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“¡Ellos no eran lo bastante fuertes para eso!
Creían que Dios era complaciente…”
Deseo bajo los olmos, Eugene O´Neill.
I.
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El Dios que complace multitudes
Tiene su rostro impreso
En cajas de cereal de miel
Y chocolate.
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Sus ojos,
Casi humanos, en el cartón,
Se muestran claros y serviciales
Y observan sin exigir ni castigar
A quien los mire.
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Tal vez por esto,
Los niños lo sienten hoy
Como un anciano bondadoso
Y hasta le piden de vez en cuando
Que les cuente alguna historia:
Una batalla, ojalá,
Le dicen
O un hecho sobrenatural.
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Pero lo cierto es que este Dios de multitudes
No es de modo alguno
Similar a esas musculosas figuritas de acción
Que vendían antaño,
Y los hechos que puede contar
Son siempre carentes de enfrentamientos
E inclusive, de milagros.
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Así, las figuras que vienen en cada caja
O que pueden cambiarse con tres tapitas de coca cola
Más una módica suma,
Lo presentan despreocupado:
Sentado sobre una nube,
O una montaña,
O recostado sobre la copa
De un árbol frondoso
Y siempre verde.
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Por otra parte,
Los creadores de la campaña
Sacan cuentas alegres,
Pues estiman que en los hogares
De clase media y más
-que son en definitiva los grupos
Que pueden tener hogares propiamente tales-
La figura del buen Dios ya se ha instalado,
Y su rostro
Y sus productos asociados
Han pasado a ser tan inamovibles
Como un miembro más de la familia.
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II.
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¿Quién pensaría que hace apenas unos años
Aún se hablaba de delincuencia?
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¿O de pobreza extrema?
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¿Quién creería que en países latinoamericanos
Aún había indigentes,
O personas que no tenían oportunidades de surgir
Si así lo querían…?
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Y es que la fundación del Rostro del buen Dios
Ha permitido dar un vuelco en todo esto,
Y el 2% de ganancias destinado a la erradicación
Del segmento social más bajo
Permite que hoy en día, todos gocemos
De una sociedad como siempre quisimos:
Limpia, pulcra… pero sobre todo justa…
Y en compañía del buen Dios.
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III.
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Llegar a esta perfección no ha sido,
Sin embargo,
Algo fácil.
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Y fueron muchos los planes
Que se debieron coordinar,
Para que la figura de un Dios castigador,
Exigente y opositor incansable
De lo que en su tiempo
Se conoció como pecado,
Pudiese ser abolida.
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¿Y es que quién hubiese tolerado antes
La figura de un Dios,
Tendido entre unas palmeras,
Disfrutando una cerveza
Aunque fuera de bajo contenido alcohólico?
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¿O quién no hubiese
Elevado el grito al cielo,
Si hubiese visto al Cristo
En zunga caribeña
Bronceándose en una playa de Cancún,
Tendido en posición de cruz?
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Pues bien,
Todo esto y más,
Es lo que ha hecho posible
La presencia del amable Rostro de Dios
Que Gran Compañía Transnacional
¡Nuestra compañía!
Ha instalado entre nosotros.
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IV.
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Es por eso que vengo hoy a pedirles,
A todos aquellos pequeñísimos grupos que,
Comandados por gente irresponsable y guiadas aún
Por un paradigma absurdo y obsoleto,
Desistan de sus mínimas, pero molestas manifestaciones,
Y se detengan a mirar por diez segundos
El rostro del buen Dios,
Y cambien su actitud
Y hasta su alma.
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Dios no puede querer otra cosa de nosotros,
Como ustedes dicen,
Ni debemos temerle a su cólera
Ni dejar la vida que estamos llevando…
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Dios es un viejo lindo y bondadoso
Que quiere que seamos felices
Con la vida tal y como
Nuestra querida Gran Compañía Transnacional
La ha diseñado hoy para nosotros.
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Por lo mismo,
Estamos seguros que este llamado a la cordura,
Y al acatamiento de las correctas normas sociales de convivencia
Será realmente
Todo un éxito.
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Así que ya saben:
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¡Apagad las antorchas!
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¡No detonéis vuestras bombas!
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Y disfruten de la complacencia
Del Rostro del buen Dios.
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No lo olviden:
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¡Una vida nueva
Los espera!
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