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I.
Es chistoso el señor Bartolo.
Además tiene nombre de pez
y un aire serio, como pocos.
Cuando va a pescar, por ejemplo,
el señor Bartolo usa
una jardinera verde,
y lleva en una maleta plástica
sus utensilios ordenados
de tal forma
que cuando la abre parece enseñar
el mapamundi secreto
de otro mundo.
Es entonces cuando yo lo miro y pienso
que de no ser Vian,
una buena opción sería ser
el señor Bartolo.
Pero no se lo digo.
II.
Tiene una cabaña pequeña
el señor Bartolo.
Él la apunta con un dedo
desde la orilla del lago
y yo la observo.
Él también se queda mirando,
en todo caso,
y parece que no se cansa de verla.
Además está estrenando unos lentes
que pescó el día de ayer
en una pequeña playa privada
que hay en otro sector de lago.
Y es que de eso vive
el señor Bartolo:
o sea,
le pagan por pescar aquellas cosas
que llegan al lago
y que no le pertenecen.
Suena lindo:
“de eso vive”.
III.
De grande me hubiera gustado ser
el señor Bartolo.
Pero como ya llegué a grande
y no lo fui
supongo que eso es algo
de lo que se llama
sueños no cumplidos.
Por lo mismo,
quizá mi deseo
sea una de esas cosas
que pesca el señor Bartolo
ahí en el lago.
Él no habla mucho
sobre ellas,
pero guarda una colección
de esas cosas rescatadas:
zapatillas huachas,
muñecas desgastadas por el agua,
y hasta peces de plástico,
que supongo deben ser algo así
como las muñecas inflables
de los peces que permanecen solteros
o tienen problemas de convivencia.
De hecho,
pienso,
si don Bartolo fuera en verdad una clase de pez
sería uno de estos últimos.
IV.
Don Bartolo no se casó
ni tiene novia.
La gente del sector lo asusta con esto
y le dice que es triste
ser un viejito solterón.
Te vas a quedar solo con tus cosas,
le dicen.
Pero don Bartolo es valiente
y los mira,
como si él supiese que la felicidad
es otra cosa,
o tuviese en secreto
un plan alternativo.
Por eso,
a veces pienso que don Bartolo
pescó un Dios pequeñito
y olvidado
que le regaló un secreto,
o que construye una especie de novia
a lo Frankenstein
con las cosas que recoge.
V.
Es triste como llegan las cosas acá,
me dice un día don Bartolo.
Está pescando como siempre
y rompe su regla de no hablar,
para decirme eso.
Yo no sé cómo se dice eso,
ni leo mucho
-agrega-,
pero me gustaría que usted me recomendara
un libro donde se hable de esa tristeza rara:
sobre cómo las cosas que amamos
terminan acá.
Entonces yo miro a don Bartolo
y pienso que además de ser chistoso
es el único poeta verdadero
que conozco.
VI.
Nos hacemos amigos con don Bartolo.
Lo acompaño a pescar
y a veces me siento como otra de las cosas
que él recoge.
Un día me pasó una caña para ayudarlo,
y yo tomé vuelo
y tiré la caña para atrás
antes de para adelante
y se enganchó el anzuelo
en lo alto de un árbol.
Entonces me quedé así
un poco avergonzado
y pescando al revés,
y don Bartolo rió
hasta que le lloraron los ojos
atrás de sus lentes gruesos.
Y yo fui feliz
de hacer reír a don Bartolo,
y hasta se me olvidó
que tenía vergüenza.
VII.
El último día que estoy en el lago,
don Bartolo me pregunta
si hay algo que quiero recuperar.
Yo respiro hondo y pienso,
pero mejor después siento,
porque parece que es así como uno sabe
de verdad
qué cosas necesita.
Entonces don Bartolo me explica
que a ese lago van a dar
todas las cosas que extraviamos,
o que dejamos ir.
Pasa el rato
y el aire del lago,
que tiene olor a don Bartolo,
me hace llorar un poquito,
pero sin pena.
Por un momento pensé en pedirle
la zapatilla que se le fue por un río
a una amiga,
el otro día;
pero luego desisto
porque ella parecía más feliz
(y más chistosa)
a pie pelado.
Al final,
don Bartolo me regala,
un don Bartolo pequeñito,
que se encontró un día en el lago,
y me dice que cuando desee algo
que sea realmente necesario,
mire a ese don Bartolo,
hasta que me acuerde de todo
y me dé risa.
¡Y es que es lindo don Bartolo!
Si fuera Bartola
hasta me caso con él,
pero es Bartolo.
Y yo soy macho.
Es chistoso el señor Bartolo.
Además tiene nombre de pez
y un aire serio, como pocos.
Cuando va a pescar, por ejemplo,
el señor Bartolo usa
una jardinera verde,
y lleva en una maleta plástica
sus utensilios ordenados
de tal forma
que cuando la abre parece enseñar
el mapamundi secreto
de otro mundo.
Es entonces cuando yo lo miro y pienso
que de no ser Vian,
una buena opción sería ser
el señor Bartolo.
Pero no se lo digo.
II.
Tiene una cabaña pequeña
el señor Bartolo.
Él la apunta con un dedo
desde la orilla del lago
y yo la observo.
Él también se queda mirando,
en todo caso,
y parece que no se cansa de verla.
Además está estrenando unos lentes
que pescó el día de ayer
en una pequeña playa privada
que hay en otro sector de lago.
Y es que de eso vive
el señor Bartolo:
o sea,
le pagan por pescar aquellas cosas
que llegan al lago
y que no le pertenecen.
Suena lindo:
“de eso vive”.
III.
De grande me hubiera gustado ser
el señor Bartolo.
Pero como ya llegué a grande
y no lo fui
supongo que eso es algo
de lo que se llama
sueños no cumplidos.
Por lo mismo,
quizá mi deseo
sea una de esas cosas
que pesca el señor Bartolo
ahí en el lago.
Él no habla mucho
sobre ellas,
pero guarda una colección
de esas cosas rescatadas:
zapatillas huachas,
muñecas desgastadas por el agua,
y hasta peces de plástico,
que supongo deben ser algo así
como las muñecas inflables
de los peces que permanecen solteros
o tienen problemas de convivencia.
De hecho,
pienso,
si don Bartolo fuera en verdad una clase de pez
sería uno de estos últimos.
IV.
Don Bartolo no se casó
ni tiene novia.
La gente del sector lo asusta con esto
y le dice que es triste
ser un viejito solterón.
Te vas a quedar solo con tus cosas,
le dicen.
Pero don Bartolo es valiente
y los mira,
como si él supiese que la felicidad
es otra cosa,
o tuviese en secreto
un plan alternativo.
Por eso,
a veces pienso que don Bartolo
pescó un Dios pequeñito
y olvidado
que le regaló un secreto,
o que construye una especie de novia
a lo Frankenstein
con las cosas que recoge.
V.
Es triste como llegan las cosas acá,
me dice un día don Bartolo.
Está pescando como siempre
y rompe su regla de no hablar,
para decirme eso.
Yo no sé cómo se dice eso,
ni leo mucho
-agrega-,
pero me gustaría que usted me recomendara
un libro donde se hable de esa tristeza rara:
sobre cómo las cosas que amamos
terminan acá.
Entonces yo miro a don Bartolo
y pienso que además de ser chistoso
es el único poeta verdadero
que conozco.
VI.
Nos hacemos amigos con don Bartolo.
Lo acompaño a pescar
y a veces me siento como otra de las cosas
que él recoge.
Un día me pasó una caña para ayudarlo,
y yo tomé vuelo
y tiré la caña para atrás
antes de para adelante
y se enganchó el anzuelo
en lo alto de un árbol.
Entonces me quedé así
un poco avergonzado
y pescando al revés,
y don Bartolo rió
hasta que le lloraron los ojos
atrás de sus lentes gruesos.
Y yo fui feliz
de hacer reír a don Bartolo,
y hasta se me olvidó
que tenía vergüenza.
VII.
El último día que estoy en el lago,
don Bartolo me pregunta
si hay algo que quiero recuperar.
Yo respiro hondo y pienso,
pero mejor después siento,
porque parece que es así como uno sabe
de verdad
qué cosas necesita.
Entonces don Bartolo me explica
que a ese lago van a dar
todas las cosas que extraviamos,
o que dejamos ir.
Pasa el rato
y el aire del lago,
que tiene olor a don Bartolo,
me hace llorar un poquito,
pero sin pena.
Por un momento pensé en pedirle
la zapatilla que se le fue por un río
a una amiga,
el otro día;
pero luego desisto
porque ella parecía más feliz
(y más chistosa)
a pie pelado.
Al final,
don Bartolo me regala,
un don Bartolo pequeñito,
que se encontró un día en el lago,
y me dice que cuando desee algo
que sea realmente necesario,
mire a ese don Bartolo,
hasta que me acuerde de todo
y me dé risa.
¡Y es que es lindo don Bartolo!
Si fuera Bartola
hasta me caso con él,
pero es Bartolo.
Y yo soy macho.
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Casualmente tengo un perico llamado Bartolo, que creo que le gustaría más ser un niño.
ResponderEliminarSon poetas aquellos que saben conservar la poesía en la vida. En eso estoy de acuerdo.
(Y aquí estoy).
Se vería hermoso ilustrado...!!
ResponderEliminarSí, yo me lo imaginé todo el rato así (con dibujos)... y he corregido y vuelto a poner mil veces algo que cambié para coincidar con el mini bartolo, y es que el de verdad usaba jardinera roja, lo que le da, creo, inmediatamente, un tono más alegre... pero una vez que escribo roja, no sé... pongo verde...
ResponderEliminarIncluso el rojo lo hace resaltar entre el verde, que era el color del bosque y el verde, donde vivía... pero no me convenzo, de cambiarlo...
ResponderEliminarhace don bartolo tours de pesca para principiantes?
ResponderEliminares que el rojo y el verde son complementarios
ResponderEliminarcomo el señor bartolo y el bosque
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ResponderEliminarMe encanto,
ResponderEliminar"Yo respiro hondo y pienso,
pero mejor después siento,
porque parece que es así como uno sabe
de verdad
qué cosas necesita."
pienso y pienso pero mejor siento, pq lo q siento me dice la verdad lo q pienso aveces me traiciona
Me encanto esa parte, Me sirve bastante en estos momentos
Lindo B log* Gracias por compartirlo.
Claro que Don Bartolo es un poeta! Lo que dijo, en letras cursivas, me erizó el pellejo (y que el río huela a Don Bartolo es poesía pura)
ResponderEliminar:O
ResponderEliminarMe encantó.
Nada que ver mi reclamo de dilema de río con esta historia :)
Me gustó mucho,
Gracias
ResponderEliminarQue perceptivo eres... Don Bartolo usted es un poeta.
ResponderEliminarme lo imaginé a don Bartolo real, un lago real, caña real.
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