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Sí, desenchufado. Desconectado. Autista casi.
-¿Pero entonces, no te podemos llamar? –me dicen.
Y entonces yo les digo que no. Que boté mi celular hace un par de años. Que puedo darles un teléfono de referencia, pero que no estoy ahí, y que no hay seguridad que reciba el mensaje.
-¿Y si es algo importante? –insisten.
Y claro, yo me siento tentado a decirles que nada es importante, pero eso ya sería darme demasiada importancia y con eso rompería además la verdad de mi primera frase.
Y es que en realidad, no sirvo para esas cosas. Nada de facebook, twitter u otros grupos sociales de esos que están hoy día de moda. Un mail sí, pero casi nunca lo leo, y claro… está el blog, pero es prácticamente secreto y además la forma en que podría comunicarme a través de él sería, digamos, poco concreta al menos.
-¿Y cómo sabemos si vas a ir entonces? –me preguntan.
-¿A dónde?
-No sé po hueón, es un ejemplo.
-Si voy a un lugar ahí llego po hueón –contesto. Pero no les es suficiente.
Además, nunca sé si voy a ir o no a algún sitio. Ni que voy a hacer en un rato más, ni nada realmente. O sea, tengo posibilidades, por supuesto, y en ese rango termino cayendo casi siempre, sin mayores sorpresas.
Ahora mismo, puedo dar un vuelco en la entrada, ir a ducharme, salir, ir a cocinar, abrir una cerveza, intentar ubicar a un amigo para que me pase a buscar para a ir a acampar mañana como habíamos acordado, juntarme con otro que no fui al cumpleaños el otro día, alistar la mochila por si acaso, avanzar con la lectura de la traducción de los poemas chinos de Kenneth Rexroth, ir a hacer el ridículo frente al piano otra media hora, desarrollar las planificaciones que tengo atrasadas para uno de los colegios en que trabajo, ver una película de Dreyer, o encontrar el capítulo de twin peaks que no encontré ayer… y bueno, no me alargo más porque de verdad es estúpido tanta enumeración y al final puedo terminar haciendo incluso otra cosa.
Por otro lado están mis intentos. Porque a pesar de mi postura actual sí he intentado estar más accesible y conectado con los otros. Es decir, tuve celular hace años, un mail que revisaba, residencia fija, y hasta en facebook estuve un tiempo, aunque ese sí que fue un fracaso rotundo.
Y es que puede parecer chiste, pero en ese tiempo hasta intenté crear grupos, pero nunca nadie se adhirió a alguno… ¡y eso que hay grupos idiotas! Digamos que todos tienen cabida en uno, por lo menos… pero en los que creaba yo, siempre terminé quedando solo, unplugged, desconectado, autista obligado.
Recuerdo ahora algunos:
* Yo también intenté leer un libro debajo del agua.
* A mí también me enterraron en la arena y me dejaron olvidado.
* A mí también me crucificaron y resucité a los tres días.
* Yo también tengo una corrida extra de dientes.
* Yo también leí Archipiélago Gulag cuando tenía 7 años.
* Yo también tengo la extraña maldición de ver el corazón de las personas.
* A veces pienso que Dios es un bonsái.
* Yo tampoco apostaría por un caballo llamado humanidad.
* Yo también tengo dos manos izquierdas.
Y bueno… así con tantos otros. El punto es que nunca un hueón –salvo yo-, se hizo parte de mis grupos. Y claro, me di por vencido. Cerré mi cuenta y entonces me di cuenta de algo aún más terrible: nada pasó.
Es decir, ¡todo siguió igual! No hubo llantos, ni insistencias… el sistema siguió tal cual… en otras palabras: yo era reemplazable, y todo lo que te habían dicho sobre tu papel en el mundo, sobre el eslabón, etc., eran mentiras, igualito que la fidelidad y la belleza interna de las personas.
-Pero para de hablar, po hueón ¿vay o no vay?
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-¿Pero entonces, no te podemos llamar? –me dicen.
Y entonces yo les digo que no. Que boté mi celular hace un par de años. Que puedo darles un teléfono de referencia, pero que no estoy ahí, y que no hay seguridad que reciba el mensaje.
-¿Y si es algo importante? –insisten.
Y claro, yo me siento tentado a decirles que nada es importante, pero eso ya sería darme demasiada importancia y con eso rompería además la verdad de mi primera frase.
Y es que en realidad, no sirvo para esas cosas. Nada de facebook, twitter u otros grupos sociales de esos que están hoy día de moda. Un mail sí, pero casi nunca lo leo, y claro… está el blog, pero es prácticamente secreto y además la forma en que podría comunicarme a través de él sería, digamos, poco concreta al menos.
-¿Y cómo sabemos si vas a ir entonces? –me preguntan.
-¿A dónde?
-No sé po hueón, es un ejemplo.
-Si voy a un lugar ahí llego po hueón –contesto. Pero no les es suficiente.
Además, nunca sé si voy a ir o no a algún sitio. Ni que voy a hacer en un rato más, ni nada realmente. O sea, tengo posibilidades, por supuesto, y en ese rango termino cayendo casi siempre, sin mayores sorpresas.
Ahora mismo, puedo dar un vuelco en la entrada, ir a ducharme, salir, ir a cocinar, abrir una cerveza, intentar ubicar a un amigo para que me pase a buscar para a ir a acampar mañana como habíamos acordado, juntarme con otro que no fui al cumpleaños el otro día, alistar la mochila por si acaso, avanzar con la lectura de la traducción de los poemas chinos de Kenneth Rexroth, ir a hacer el ridículo frente al piano otra media hora, desarrollar las planificaciones que tengo atrasadas para uno de los colegios en que trabajo, ver una película de Dreyer, o encontrar el capítulo de twin peaks que no encontré ayer… y bueno, no me alargo más porque de verdad es estúpido tanta enumeración y al final puedo terminar haciendo incluso otra cosa.
Por otro lado están mis intentos. Porque a pesar de mi postura actual sí he intentado estar más accesible y conectado con los otros. Es decir, tuve celular hace años, un mail que revisaba, residencia fija, y hasta en facebook estuve un tiempo, aunque ese sí que fue un fracaso rotundo.
Y es que puede parecer chiste, pero en ese tiempo hasta intenté crear grupos, pero nunca nadie se adhirió a alguno… ¡y eso que hay grupos idiotas! Digamos que todos tienen cabida en uno, por lo menos… pero en los que creaba yo, siempre terminé quedando solo, unplugged, desconectado, autista obligado.
Recuerdo ahora algunos:
* Yo también intenté leer un libro debajo del agua.
* A mí también me enterraron en la arena y me dejaron olvidado.
* A mí también me crucificaron y resucité a los tres días.
* Yo también tengo una corrida extra de dientes.
* Yo también leí Archipiélago Gulag cuando tenía 7 años.
* Yo también tengo la extraña maldición de ver el corazón de las personas.
* A veces pienso que Dios es un bonsái.
* Yo tampoco apostaría por un caballo llamado humanidad.
* Yo también tengo dos manos izquierdas.
Y bueno… así con tantos otros. El punto es que nunca un hueón –salvo yo-, se hizo parte de mis grupos. Y claro, me di por vencido. Cerré mi cuenta y entonces me di cuenta de algo aún más terrible: nada pasó.
Es decir, ¡todo siguió igual! No hubo llantos, ni insistencias… el sistema siguió tal cual… en otras palabras: yo era reemplazable, y todo lo que te habían dicho sobre tu papel en el mundo, sobre el eslabón, etc., eran mentiras, igualito que la fidelidad y la belleza interna de las personas.
-Pero para de hablar, po hueón ¿vay o no vay?
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-¿A dónde?
-A acampar po hueón, ¿acaso no fuiste el otro día hasta a comprar una carpa?
-Puta sí, pero al final volví con tres bonsáis. Y un pan de campo con semillas que se los di a unas palomas.
Y entonces me persigo, porque siento que comienzo a hacer show y que a lo mejor piensan que quiero que me rueguen, pero no se trata de eso por supuesto.
-¿Y de qué se trata entonces? –me preguntan.
Y yo no les digo. Pero se trata de que me pregunten por los bonsáis, ni siquiera saben lo lindos que son o que las palomas fueron doce todo el tiempo y había una que era blanca y que le faltaba una pata entera.
En cambio, insisten con sus ideas y programas y su vida como un organigrama.
-¿Y entonces?
-Entonces les puse nombre a mis bonsáis –insisto, para darles otra oportunidad-. Tengo a Luisa Lonicera, Juan el Junípero, y Aníbal, un Acer japónico…
-Ya estay borracho hueón…
-No, si no he tomado hoy día…
-Puta, pero en resumen ¿no tenís carpa…?
-No, sí tengo, hoy día fui a comprar una edición bonita de La vuelta al día en ochenta mundos…
-¿No será La vuelta al mundo en ochenta días…?
-No, es la hueá de Cortázar, una que viene en caja, es uno de los dos que me faltan de él… lo leía de chico… aunque ahora como que no lo leo…
-¿Puta y pa qué lo compraste, entonces?
-No, si al final no lo compré, se me olvidó. Pero compré la carpa, y unas zapatillas pa mi hijo.
Y claro, nuevamente se preocupan de la carpa y no preguntan de las zapatillas de mi hijo, que pronto van a ser de mi tamaño, y que tienen unas costuras rojas y naranjas…
Al final, como era de suponer, no quedamos en nada. Si voy a ir, voy a ir. Así de simple. Y no voy a molestar a nadie. Además no tenía que llevar nada que fuera necesario para los otros.
Entonces, mientras inevitablemente me siento un poco culpable, recuerdo una frase que decía un tío: “Lo que tiene que ser, es, y lo que no tiene que ser, no es”, decía.
El caso es que ese tío también está unplugged hoy en día, viviendo en un pueblito del sur, inubicable, sin decirle a nadie dónde está, ni siquiera dando un número de teléfono, lo que tiene a los demás molestos con él, pues nadie cree que no tiene.
De todas formas, ayer llamó por el año nuevo. Se llama Emilio. Y dejó saludos para todos.
Creo que en su honor compraré estos días otro bonsái, y le pondré su nombre.
Por el momento, al menos, ya decidí que voy a hacer: voy a ordenar mi biblioteca.
-A acampar po hueón, ¿acaso no fuiste el otro día hasta a comprar una carpa?
-Puta sí, pero al final volví con tres bonsáis. Y un pan de campo con semillas que se los di a unas palomas.
Y entonces me persigo, porque siento que comienzo a hacer show y que a lo mejor piensan que quiero que me rueguen, pero no se trata de eso por supuesto.
-¿Y de qué se trata entonces? –me preguntan.
Y yo no les digo. Pero se trata de que me pregunten por los bonsáis, ni siquiera saben lo lindos que son o que las palomas fueron doce todo el tiempo y había una que era blanca y que le faltaba una pata entera.
En cambio, insisten con sus ideas y programas y su vida como un organigrama.
-¿Y entonces?
-Entonces les puse nombre a mis bonsáis –insisto, para darles otra oportunidad-. Tengo a Luisa Lonicera, Juan el Junípero, y Aníbal, un Acer japónico…
-Ya estay borracho hueón…
-No, si no he tomado hoy día…
-Puta, pero en resumen ¿no tenís carpa…?
-No, sí tengo, hoy día fui a comprar una edición bonita de La vuelta al día en ochenta mundos…
-¿No será La vuelta al mundo en ochenta días…?
-No, es la hueá de Cortázar, una que viene en caja, es uno de los dos que me faltan de él… lo leía de chico… aunque ahora como que no lo leo…
-¿Puta y pa qué lo compraste, entonces?
-No, si al final no lo compré, se me olvidó. Pero compré la carpa, y unas zapatillas pa mi hijo.
Y claro, nuevamente se preocupan de la carpa y no preguntan de las zapatillas de mi hijo, que pronto van a ser de mi tamaño, y que tienen unas costuras rojas y naranjas…
Al final, como era de suponer, no quedamos en nada. Si voy a ir, voy a ir. Así de simple. Y no voy a molestar a nadie. Además no tenía que llevar nada que fuera necesario para los otros.
Entonces, mientras inevitablemente me siento un poco culpable, recuerdo una frase que decía un tío: “Lo que tiene que ser, es, y lo que no tiene que ser, no es”, decía.
El caso es que ese tío también está unplugged hoy en día, viviendo en un pueblito del sur, inubicable, sin decirle a nadie dónde está, ni siquiera dando un número de teléfono, lo que tiene a los demás molestos con él, pues nadie cree que no tiene.
De todas formas, ayer llamó por el año nuevo. Se llama Emilio. Y dejó saludos para todos.
Creo que en su honor compraré estos días otro bonsái, y le pondré su nombre.
Por el momento, al menos, ya decidí que voy a hacer: voy a ordenar mi biblioteca.
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por estos días me dio con manu chao
ResponderEliminarrecordé esta canción mientras leía, es buena la letra, en realidad este disco entero.
http://www.youtube.com/watch?v=H2W4wglPW2c
y las zapatillas le quedaron buenas? para que acompañe al desaparecido
sí, le quedaron buenas (las dos)
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