miércoles, 26 de enero de 2011

Conversación absurda sobre el teatro del ídem (Parte II)

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Segundo acto.
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Escena 1: Samuel (hombre del tiempo) (S) – Felipe Falopio (FF) – Madame Corticoide (MC) – El hombre invisible. Todo sucede en el mismo salón. Vian y la Señorita Cassat conversan a un costado de la escena. En un sector más lejano, Vieja Culiá puede estar sola o en compañía, entre invitados varios.
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FF: ¿Y dice usted que nadie le cree?
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S: Nadie.
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FF: ¿Ni su madre?
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S: Ni ella.
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FF: Pues no le creo.
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S: Ya ve usted, tengo razón.
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MC: (Entrometiéndose) Pues yo creo que razona usted como un cerdo.
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S: Es para que usted me entienda mejor, señora.
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MC: Madame Corticoide, por favor, si es que puede pronunciarlo.
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(S mira en otra dirección despreciando a Madame Corticoide, aunque hace gestos como practicando la pronunciación del nombre)
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FF: (Dirigiéndose a S) A mí también me gustaría decirle que su razonamiento no me convence.
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S: Entonces dígalo.
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FF: (Temeroso) Es que temo pueda usted golpearme.
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S: No lo haré, hable con confianza… tiene mi palabra
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FF: Es que no creo en su palabra, disculpe…
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S: No se preocupe. Además, al menos, usted tiene formas más respetuosas de decirlo… (Madame Corticoide hace un gesto de desprecio y se voltea quedando frente al hombre invisible, quien se acerca para olerla, pero sin tocarla).
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FF: ¿Pero sabe usted por qué le pasa eso?
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S: ¿Qué cosa?
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FF: (Molesto) ¡¿Por qué finge no saber a qué cosa me refiero?!
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S: Es que de verdad no lo sé.
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FF: No le creo… usted sabe perfectamente que hablo del problema ese de que nadie le cree…
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MC: (Sin voltearse, pero entrometiéndose de igual modo) No debiera usted molestarse, Felipe Falopio… ese hombre es un farsante.
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S: Pues le contaré igual señor Falopio, aunque sé que habrá otras preocupadas de escuchar mis palabras… (Madame Corticoide finge indiferencia, pero tanto ella, como el hombre invisible están atentos a las palabras de Samuel).
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FF: Espere un momento… ¿le molesta si saco mi grabadora?
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S: Para nada, de hecho es un halago.
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FF: (Tomándola y apretando un botón) Puede usted comenzar.
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S: (Modulando sus palabras y acercándose en lo posible a la grabadora). Iniciaré diciendo que mi nombre es Samuel, igual que mi tío Enrique que en paz descanse…
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FF: (Atento y levemente sorprendido) Pero si su tío se llamaba Enrique…
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S: (Dándose importancia) No interrumpa por favor. (Retomando y volviendo a acercarse a la grabadora) Decía yo que desde pequeño sentí inclinación hacia el partido de jóvenes comunistas checoslovacos… bueno, e inclinación hacia la izquierda en general.
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MC: (Mirándolo de reojo y hablando a media voz) Rojo maricón. Comunista de mierda. (El hombre invisible la apoya y hace un gesto obsceno a Samuel, quien no se percata).
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FF: No le haga caso, Samuel, yo también tuve inclinación hacia la izquierda cuando pequeño…
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S: ¿Y por qué habla en pasado de su inclinación, señor Falopio?
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FF: Porque me operé. Al final resultó que tenía la pierna derecha un poco más larga (Hace un gesto de caminar cojeando inclinándose hacia la izquierda)
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S: Pues yo en vez de operarme profundicé mis creencias, y estudié meteorología.
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FF: ¿Por su propia cuenta?
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S: No, en la Universidad de Leipstiszich.
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FF: ¿Está acreditada?
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S: (Orgulloso) Sí. Acreditadísima.
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FF: (Acercándose y felicitándolo) ¡Bravo! ¡Bravo…! (Aplaude e insta a Madame Corticoide a aplaudir, quien da unas cuantas palmadas desganadas, como aceptando un triunfo de Samuel)
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S: (Orgulloso y alegre) No sabe cuánto me alegran sus aplausos… Pero sobre todo me alegra que usted me crea…
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FF: (Sin dejar de aplaudir) Pero es que yo no le creo, Samuel…
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S: ¿Y entonces por qué aplaude?
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FF: Porque miente usted muy bien… (Lo felicita) Estupendamente… incluso podría usted dedicarse a ser político en vez de dar el tiempo, Samuel…
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S: (Sorprendido y un tanto derrotado) Yo pensé que usted me admiraba… pero entonces… ¿por qué decidió grabar todo esto?
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FF: No decidí grabarlo, Samuel. Detuve la grabación, estuve grabando todo lo demás, hasta que usted comenzó su historia.
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S: (Sin una reacción clara) ¿Lo dice para ofenderme?
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FF: No, no lo crea así… sus palabras quedaron grabadas en mí… por eso apagué la grabadora, sólo grabo lo irrelevante, lo que puedo olvidar fácilmente, para poder recordarlo…
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S: (Levemente alegre) Entonces… ¿sus aplausos son sinceros?
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FF: Sincerísimos. (Ambos se abrazan efusivamente)
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(Mientras se abrazan, el hombre invisible, quien estaba oliendo las piernas de Madame Corticoide, le da un mordisco en un glúteo, provocando que ésta se voltee rápidamente y golpee a Samuel, quien no entiende qué ha ocurrido)
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MC: ¡Es usted un pervertido y un asqueroso hombre de letras…! (Sigue golpeándolo, mientras el escenario giratorio deja frente al público a Vian y la señorita Cassatt, quienes han escuchado las palabras de Madame Corticoide y esperan a que la situación se tranquilice un poco, para comenzar a hablar)
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Escena 2: Vian y la señorita Cassatt.
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SC: Pobre Samuel…
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V: ¿Lo conoce usted?
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SC: Mmm, podría decirse que los dosconozco…
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V: (Intentando corregirla suavemente) ¿Quizá sea desconozco…?
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SC: No, dosconozco… es que lo conocí dos veces… primero como hombre del tiempo, y luego como hombre de letras…
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V: Yo tenía entendido que el señor Samuel mentía cuando contaba aquellas historias.
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SC: Lo que sucede es que nadie le cree… como da los pronósticos del tiempo…
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V: (Un poco celoso y/o desconfiado) Pues a mí me parece que nunca lo he visto dando el tiempo…
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SC: Es que lo hace en otros lugares… por ejemplo, él es muy famoso en el desierto de Ghobi.
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V: (Despreciándolo un poco) Pues ahí debe ser fácil, apenas debe decir que hará calor y eso es todo…
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SC: No lo creo. (Con cierta admiración) Él a veces transmite pronósticos de lluvia y hasta de nieve, y los habitantes de allá lo escuchan tanto que dicen que han aumentado la venta de impermeables y paraguas en el sector en un dos mil doscientos dos por doscientos.
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V: Pues yo creo que es una maldad jugar así con la creencia de la gente…
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SC: Él también lo cree así… yo no porque siento que así hace soñar a las personas y les da espejismos… pero lo cierto es que él se complica y obsesiona con el tema…
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V: (Mostrándose un tanto indiferente) ¿Cuál tema…?
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SC: Acerca de que nadie le cree… es que él se lo toma muy a pecho, como que no creyesen en él, en su existencia casi…
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V: Antes decía usted que la gente hacía caso de sus recomendaciones, por absurdas que fueran…
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SC: Es distinto… Nadie cree en él, pero le hacen caso… Es como al revés de Dios, en el que todos creen, pero… (Mira un poco asustada en dirección de Vieja Culiá) Dosculpe, (Ella se inclina dos veces), es que ella no me deja hablar de Dios…
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V: (Aún celoso) Pues en eso al menos le doy la razón a su madre…
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SC: (Retomando a una actitud más tímida) ¿Usted también...? Pues yo debo darle la razón en todo.
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V: (Acercándose un poco a ella) ¿Puedo preguntarle algo, señorita Cassatt?
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SC: Acaba de hacerlo…
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V: No, yo me refería a otra cosa… ¿Siente algo usted por el señor Samuel?
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SC: ¿Algo como qué?
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V: No sé… algo profundo… importante…
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SC: ¿Cómo orgasmos?
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V: Eh… no… me refería a algún sentimiento, un afecto importante por él, quizá…
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SC: No, de esos nada, sólo de los otros… es que sabe… mi madre no me deja tener sentimientos.
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V: (Mirando de reojo a la madre, y acercándose a la señorita Cassatt) Esa Vieja Culiá…
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SC: (Dejándose abrazar) Sí, ese es el nombre de mi madre.
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(Bruscamente la señorita Cassatt se separa de Vian, pues observa que su madre le hace un gesto. Vian, algo cobarde, finge abrochar sus zapatos y toma una bandeja como para defenderse de un posible ataque a sus genitales)
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V: ¿Nos ha visto ella?
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SC: Creo que sí… pero sólo me está haciendo el gesto para que la ayude con su aspirina.
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V: (Sin mirarla aún, directamente) ¿Debe usted ayudarla a tomar una simple pastilla?
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SC: No es tan simople. Son supositorios. Es que tiene ella tiene muy delicada la garganta…
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V: Pues la compadezco… debe ser difícil para usted...
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SC: No tanto… aún tiene firme el esfínter…
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V: Me alegro entonces.
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SC: Sí, yo también, es que lo ejercita a diario… (Yendo hacia dónde su madre quién le hace gestos desde) Con su permiso… volveré en cuanto la atienda y me lave las manos y el antebrazo derecho.
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V: No hay problema (Se sienta volteándose a ella y toma directamente de una botella)
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(La señorita Cassatt avanza hacia donde su madre mientras se coloca una mascarilla y unos guantes largos, de goma. La luz disminuye hasta oscurecer la escena)
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Fin del segundo acto.
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1 comentario:

  1. Yo una vez me tuve que lavar el antebrazo por que le metí un supositorio a una vaca
    La pobre estaba enfermisima
    Yo pensé que iba a quedar sin brazo.

    Mentira, nunca hice eso.. pero lo he visto en las películas.
    violeta

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