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Parte IV: Durante el receso.
-Señor juez, han encontrado la oreja perdida.
-¿Qué…?
-Que uno de los perros ha traído la oreja desaparecida del señor Vian.
-Lo había olvidado, que pase el perro.
-…
-Vian, puede acercarse a recuperar su oreja… no sea tímido.
-Gracias, su señoría… pero…
-¿Qué sucede…?
-Creo que esa no es mi oreja, señor juez.
-¿Cómo lo sabe?
-A mí me desapareció la oreja izquierda, señor juez… y esa es una derecha.
-Mmm, ¿y no le sirve?
-Creo que se vería extraña, señor juez.
-Es cierto… Pero no me explico algo… ¿a usted le desaparecía una parte del cuerpo cuando mentía, no es cierto?
-Sí, señor juez.
-Pero entonces, esta otra oreja, ¿de quién es?
-Puede ser de cualquiera, su señoría…
-¿Qué quiere decir?
-Que todos mienten, señor juez. Yo no soy especial, ¿recuerda que se lo dije…? Esto es algo que le ocurre a todos…
-Pero no lo entiendo, Vian. Hasta donde yo recuerdo, he visto mentir a mucha gente y nunca me he percatado de esas desapariciones súbitas… de hecho yo mismo, cuando miento…
-Es que uno no se da cuenta, señor juez. Además entre desaparición y desaparición resulta que algunas piezas se intercambian, y no nos fijamos mucho…
-¿Quiere decir usted, que es posible que parte de mi cuerpo puede tener accesorios que no son míos…?
-Claro, de hecho es posible que usted ya no tenga ninguna pieza original.
-Pero entonces ya no sería yo, Vian…
-No estoy tan seguro, señor juez… a veces pienso que hay algo así como un eje, una columna no concreta… algo que permanece erguido aunque el cuerpo se venga abajo…
-¿Y se puede ver eso…? Discúlpeme que insista tanto, pero es que de verdad quedé preocupado…
-¿Si se puede ver qué?
-Esa columna, eso que permanece erguido…
-Quizá… la verdad es sólo una intuición mía… pero como no desaparece parte alguna cuando lo digo, debe ser que es cierto…
-¿Y no será que usted también sufre un intercambio súbito, como me explicaba antes?
-Creo que en mi caso no es así… como habrá notado por la ausencia de mi oreja… creo que mi cuerpo rechaza cualquier tipo de parte que no sea original…
-¿Y sabe usted por qué le ocurre eso, Vian?
-A ciencia cierta no lo sé, pero intuyo que tiene que ver con esa especie de columna que le hablaba antes… pero no sabría explicarlo muy bien, con palabras…
-¿Puedo hacerle una pregunta privada, Vian?
-Claro, su señoría, pierda cuidado.
-¿Es posible que… digamos… que mi miembro viril…?
-No se avergüence, señor juez… aunque si le es más fácil póngale otro nombre, para que su explicación sea más fluida.
-Lo intentaré… pues, bien… ¿es posible que mi… que mi Benjamín…?
-Ja,ja…
-¿Qué pasa, Vian, le pareció chistoso algo?
-No, no, continúe, señor juez…
-Pues, eso… que si es posible que mi Benjamín ya no sea mi Benjamín, y sea no sé… un Rubén o un Pancracio…
-¿Usted me quiere preguntar si es posible que su... eh... Benjamín… haya sido suplantado por el de algún otro?
-Eso mismo.
-Pues créame que no lo sé, señor juez… y no me interesa investigarlo.
-¿Pero podría ser?
-Claro que podría ser, uno nunca sabe…
-Pero es que yo soy casado Vian, y entonces mi mujer, eh… estaría recibiendo la visita de un Benjamín suplantado…
-Pero su mujer también podría tener partes cambiadas, su señoría…
-¿Está insinuando que mi mujer miente?
-Todos mienten, señor juez, usted debiera saberlo… porque es juez, me refiero. Además lo importante supongo que es eso de las columnas…
-No lo sé, Vian… ¿y si esas columnas no existiesen?
-Pues nada tendría sentido, señor juez.
-¿Y si nada tiene sentido, Vian?
-No lo sé, señor juez… en mi caso creo que reiría… aunque después lloraría, claro…
-¿Por qué?
-Da lo mismo el porqué… recuerde que nada tendría sentido…
-Es cierto…
-…
-Oiga, Vian…
-¿Sí…?
-Podría usted mirar hacia otro lado… es que quedé intrigado con lo de las partes y… bueno, quisiera comprobar…
-No hay problema, su señoría…
-…
-¿y?
-Creo que es mi Benjamín… aunque…
-¿Aunque…?
-Aunque creo sentir un testículo más pequeño que el otro…
-Mmm, no se preocupe, eso puede ser biológico…
-Tiene razón, mejor no darle más vueltas…
-Es cierto, además puede dolerle, señor juez.
-Me refería a no darle vueltas a pensar sobre este asunto.
-Claro, su señoría, a eso me refería yo también.
-… Eh… ya… será mejor que se prepare para volver al juicio… es el turno del fiscal y usted sabe, Vian…
-Sí señor, no se preocupe. Yo sé.
Parte V: Ataca el fiscal.
-Usted ha reconocido que ha asesinado a alguien, ¿o me equivoco, señor Vian?
-No se equivoca, señor fiscal. Yo asesiné a alguien.
-Y usted dijo anteriormente que fue en busca de ese alguien…
-Creo que no he dicho eso, exactamente.
-Pero usted habló de obligación, y de un concierto que debía realizar… es decir, dio a entender que matar a aquella persona se volvió una obligación… y al mismo tiempo, el resultado de una búsqueda.
-Me confunde usted, señor fiscal, yo lo que he querido decir es que fui en búsqueda, pero desconozco el fin concreto de esa búsqueda…
-¿No era darle muerte a esa persona?
-Creo que no, señor fiscal…
-¿Sólo lo cree, Vian? ¿No lo sabe con certeza…?
-La verdad creo que no era eso lo que perseguía… yo sentía que debía buscar algo, que había alguien, o algo, por ahí, en ese momento, pero creo que no lo encontré…
-Disculpe que los interrumpa, señor fiscal, pero me gustaría saber qué dirección está tomando todo esto.
-Señor juez, como fiscal de este caso, me interesa demostrar que el señor Vian aquí presente, actuó con premeditación.
-Pues le pediría que fuera más preciso en sus preguntas, pues no consigo entender la estructura de todo esto…
-Lo intentaré, señor juez.
-Continúe entonces.
-Señor Vian, tengo entendido que usted trabaja como profesor, ¿es correcto?
-Sí, es correcto.
-Pero usted también escribe, ¿o me equivoco?
-¿A qué se refiere con escribir?
-A inventar cosas, a mentir, señor Vian… Es decir, usted escribe literatura… ¡usted es un farsante! ¡Admítalo, Vian…!
-Pues no creo que escriba literatura. Quizá antes, pero rompí todo…
-¡Destruyó las pruebas…! ¡Acabó con lo que lo incriminaba!
-No es así, las destruí porque era la forma más económica de destruirme a mí mismo, sin dañar a los que me rodeaban, por supuesto…
-Pues déjeme decirle que yo he rescatado algunas cosas… escritos donde se ve claramente que hay algo turbio detrás de esa apariencia inofensiva… ¿qué me dice de esto?:
“Esta es la historia de una mujer que quería un collar, pero no tenía cuello… que quería amar, pero no tenía corazón… que quería ser violada, pero no tenía cuerpo…”
¿Recuerda usted cómo termina esto, Vian?
-No, no lo recuerdo…
-Pues el final es éste: “Esta es la historia de una mujer que quería vivir, sin merecerlo… ¡Una mujer que debía ser asesinada…!”
-…
-¿Acaso no recordaba este escrito, señor Vian?
-No, realmente no… no lo recordaba.
-Pues lo escribió usted hace 20 años, cuando iba en 5º año básico… es decir… 20 años de premeditación, señores… ¡20 años! ¿Qué me puede decir al respecto, señor Vian?
-Que no lo recordaba… que mi vida está llena de cosas que no recuerdo…
-A eso quería llegar, señor Vian… yo creo que usted ha dado muerte a un gran número de personas… premeditadamente, y que luego elige olvidarlo…
-…
-Señor fiscal, como juez de este proceso le recuerdo que el acusado está aquí en relación a un crimen concreto, y que cualquier otro tipo de acusación debe al menos tener una base… una serie de pruebas… o alguien que testifique, al menos, sobre ellas…
-Pues ese alguien está aquí, señor juez.
-¿Podría indicarme dónde, señor fiscal?
-¡Ahí señor juez…!
-Ahí sólo está Vian, señor fiscal… ¿o me va a decir que él se comió a su testigo?
-Vian es mi testigo, señor fiscal… Por lo que solicito permiso para que un especialista pueda hipnotizarlo.
-…
-Estoy dentro de lo legal, señor juez, no puede negármelo…
-Y usted, señor Vian… ¿está de acuerdo?
-Acepto su voluntad, señor juez.
-Pues entonces que venga el hipnotizador, y aclaremos de una vez todo esto.
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