en todo este tiempo, usted es el único paciente que ha venido sin tener síntomas…
-¿Eso es grave?
-No… y no me interrumpa, por favor, para que nos entendamos bien.
-De acuerdo. Disculpe.
-No se preocupe, pero escuche: Mi labor consiste, en general, en escuchar los síntomas que un paciente me indica… digamos dolor de cabeza, diarrea, hinchazón abdominal, náuseas, etc., para luego, a partir de esos síntomas, realizar una serie de observaciones o exámenes que permitan…
-Disculpe…
-…
-No quería interrumpir, pero, ¿a qué se refiere con síntomas?
-¿De verdad no sabe qué es un síntoma?
-Eh… bueno, me sé la definición, pero no sé si eso sirva de mucho.
-¿Qué definición se sabe?
-Mmm… algo así como que un síntoma es una señal, o indicio de algo que puede estar sucediendo o que va a suceder.
-Perfecto. Esa es la definición correcta.
-Sí, pero ¿cómo puedo saber yo que algo es señal o indicio de algo que aún no sucede…?
-No lo entiendo.
-¿Cómo puedo yo diferenciar mis acciones y sensaciones comunes, de aquellas que pueden ser consideradas síntomas?
-Mmm… pues digamos que tiene que ver con la idea de molestia, o incomodidad… es decir, todo aquello que ocurre fuera de nuestra normalidad...
-¿Y si uno no tiene normalidad?
-¿Cómo…?
-Eso… si uno no tiene normalidad… o sea, ¿qué pasa si uno no distingue bien entre lo que es normal y lo que ocurre fuera de este parámetro?
-Pero es que todos tenemos normalidad. Entiéndame, yo no me refiero a normas correctas o erradas, sino a lo que es común para uno… lo habitual…
-Pero es que entonces todo es habitual.
-No lo entiendo.
-Claro… si nada de lo que hago me sorprende… más allá de que sean cosas nuevas o distintas, si todo me resulta común…
-Es que si es así, volvemos a lo que le decía en un inicio: usted no tiene síntomas, por consiguiente, está sano.
-¿Y si en realidad estuviese sufriendo de una enfermedad sin síntomas… una que no deja huellas concretas a partir de las cuáles ser rastreada…?
-Entonces nunca podríamos descubrirla, Vian.
-Pero eso sería terrible.
-No sé si sería terrible, Vian… más bien sería común, solamente.
-Pero imagínese eso común, lo habitual… día tras día… ¿no sería algo así como un envenenamiento lento…?
-Pero no se muere uno de eso, Vian.
-¿Y de qué se muere uno, doctor?
-No sé… de todo menos de eso… Creo que usted se está complicando demasiado, Vian. Además, ¿tiene usted algo concreto de qué quejarse?
-Es que no puedo quejarme de nada, doctor.
-¿Por qué?
-Porque me duele cuando me quejo.
-¿Cómo?
-Eso, doctor. Me duele cuando me quejo. Me duele en un no-lugar. Me duele el vacío de no tener de qué quejarme o a quién quejarme…
-¿Y quedaría más tranquilo si yo le diese un remedio, o algo?
-No creo en los remedios, ni en las curas. Pero me hubiese gustado tener un diagnóstico. ¿No podría usted diagnosticarme algo y anotarlo en un papel?
-¿Quiere una licencia fraudulenta?
-No. Sólo un diagnóstico. Un papel que diga “Vian tiene esto”, o “Vian tiene esto otro”, o “Vian está condenado a muerte”…
-Pues sinceramente tendría que inventarle algo.
-¿Y podría hacerlo?
-Quizá podría intentarlo, pero sólo si usted se compromete a no hacerlo público.
-Mmm, pues quizá lo mencione en un blog, pero lo haré parecer como algo falso, como fruto de mi imaginación…
-Pues está bien entonces… mire, deje escribir… ya, acá está el papel…
-…
-¿Qué sucede?
-Que no entiendo la letra, doctor.
-Ah, pues déjeme leerle… acá dice: “Se establece que el paciente Vian padece del mal de Gulliver…”
-¿Y qué es eso, doctor?
-¿Se acuerda usted de Gulliver, su viaje con los enanos y con los gigantes…?
-Sí. Me acuerdo.
-Pues bien. Usted es como Gulliver, sólo que naufraga en islas donde todos son de su misma especie, pero a la vez, usted no logra identificarse con ninguno de ellos.
-Mmm… suena grave.
-Pero cómo suene no debiese alterar lo que usted siente…. Además podríamos decir que usted padece del mal de Gulliver de forma endógena…
-¿O sea que yo produzco mi enfermedad?
-Digamos mejor que no hay diferencia entre usted y su enfermedad.
-¿Yo soy mi enfermedad, entonces?
-Mmm… pues sí, suena feo así, pero dado el caso, debiese ser cierto.
-¿Sabe, doctor?
-¿Qué?
-¿No podría cambiarme el nombre de la enfermedad?
-¿Por qué?
-Es que me estaba acordando del final de Gulliver, del libro completo me refiero…
-No lo entiendo…
-Es que el libro tiene más viajes, sabe… No se trata sólo de eso que han transformado en cuento para niños y los enanos y los gigantes…
-¿No?
-No. Son cuatro viajes, en total. Y es además un libro bastante complejo, y profundo… ¿Me permite contarle el final?
-Sí lo hace brevemente sí. No hay más pacientes, pero me gustaría llegar pronto a casa.
-De acuerdo… pues mire, en el último viaje, Gulliver, tras cansarse de abrir y cerrar cuerpos de hombres pues trabajaba como cirujano, llega a un lugar donde los seres más elevados de todos, es decir, los más sensatos, y quienes gobiernan el lugar, son los caballos… ¿me sigue?
-Sí, continúe.
-Por el contrario, los hombres, en ese lugar, parecen haber alcanzado un menor grado de civilidad y parecen a primera vista seres deformes y hasta animales… de hecho, sólo con el paso de los días Gulliver logra darse cuenta que son hombres realmente, y que él mismo, es en el fondo uno de ellos…
-…
-El caso es que estos humanos, de “naturaleza básica” por decirlo de alguna forma, llegan a hacer avergonzarse a Gulliver de su propia naturaleza, reflejada en una serie de actos viles y mezquindades que estos seres, llamados yahoos en aquel libro, realizan.
-¿Ese es el final?
-Casi. El final es peor todavía.
-Siga entonces.
-El punto es que los caballos, con quienes habla Gulliver, si bien reconocen en él a una forma más avanzada de yahoo, lo siguen considerando, de todas formas, uno de ellos. Por lo mismo, deciden expulsarlo de aquel lugar.
-¿Y ese sí es el final?
-No. Espere… Sucede entonces que Gulliver parece querer morir en el mar, o al menos, mantenerse perdido, pero es rescatado contra su voluntad por unos marinos que lo llevan de vuelta a su familia, en Inglaterra.
-¿Y vuelve a su vida normal?
-Pues no sé como considerarla… en el libro se menciona que evade a su familia y que deja de hablarle a su esposa casi por completo, y hasta prefiere ir a encerrarse con los caballos, en el establo, negándose a salir de ahí.
-¿Y ese sí es el final?
-Sí. Ese es.
-Pues supongo que tiene razón… el mal de Gulliver es un nombre que tiene cierto peso…
-¿Lo va a cambiar entonces?
-No, Vian, discúlpeme… pero va a tener que ser usted quien lo cambie.
-¿Qué quiere decir?
-Mi diagnóstico es simplemente un nombre nuevo para usted… un significante, digamos… ¿me sigue?
-Sí.
-Pues bien. El significado de ese diagnóstico es usted mismo. Invariablemente. ¿Entiende?
-Entiendo.
-Entonces si no le gusta…
-Comprendí, doctor, no se preocupe. Le agradezco y me retiro entonces…
-Pero no me ha pagado todavía, Vian…
-¿No?
-No.
-¿No dejé el bono antes de…?
-No. No se haga el hueón, Vian.
-Mmm, ¿puedo ofrecerle algo?
-¿Qué cosa?
-Un link para descargar el libro de los viajes…
-¿Es eso o nada?
-Pues sí, para qué voy a mentirle.
-Pues entonces déjelo, y procure tener dinero o algo de un valor más concreto para la próxima vez.
-Lo haré. Buenas noches doctor.
-Buenas noches… pero Vian…
-¿Sí?
-No me dejó el link.
-Es cierto, aquí está: http://literatura.itematika.com/descargar/libro/449/los-viajes-de-gulliver.html
-Buenas noches, Vian.
-Mire Vian, para ser sincero, no sabría dar un diagnóstico preciso.
-¿Ayudaría si me hago exámenes… o radiografías?
-Mmm, quizá, pero es que el problema es otro…
-¿A qué se refiere, doctor?
-Mire, voy a ser franco…
-Gracias, doctor.
-Pues bien, escuche atentamente: yo ejerzo hace 25 años esta profesión, y en todo este tiempo, usted es el único paciente que ha venido sin tener síntomas…
-¿Eso es grave?
-No… y no me interrumpa, por favor, para que nos entendamos bien.
-De acuerdo. Disculpe.
-No se preocupe, pero escuche: Mi labor consiste, en general, en escuchar los síntomas que un paciente me indica… digamos dolor de cabeza, diarrea, hinchazón abdominal, náuseas, etc., para luego, a partir de esos síntomas, realizar una serie de observaciones o exámenes que permitan…
-Disculpe…
-…
-No quería interrumpir, pero, ¿a qué se refiere con síntomas?
-¿De verdad no sabe qué es un síntoma?
-Eh… bueno, me sé la definición, pero no sé si eso sirva de mucho.
-¿Qué definición se sabe?
-Mmm… algo así como que un síntoma es una señal, o indicio de algo que puede estar sucediendo o que va a suceder.
-Perfecto. Esa es la definición correcta.
-Sí, pero ¿cómo puedo saber yo que algo es señal o indicio de algo que aún no sucede…?
-No lo entiendo.
-¿Cómo puedo yo diferenciar mis acciones y sensaciones comunes, de aquellas que pueden ser consideradas síntomas?
-Mmm… pues digamos que tiene que ver con la idea de molestia, o incomodidad… es decir, todo aquello que ocurre fuera de nuestra normalidad...
-¿Y si uno no tiene normalidad?
-¿Cómo…?
-Eso… si uno no tiene normalidad… o sea, ¿qué pasa si uno no distingue bien entre lo que es normal y lo que ocurre fuera de este parámetro?
-Pero es que todos tenemos normalidad. Entiéndame, yo no me refiero a normas correctas o erradas, sino a lo que es común para uno… lo habitual…
-Pero es que entonces todo es habitual.
-No lo entiendo.
-Claro… si nada de lo que hago me sorprende… más allá de que sean cosas nuevas o distintas, si todo me resulta común…
-Es que si es así, volvemos a lo que le decía en un inicio: usted no tiene síntomas, por consiguiente, está sano.
-¿Y si en realidad estuviese sufriendo de una enfermedad sin síntomas… una que no deja huellas concretas a partir de las cuáles ser rastreada…?
-Entonces nunca podríamos descubrirla, Vian.
-Pero eso sería terrible.
-No sé si sería terrible, Vian… más bien sería común, solamente.
-Pero imagínese eso común, lo habitual… día tras día… ¿no sería algo así como un envenenamiento lento…?
-Pero no se muere uno de eso, Vian.
-¿Y de qué se muere uno, doctor?
-No sé… de todo menos de eso… Creo que usted se está complicando demasiado, Vian. Además, ¿tiene usted algo concreto de qué quejarse?
-Es que no puedo quejarme de nada, doctor.
-¿Por qué?
-Porque me duele cuando me quejo.
-¿Cómo?
-Eso, doctor. Me duele cuando me quejo. Me duele en un no-lugar. Me duele el vacío de no tener de qué quejarme o a quién quejarme…
-¿Y quedaría más tranquilo si yo le diese un remedio, o algo?
-No creo en los remedios, ni en las curas. Pero me hubiese gustado tener un diagnóstico. ¿No podría usted diagnosticarme algo y anotarlo en un papel?
-¿Quiere una licencia fraudulenta?
-No. Sólo un diagnóstico. Un papel que diga “Vian tiene esto”, o “Vian tiene esto otro”, o “Vian está condenado a muerte”…
-Pues sinceramente tendría que inventarle algo.
-¿Y podría hacerlo?
-Quizá podría intentarlo, pero sólo si usted se compromete a no hacerlo público.
-Mmm, pues quizá lo mencione en un blog, pero lo haré parecer como algo falso, como fruto de mi imaginación…
-Pues está bien entonces… mire, deje escribir… ya, acá está el papel…
-…
-¿Qué sucede?
-Que no entiendo la letra, doctor.
-Ah, pues déjeme leerle… acá dice: “Se establece que el paciente Vian padece del mal de Gulliver…”
-¿Y qué es eso, doctor?
-¿Se acuerda usted de Gulliver, su viaje con los enanos y con los gigantes…?
-Sí. Me acuerdo.
-Pues bien. Usted es como Gulliver, sólo que naufraga en islas donde todos son de su misma especie, pero a la vez, usted no logra identificarse con ninguno de ellos.
-Mmm… suena grave.
-Pero cómo suene no debiese alterar lo que usted siente…. Además podríamos decir que usted padece del mal de Gulliver de forma endógena…
-¿O sea que yo produzco mi enfermedad?
-Digamos mejor que no hay diferencia entre usted y su enfermedad.
-¿Yo soy mi enfermedad, entonces?
-Mmm… pues sí, suena feo así, pero dado el caso, debiese ser cierto.
-¿Sabe, doctor?
-¿Qué?
-¿No podría cambiarme el nombre de la enfermedad?
-¿Por qué?
-Es que me estaba acordando del final de Gulliver, del libro completo me refiero…
-No lo entiendo…
-Es que el libro tiene más viajes, sabe… No se trata sólo de eso que han transformado en cuento para niños y los enanos y los gigantes…
-¿No?
-No. Son cuatro viajes, en total. Y es además un libro bastante complejo, y profundo… ¿Me permite contarle el final?
-Sí lo hace brevemente sí. No hay más pacientes, pero me gustaría llegar pronto a casa.
-De acuerdo… pues mire, en el último viaje, Gulliver, tras cansarse de abrir y cerrar cuerpos de hombres pues trabajaba como cirujano, llega a un lugar donde los seres más elevados de todos, es decir, los más sensatos, y quienes gobiernan el lugar, son los caballos… ¿me sigue?
-Sí, continúe.
-Por el contrario, los hombres, en ese lugar, parecen haber alcanzado un menor grado de civilidad y parecen a primera vista seres deformes y hasta animales… de hecho, sólo con el paso de los días Gulliver logra darse cuenta que son hombres realmente, y que él mismo, es en el fondo uno de ellos…
-…
-El caso es que estos humanos, de “naturaleza básica” por decirlo de alguna forma, llegan a hacer avergonzarse a Gulliver de su propia naturaleza, reflejada en una serie de actos viles y mezquindades que estos seres, llamados yahoos en aquel libro, realizan.
-¿Ese es el final?
-Casi. El final es peor todavía.
-Siga entonces.
-El punto es que los caballos, con quienes habla Gulliver, si bien reconocen en él a una forma más avanzada de yahoo, lo siguen considerando, de todas formas, uno de ellos. Por lo mismo, deciden expulsarlo de aquel lugar.
-¿Y ese sí es el final?
-No. Espere… Sucede entonces que Gulliver parece querer morir en el mar, o al menos, mantenerse perdido, pero es rescatado contra su voluntad por unos marinos que lo llevan de vuelta a su familia, en Inglaterra.
-¿Y vuelve a su vida normal?
-Pues no sé como considerarla… en el libro se menciona que evade a su familia y que deja de hablarle a su esposa casi por completo, y hasta prefiere ir a encerrarse con los caballos, en el establo, negándose a salir de ahí.
-¿Y ese sí es el final?
-Sí. Ese es.
-Pues supongo que tiene razón… el mal de Gulliver es un nombre que tiene cierto peso…
-¿Lo va a cambiar entonces?
-No, Vian, discúlpeme… pero va a tener que ser usted quien lo cambie.
-¿Qué quiere decir?
-Mi diagnóstico es simplemente un nombre nuevo para usted… un significante, digamos… ¿me sigue?
-Sí.
-Pues bien. El significado de ese diagnóstico es usted mismo. Invariablemente. ¿Entiende?
-Entiendo.
-Entonces si no le gusta…
-Comprendí, doctor, no se preocupe. Le agradezco y me retiro entonces…
-Pero no me ha pagado todavía, Vian…
-¿No?
-No.
-¿No dejé el bono antes de…?
-No. No se haga el hueón, Vian.
-Mmm, ¿puedo ofrecerle algo?
-¿Qué cosa?
-Un link para descargar el libro de los viajes…
-¿Es eso o nada?
-Pues sí, para qué voy a mentirle.
-Pues entonces déjelo, y procure tener dinero o algo de un valor más concreto para la próxima vez.
-Lo haré. Buenas noches doctor.
-Buenas noches… pero Vian…
-¿Sí?
-No me dejó el link.
-Es cierto, aquí está: http://literatura.itematika.com/descargar/libro/449/los-viajes-de-gulliver.html
-Buenas noches, Vian.
.
-Buenas noches, doctor.
.
A veces me siento extraña como un insecto, fui al médico y me diagnosticaron el mal de Samsa. Creo que tampoco tiene cura. Si vuelve a visitar a su médico, me podría hacer el favor de consultarle si conoce algún remedio? O será también endógena...? No sería muy bueno tener dos enfermedades de esa calaña, me sobra y basta con la depresión.
ResponderEliminarSaludos Vian.
PD: Tampoco tengo dinero, pero... si le sirve, puedo regalarle una sonrisa.
quería hablar sobre eso de no pertenecer,
ResponderEliminarpero solo se me ocurren frases cliches.
Yo debiera diseñar una polera con un logo así, como el "no pertenece" de las matemáticas, como esa E tarjada... un superéroe quizá, con ese logo... mmm... me interesó la idea... capaz que se venga un cómic...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminaruff! los médicos son seres terribles, en el fondo son como matemáticos intentando ajustar la fisiología, sumando y restando síntomas, asignándoles un nombre como resultado final pero hasta el día de hoy existen operaciones matemáticas indefinidas. Me gusta esa idea, quizás deberíamos dividirnos por cero y quedarnos sin diagnóstico definitivamente, el problema sería que no habría un logo bonito para una polera (:
ResponderEliminarun saludo, gracias por pasar