.
Parte I: Donde se esclarece que las palabras de Vian no contienen falsedad.
-¿Puede el acusado repetir su nombre y asegurar que todo lo que dirá en este juicio, será cierto?
-Puedo.
-Entonces hágalo.
-Mi nombre es Vian. Así no más, sin tilde y sin agregados. Y aseguro que todo aquello que diga en este juicio será esencialmente cierto.
-¿Podría omitir el “esencialmente” y decir simplemente que aquello que dirá será parte de la verdad?
-Podría, pero la verdad es indivisible…
-¡Protesto, su señoría, el acusado está dilatando el proceso de manera escandalosa…!
-Permita hablar al acusado, señor fiscal. Le recuerdo que su turno de intervenir aún no ha sido dado. Y en cuanto a usted, señor Vian…
-Lo escucho, su señoría.
-¿Las declaraciones que emitirá, contendrán algún tipo de mentira o falta a la verdad?
-No su señoría. Además no sé mentir y cuando lo hago me viene un tic extraño y desagradable…
-¿Qué le sucede cuando miente, Vian?
-Partes de mi cuerpo desaparecen y luego debo buscarlas en los lugares más insólitos.
-¡Protesto su señoría, esa es una mentira evidente!
-Espere, señor fiscal…lo comprobaremos. Dígame, Vian, ¿cómo podría evidenciar que aquello que ha dicho no es una mentira?
-Porque ninguna parte de mí ha desaparecido aún, su señoría.
-Mmm, ¿y no podría evidenciarlo de la manera contraria?
-¿Mintiendo, su señoría?
-Sí, sólo por esta vez…
-Es que usted no sabe lo incómodo que es eso de perder una parte de uno…
-Por favor, Vian, es necesario.
-Está bien… Diré entonces que el señor fiscal tiene una vida feliz.
-¡¿Puede verlo, su señoría…?! El señor Vian es un mentiroso, un…
-Silencio señor fiscal, y dejemos que el acusado explique qué sucedió. Díganos Vian, ¿qué sucedió?
-Sucedió que dije una mentira y una parte de mí desapareció.
-¿Qué parte, señor Vian?
-Las amígdalas…
-Pero eso no nos sirve, Vian.
-¿Puedo fijarme entonces si desapareció algo más?
-Puede.
-…
-¿Y?
-No observo nada, su señoría, pero…
-¡Espere Vian…! ¡Acérquese al estrado!
-¿Cuántas orejas tenía usted al iniciar el juicio?
-Dos, su señoría… una a cada lado…
Pues ahora sólo tiene una.
-¡Eso es imposible, señor juez, el acusado debe haber hecho algún tipo de trampa…!
-Compruébelo usted mismo, señor fiscal, observe las fotos de la detención… ¿Tiene aún algo que objetar?
-No, su señoría.
-Entonces comencemos con el juicio.
-Pero señor juez…
-Dígame, Vian…
-¿Y mi oreja? La que me falta, quiero decir.
-¿Qué ocurre con ella?
-Podría alguien, mientras dura el juicio, tratar de encontrarla.
-Ya lo había pensado, señor Vian… ¿No tiene inconvenientes en que un perro le olfatee la otra oreja para que ayude en la investigación…?
-No, su señoría, siempre y cuando sea de utilidad.
-Llamen a los dos mejores perros rastreadores y a dos unidades de investigaciones…
-¡Pero su señoría, tomarse estas molestias por un acusado de asesinato, me parece al menos algo…!
-No cuestione mis órdenes, señor fiscal. Además éste el día de mi retiro y creo que ya es tiempo de que pueda encontrarme con un acusado de este tipo…
-¿Dejará de ser juez, señor juez?
-Sí, Vian, hoy me retiro.
-¿Podría saberse por qué? Usted se ve joven todavía…
-Claro que podría… ¡Señores! Receso de 30 minutos, para esperar los perros y para contarle al señor acusado las razones de mi decisión.
Parte II: Las razones que esgrime el juez para explicar su retiro.
-¿Sabes, Vian? Es terrible ser juez… ¿puedo tutearte, cierto?
-Claro, no se haga problemas.
-Pues eso…, sé que todos podrían decir lo mismo, que a lo mejor lo difícil de fondo es ser un hombre, pero en mi caso, el problema que me aqueja es ser juez… ¿quieres un café?
-¿Puede ser una cerveza?
-¡Claro! Abajo del estrado hay un frigo bar… trae dos.
-¿Destapador hay?
-Apoya la tapa entre el pulgar y el índice de la estatua de la justicia…
-¿No se enojará?
-¿Quién?
-La mujer de la estatua…
-No sabría con quién, tiene los ojos vendados.
-… ¡Listo entonces!
-¡Salud…!
-¡Salud…!
-…
-¿Tienes tú alguna clase de poder, Vian?
-¿A qué se refiere?
-No sé, un poder… es que ese es el problema en mi caso… es que ser juez digamos que es la mesada de poder que Dios me da…
-¿Mesada de poder?
-Sí, como el dinero que le da un padre a su hijo… sólo que en mi caso ese dinero no puedo gastarlo en mí, ni acumularlo…
-¿Y usted quiere entonces renunciar a esa mesada?
-Exactamente.
-Y no se sentirá dolido el padre…
-¿Qué padre?
-El que le da el poder…
-Pues no lo sé, pero a veces siento que para él es un alivio, como cuando andas con los bolsillos llenos de monedas y buscas a un mendigo para alivianarte…
-Mmm… puede ser, hay varias cosas que uno no puede acumular en uno mismo…
-Claro, a eso me refiero… ¿no te ha pasado eso a ti?
-No sé, de cierta forma, quizá…
-¿No quieres contar?
-No es eso… es que es extraño… como que son cosas que no están hechas para ser dichas…
-¿Se puede intentar?
-Claro… el problema es que son sensaciones…, como que yo hubiese estado guardado gran tiempo dentro mío…
-¿Cómo?
-Dentro, como esas muñequitas rusas… ¡pero en macho…!
-Sí, en macho, no es necesario especificar…
-Disculpe, es que tengo mala suerte, cuando uno habla de lo que no se habla, termina uno pareciendo maricón, o amanerado… además como uno está solo…
-¿Y por qué está solo, Vian?
-¿A qué se refiere?
-A que no es usted particularmente feo, y hasta parece una persona agradable…
-No lo sé. A veces pienso que es porque exijo demasiado a quienes amo.
-No lo entiendo.
-Pues eso, supongo que mi amor es una especie de exigencia, y como además me cuesta expresar las intenciones de fondo…
-¿Son buenas las intenciones de fondo?
-Sí, buenas. Las puse en duda un tiempo, pero son buenas.
-Quizá sería usted un buen juez, Vian.
-No lo creo, soy demasiado estricto, no podría declarar a nadie inocente…
-¿Y culpables?
-Mmm… no lo había pensado… pero supongo que ahí está el centro del problema…
-Pues precisamente eso es lo que me pasa a mí, lo que yo siento…
-¿Qué cosa?
-Que nadie es inocente, Vian… que todo es triste e injusto como el sueldo mínimo…
-Eso sí que es triste…
-Claro, pero imagínese además que ese sueldo mínimo es nuestra moneda de cambio para todo…
-¿Cómo…? Ahora el que no entiende soy yo…
-Pues eso, una moneda de cambio… un sueldo mínimo que no sólo es aquello que tenemos para nosotros, sino aquello que tenemos para dar…
-Pero un sueldo mínimo no alcanza para dar nada…
-¡Ese es el problema, Vian…! Ni siquiera para sobrevivir nosotros mismos…
-…
-¡Ni siquiera para sobrevivir dentro de uno mismo! Por eso siento que es una estupidez ser juez, Vian… Nadie puede ser culpable de perderse a sí mismo, con esa escasez de recursos… ni qué decir de relacionarse con los otros… de engañar, de exigir desmedidamente, o de asesinar, como en su caso…
-Entonces usted sabe que yo sí asesiné a alguien…
-Claro que lo sé… desde que lo vi entrar a la sala…
-Pero entonces el juicio está de más…
-Creo que no, Vian, y espero que no me decepcione… hay algo en usted que siento distinto, y que sabía debía llegar en mi último caso…
-Pues no sé si podré no decepcionarlo, señor juez… no me siento especial, sabe…
-Yo tampoco sé si podrás, Vian… ¿pero sabes algo? Sé que podrías.
-…
-Ya. Parece que se acabó el receso.
-¿Puede el acusado repetir su nombre y asegurar que todo lo que dirá en este juicio, será cierto?
-Puedo.
-Entonces hágalo.
-Mi nombre es Vian. Así no más, sin tilde y sin agregados. Y aseguro que todo aquello que diga en este juicio será esencialmente cierto.
-¿Podría omitir el “esencialmente” y decir simplemente que aquello que dirá será parte de la verdad?
-Podría, pero la verdad es indivisible…
-¡Protesto, su señoría, el acusado está dilatando el proceso de manera escandalosa…!
-Permita hablar al acusado, señor fiscal. Le recuerdo que su turno de intervenir aún no ha sido dado. Y en cuanto a usted, señor Vian…
-Lo escucho, su señoría.
-¿Las declaraciones que emitirá, contendrán algún tipo de mentira o falta a la verdad?
-No su señoría. Además no sé mentir y cuando lo hago me viene un tic extraño y desagradable…
-¿Qué le sucede cuando miente, Vian?
-Partes de mi cuerpo desaparecen y luego debo buscarlas en los lugares más insólitos.
-¡Protesto su señoría, esa es una mentira evidente!
-Espere, señor fiscal…lo comprobaremos. Dígame, Vian, ¿cómo podría evidenciar que aquello que ha dicho no es una mentira?
-Porque ninguna parte de mí ha desaparecido aún, su señoría.
-Mmm, ¿y no podría evidenciarlo de la manera contraria?
-¿Mintiendo, su señoría?
-Sí, sólo por esta vez…
-Es que usted no sabe lo incómodo que es eso de perder una parte de uno…
-Por favor, Vian, es necesario.
-Está bien… Diré entonces que el señor fiscal tiene una vida feliz.
-¡¿Puede verlo, su señoría…?! El señor Vian es un mentiroso, un…
-Silencio señor fiscal, y dejemos que el acusado explique qué sucedió. Díganos Vian, ¿qué sucedió?
-Sucedió que dije una mentira y una parte de mí desapareció.
-¿Qué parte, señor Vian?
-Las amígdalas…
-Pero eso no nos sirve, Vian.
-¿Puedo fijarme entonces si desapareció algo más?
-Puede.
-…
-¿Y?
-No observo nada, su señoría, pero…
-¡Espere Vian…! ¡Acérquese al estrado!
-¿Cuántas orejas tenía usted al iniciar el juicio?
-Dos, su señoría… una a cada lado…
Pues ahora sólo tiene una.
-¡Eso es imposible, señor juez, el acusado debe haber hecho algún tipo de trampa…!
-Compruébelo usted mismo, señor fiscal, observe las fotos de la detención… ¿Tiene aún algo que objetar?
-No, su señoría.
-Entonces comencemos con el juicio.
-Pero señor juez…
-Dígame, Vian…
-¿Y mi oreja? La que me falta, quiero decir.
-¿Qué ocurre con ella?
-Podría alguien, mientras dura el juicio, tratar de encontrarla.
-Ya lo había pensado, señor Vian… ¿No tiene inconvenientes en que un perro le olfatee la otra oreja para que ayude en la investigación…?
-No, su señoría, siempre y cuando sea de utilidad.
-Llamen a los dos mejores perros rastreadores y a dos unidades de investigaciones…
-¡Pero su señoría, tomarse estas molestias por un acusado de asesinato, me parece al menos algo…!
-No cuestione mis órdenes, señor fiscal. Además éste el día de mi retiro y creo que ya es tiempo de que pueda encontrarme con un acusado de este tipo…
-¿Dejará de ser juez, señor juez?
-Sí, Vian, hoy me retiro.
-¿Podría saberse por qué? Usted se ve joven todavía…
-Claro que podría… ¡Señores! Receso de 30 minutos, para esperar los perros y para contarle al señor acusado las razones de mi decisión.
Parte II: Las razones que esgrime el juez para explicar su retiro.
-¿Sabes, Vian? Es terrible ser juez… ¿puedo tutearte, cierto?
-Claro, no se haga problemas.
-Pues eso…, sé que todos podrían decir lo mismo, que a lo mejor lo difícil de fondo es ser un hombre, pero en mi caso, el problema que me aqueja es ser juez… ¿quieres un café?
-¿Puede ser una cerveza?
-¡Claro! Abajo del estrado hay un frigo bar… trae dos.
-¿Destapador hay?
-Apoya la tapa entre el pulgar y el índice de la estatua de la justicia…
-¿No se enojará?
-¿Quién?
-La mujer de la estatua…
-No sabría con quién, tiene los ojos vendados.
-… ¡Listo entonces!
-¡Salud…!
-¡Salud…!
-…
-¿Tienes tú alguna clase de poder, Vian?
-¿A qué se refiere?
-No sé, un poder… es que ese es el problema en mi caso… es que ser juez digamos que es la mesada de poder que Dios me da…
-¿Mesada de poder?
-Sí, como el dinero que le da un padre a su hijo… sólo que en mi caso ese dinero no puedo gastarlo en mí, ni acumularlo…
-¿Y usted quiere entonces renunciar a esa mesada?
-Exactamente.
-Y no se sentirá dolido el padre…
-¿Qué padre?
-El que le da el poder…
-Pues no lo sé, pero a veces siento que para él es un alivio, como cuando andas con los bolsillos llenos de monedas y buscas a un mendigo para alivianarte…
-Mmm… puede ser, hay varias cosas que uno no puede acumular en uno mismo…
-Claro, a eso me refiero… ¿no te ha pasado eso a ti?
-No sé, de cierta forma, quizá…
-¿No quieres contar?
-No es eso… es que es extraño… como que son cosas que no están hechas para ser dichas…
-¿Se puede intentar?
-Claro… el problema es que son sensaciones…, como que yo hubiese estado guardado gran tiempo dentro mío…
-¿Cómo?
-Dentro, como esas muñequitas rusas… ¡pero en macho…!
-Sí, en macho, no es necesario especificar…
-Disculpe, es que tengo mala suerte, cuando uno habla de lo que no se habla, termina uno pareciendo maricón, o amanerado… además como uno está solo…
-¿Y por qué está solo, Vian?
-¿A qué se refiere?
-A que no es usted particularmente feo, y hasta parece una persona agradable…
-No lo sé. A veces pienso que es porque exijo demasiado a quienes amo.
-No lo entiendo.
-Pues eso, supongo que mi amor es una especie de exigencia, y como además me cuesta expresar las intenciones de fondo…
-¿Son buenas las intenciones de fondo?
-Sí, buenas. Las puse en duda un tiempo, pero son buenas.
-Quizá sería usted un buen juez, Vian.
-No lo creo, soy demasiado estricto, no podría declarar a nadie inocente…
-¿Y culpables?
-Mmm… no lo había pensado… pero supongo que ahí está el centro del problema…
-Pues precisamente eso es lo que me pasa a mí, lo que yo siento…
-¿Qué cosa?
-Que nadie es inocente, Vian… que todo es triste e injusto como el sueldo mínimo…
-Eso sí que es triste…
-Claro, pero imagínese además que ese sueldo mínimo es nuestra moneda de cambio para todo…
-¿Cómo…? Ahora el que no entiende soy yo…
-Pues eso, una moneda de cambio… un sueldo mínimo que no sólo es aquello que tenemos para nosotros, sino aquello que tenemos para dar…
-Pero un sueldo mínimo no alcanza para dar nada…
-¡Ese es el problema, Vian…! Ni siquiera para sobrevivir nosotros mismos…
-…
-¡Ni siquiera para sobrevivir dentro de uno mismo! Por eso siento que es una estupidez ser juez, Vian… Nadie puede ser culpable de perderse a sí mismo, con esa escasez de recursos… ni qué decir de relacionarse con los otros… de engañar, de exigir desmedidamente, o de asesinar, como en su caso…
-Entonces usted sabe que yo sí asesiné a alguien…
-Claro que lo sé… desde que lo vi entrar a la sala…
-Pero entonces el juicio está de más…
-Creo que no, Vian, y espero que no me decepcione… hay algo en usted que siento distinto, y que sabía debía llegar en mi último caso…
-Pues no sé si podré no decepcionarlo, señor juez… no me siento especial, sabe…
-Yo tampoco sé si podrás, Vian… ¿pero sabes algo? Sé que podrías.
-…
-Ya. Parece que se acabó el receso.
Señor Vian...el juicio es por ese Viancito a quien le apretó las costillas???
ResponderEliminarAh, comenté y consulté algo en la entrada anterior, si no es mucha la molestia, una respuesta porfavor !
Saludos.
Me agrada leer sus textos.
Mmmmmmm que ganas de leer ya! el desarrollo del juicio...
ResponderEliminarEncontarste el cenicero????